MODO FONTEVECCHIA
La apertura de Modo Fontevecchia

Las tres heridas narcisistas, Dios y el Papa

Francisco ha aportado una nueva perspectiva en la relación entre la iglesia y las concepciones de nuestro tiempo. Su visión filosófica, la relación con la ciencia y las reflexiones acerca de la finitud humana.

El Papa Francisco, sus aportes y su pensamiento
El Papa Francisco, sus aportes y su pensamiento | Prensa Vaticano

“Como cortina de esta apertura, elegimos “La Pasión según San Mateo”, de Bach. Una obra compuesta entre 1727 y 2729. Presenta el sufrimiento y la muerte de Cristo, tomando como referencia los capítulos 26 y 27 del Evangelio de San Mateo”, introdujo Jorge Fontevecchia en la apertura de Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9) del viernes 7 de abril.

Vamos a hacer un repaso de la entrevista que le realizamos al Papa, donde tocamos estos temas. La misión que el Papa tuvo, elegido por los cardenales, para modernizar la iglesia, poniéndola a tono con las discusiones que tiene con la ciencia.

Quizás la discusión más famosa entre la ciencia y la iglesia fue aquella que sostuvo Galileo Galilei con el famoso cardenal Roberto Belarmino, quien le decía que no necesitaba mirar por el telescopio, porque todo estaba escrito en la Biblia.

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De las tres heridas narcisistas del ser humano, la primera fue el geocentrismo, propinada por Nicolás Copérnico, al revelar que la tierra no era el centro del universo, rechazando una cosmogonía que venía desde Aristóteles, en el siglo IV antes de Cristo.

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La segunda herida narcisista la produjo Charles Darwin al revelar que el hombre no era el centro de la creación de Dios, sino el producto de una evolución que descendía del mono.

La tercer herida narcisista fue propugnada por Sigmund Freud, quien reveló que el ser humano ni siquiera era totalmente racional, ni capaz de conocerse totalmente a sí mismo, dado que cierta parte de la psiquis es inconsciente, no se nos revela, nuestras decisiones no son totalmente controladas por nosotros mismos.

Otro asunto en cuestión es el tema del origen del universo, que está puesto en cuestión a partir de los experimentos que realiza constantemente el Centro del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, con una serie de máquinas muy sofisticadas que tratan de recrear lo que fue el Big Bang. El Bosón de Higgs, que se está investigando en un laboratorio gigante que tiene la Unión Europea al sur de Francia, casi en el límite con Suiza.

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El Papa, en el reportaje, decía que él no vino a hacer nada original, sino lo que habían acordado los cardenales en el concilio en el que fue elegido. Tenía que ver con adecuar la iglesia a los tiempos actuales.

Ya Juan Pablo II había pedido perdón por Galileo, pero Francisco avanza aún más en cuestiones procedimentales, como que puedan comulgar los divorciados, o acercar a los homosexuales a la iglesia católica, entre otras medidas.

La Biblia y el Big Bang

“El libro del Génesis no fue el primero que se escribió en la Biblia, el primero fue el Éxodo, sobre la experiencia de la liberación de Israel. Después, miró hacia atrás y se preguntó cómo habían iniciado las cosas”, afirma el Papa en la entrevista.

Y luego destaca que “es un lenguaje mítico, no en el sentido supersticioso, sino de mito como conocimiento, porque el mito es una manera de conocimiento también”.

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Luego agrega que “Dios no creó todas las cosas perfectas, las creó en un proceso”, y agrega que “esos siete días son simbólicos de todo un proceso de siglos”, “es una relectura, desde el pueblo de Israel de lo que es la salvación humana, desde el caos al cosmos”.

Diciendo que los siete días, donde dios fue creando cada uno de los componentes de la tierra y el universo, son una metáfora del planteo de la transición del caos al cosmos, el papa concilia lo que podría ser un proceso físico, como el del Big Bang, con las sagradas escrituras.

Este planteo intenta cerrar la primera herida narcisista, la del geocentrismo que explicamos anteriormente, al decir que la creación fue un proceso en el que se fue evolucionando hacia la perfección.

Desde el punto de vista filosófico, se emparenta con la interpretación de la historia del espíritu de Hegel, que plantea que la historia avanza siempre, más allá de que pueda haber retrocesos, ascendiendo hacia la perfección. 

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El infierno como “estado”

En otro punto de la charla, el Papa dice que “El infierno no es un lugar”, sino que “son representaciones mediáticas, el infierno es un estado, hay gente que vive en un infierno continuamente, aquellos que se hacen un mundo de autorreferencialidad enfermizo”.

Es un estado del corazón, del alma, una postura frente a la vida, a los valores, a la familia, a todo”, afirma el supremo pontífice.

Afirmando que el infierno no es un lugar, sino un estadío, algo que tiene que ver con el tiempo. Aparece un tema recurrente en la filosofía de Francisco, el problema del tiempo y que el tiempo vence al espacio, y el espacio es algo limitado frente al tiempo.

El estado puede ser una perpetuidad de desgracias, algo que incluso una persona puede vivir en su existencia mortal, antes de pasar a la segunda vida.

El Papa en el infierno

Siguiendo con estas concepciones, el papa explica que aquellos que se aferran al espacio terminan siendo autodestructivos, y esto, en política, equivale a construir un sistema autoritario.

El tiempo y el espacio

“Hay cuatro principios que, de alguna manera, son los que pautan la vida humana, la realidad es superior a la idea, el todo es superior a la parte, el tiempo es superior al espacio”, analiza Francisco.

“Los procesos se dan en el tiempo, no en el espacio. Cuando se quisieron hacer procesos en los espacios, se fijó la historia, llevándola al fracaso. Los totalitarismos graves que hemos vivido, como el nazismo, quisieron encerrar el tiempo en un espacio”, prosigue su interpretación.

Esto se relaciona al análisis que hace Francis Fukuyama en El fin de la historia y el último hombre. En dicho estudio, el filósofo, interpretando a Hegel, llega a la conclusión de que, en lugar de la historia llegar a su fin con la disolución del Estado y la dictadura del proletariado como proceso, que era el análisis de Marx, la historia concluye en el fin de cualquier alternativa frente al capitalismo. El capitalismo como etapa final.

El papa hegeliano

El Papa Francisco afirma que el tiempo es el gran constructor, y que el espacio cede finalmente a la intempestividad de los procesos que se dan en el tiempo.

Nietzsche decía algo parecido, que lo débil y pequeño que perduraban se hacía grande y fuerte. Es decir que perdurar era la mayor fortaleza que podía tener la sustancia y la materia.

Un Papa del “fin del mundo”

Otra característica de Francisco es la de ser “un papa del fin del mundo”, un concepto polisémico. Se puede interpretar como esa idea bíblica de que un día el mundo se acaba, dando lugar al juicio final. Es decir, interpretar que es “un papa del fin del mundo” no en términos espaciales sino temporales

Cuando consultamos a Francisco por este tema, afirmó que no se le ocurrió que pudiera venir el fin del mundo ahora, “no soy apocalíptico en ese sentido de la palabra, dije que soy el papa del fin del mundo en un sentido geográfico”, afirmó.

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“Detrás de ese concepto hay toda una teoría del conocimiento. Hay un artículo de una gran filósofa argentina especialista en Hegel, Amalia Podetti, que cuando Magallanes llegó al estrecho dio un paso grande en el conocimiento de la humanidad, porque la realidad se ve mejor desde la periferia que desde el centro. Vio el mundo con una visión distinta”.

¿Un papa Hegeliano?

Nuevamente aparece Hegel. Cuando le consulté si se consideraba hegeliano, Francisco salió airosamente de la controversia afirmando que él no es filósofo. 

Sin embargo, en su filosofía, aparece permanentemente esta idea de el tiempo como evolución, como esa flecha que va hacia algo, y en ese algo hay un proceso de aprendizaje y también cierta dialéctica hegeliana, aunque en la perspectiva del papa no es a través de una síntesis, sino en la manutención de los dos polos.

Pero está presente una cierta teleología, que el tiempo va llevando las cosas hacia un fin.

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El “tiempo personal” de Francisco

En determinado momento, en referencia al reciente funeral de Benedicto XVI, abordamos el tema de la finitud y la muerte como pensamientos recurrentes. El papa afirmó que no es algo en lo que piense habitualmente, pero que de vez en cuando “aterriza” en ese campo, diciéndose a sí mismo “te queda poco, aprovechá a hacer lo que tenés que hacer, porque llegar a mi edad y estar bien es una gracia, pero no sé hasta cuándo durará”.

“Lo pienso como mucha paz, eso ayuda a no eternizarse en el pensamiento, porque hay gente que cree que tiene comprado el pasado, presente y futuro. Saber que el día de mañana tengo que dejar esto e ir para otro lado es la ley de la vida”, reflexionaba el santo padre.

Somos subjetivos

En el difícil momento que la Argentina atraviesa, nos pareció oportuno recordar estos tramos, con reflexiones más profundas en la entrevista con el papa, más allá de nimiedades como si viene a Argentina, se peleó con Cristina o si está a favor del aborto.

La discusión filosófica respecto de la subjetividad, que sería otra de las heridas narcisistas, es que ningún ser humano es objetivo, todos miramos la vida desde algún punto.

Desde la época en que nacimos, porque no es lo mismo si nacemos en el renacimiento, en la edad antigua o si nacemos hoy, o si la cigüeña nos hubiera tirado de un lado u otro del muro de Berlín cuando había dos alemanias.

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A cada uno le tocó en suerte la familia que tuvo, sus posibilidades, nivel educativo, recursos económicos. Cada uno de nosotros mira el mundo desde un lugar. El esfuerzo que uno puede hacer para intentar ponerse en el lugar del otro es muy meritorio, pero siempre es limitado.

La sociedad se construye por la suma de nuestras subjetividades. En el fondo, lo que es verdad en cada época, es un acuerdo consensual de lo que resulta para la mayoría, en esa época, verdadero, son verdades que van cambiando.

Se supone que el único que puede ver con objetividad es Dios, porque está en todas partes. El papa es el representante de dios en la tierra, por lo tanto sería infalible. Esa es otra de las heridas narcisistas que el papa vino a romper, porque varias veces responde, en el reportaje, “no se”.

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Lo que está diciendo es: “yo no soy infalible”. Gran trabajo del papa Francisco, que no deja contentos ni a los reformistas, que quieren que vaya mucho más rápido, ni a los conservadores, que consideran que acelera demasiado.

En ese punto de equilibrio entre los extremadamente revolucionarios y los conservadores, se ubica este papa, que le ha hecho un gran servicio, desde mi perspectiva, a la Iglesia Católica, tratando de modernizarla, dentro de las posibilidades que esta época permite.

FM JL