OPINIóN

A mí también me incomoda Messi en Miami

Lionel Messi
Festejo de Lionel Messi en el Inter de Miami | Télam

El último domingo, en PERFIL, el articulista Damián Tabarovsky en su tan habitual como impecable columna, esta vez titulada Lo que me desagrada de Messi en Miami, describió el decadente modo de ser que identifica al argentino de estos días. Tal como nos tiene acostumbrados, el columnista lo hizo con obvio tono crítico pero elegantemente, disimulando los grotescos que merece el caso con reflexiones espabiladas, incluso poniendo en duda sus ‘supuestas’ dudas para expresar lo que hasta las palabras parecen negarse a definir. Sí, porque no es fácil definirnos. No se sabe si somos el residuo de algo que ya fuimos, esperando la última barredora civilizatoria, o si somos un proyecto sin futuro, tipo barril sin fondo esperando que una milagrosa recicladora israelí nos reponga para alguna utilidad.

Pese a todo, Tabarovsky lo consiguió y lo hizo sin desperdicio, usando –claro- a Lionel Messi apenas como garfio para enganchar algo más profundo de una sociedad que día a día cambia la ‘o’ por una ‘u’ y que –al menos vista desde hoy- es impensable que alguna vez se limpie de tanta contaminación actitudinal: soberbiamente baladí, insegura y agresiva, profundamente frívola, indecorosa y gritona, cautivamente intolerante, de generaciones perdidas, desquiciada y bipolar, agrietada no solo políticamente. Hoy somos menos que ayer y menos que todos. Así, nada más queda ilusionarnos con aquella proposición de la ‘Ley de Signos’ que nos enseñaron en el colegio secundario, donde "menos por menos es más" según explica la estructura matemática de los números enteros.

Pero lo que realmente no tiene desperdicio –y aquí lo interesante-, son los comentarios de los lectores-respondedores que quieren calcinar a Tabarovsky en la misma hoguera del antiguo Ruan, la que quemó a Juana de Arco casi medio milenio atrás. Su revelación debiese despertanos, hacernos recapacitar, auto-examinarnos, como mínimo llevarnos a ponderar imparcialmente lo leído y no a organizar un campeonato verbal de dardos emponzoñados contra quien insinuó vociferar tamaña verdad. Cada comentario, sin excepción, me llevó a pensar en el submarino ‘Titán’: no hay rescate posible. La huella digital nacional, popular e irreflexiva estampada en esas frases es para reír o llorar, usted elige. Pero en cualquier caso es dramático. Mejor, trágico.

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Por Messi, más argentinos quieren viajar a Miami

Leer al pie del artículo esos comentarios, que los catedráticos llaman “lenguaje de desecho”, es más que entender por qué Messi eligió Miami, ese colorido antro latinoamericano que tanto encandila a la (fútil) argentinidad, para retirarse del fútbol sin contarle a sus enceguecidos fans que ya se retiró. Leer esos exabruptos típicos de redes sociales, es más que comprender por qué Messi eligió ese lugar que el columnista delinea con perfección para su última escala de negocios, antes de volver a la Argentina del mate y el dulce de leche, a su Rosario narco, que no lo era cuando él nació y yo, allí, estudiaba y comenzaba mi carrera periodística. La mudanza de Messi no lo pinta a él, es  mucho más que eso, traza un perfil perfecto de porqué los argentinos estamos como estamos. Su traslado de París a Miami pasa el dedo por ese desagradable tiznado, culturalmente pringoso, que mancha nuestra historia de ‘mejor país latinoamericano’. “Ya era brother”...

Eso y solo eso, un alerta, es lo que en pocas, sutiles y didácticas palabras Tabarovsky nos ofreció sin cobrar entrada y sin ofender a nadie, mucho menos a Messi, pero bien decía Jean de la Fontaine, poeta francés del siglo XVII: “Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda”. Y Messi está de moda, incluso más que Miami y lo que para los argentinos representa Miami. Y, claro, también siguen de moda Nordelta y Puerto Madero, citadas en la nota como perfecta referencia de lo que el autor intentó explicar; mas, veo, es inexplicable. O, mejor, inentendible por aquello de que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”, como decía ‘La Mamina’, mi abuelita materna (QEPD).

“Resentido” es el adjetivo que más le endilgaron a don Damián, seguramente porque imaginan que no vive en Puerto Madero o Nordelta y piensan que es una frustración y no una bendición para él. Si es así, al calificarlo como tal no hacen más que confirmar su hipótesis, esa que él dice que no consigue bien argumentar. Como el falso eje de su texto es Messi, presuponen que la cosa pasa por el zurdo gambeteador y dictaminan que el autor juega mal al fútbol y en su infancia se llevaba la pelota cuando no le dejaban hacer un gol. ¿Qué tienen que ver sus habilidades futboleras con ‘la pendiente argenta’? Tabarovsky fue respetuoso, hasta advirtió que no opinaba de un asunto privado, de la vida familiar del jugador o de su decisión, sino que intentaba “pensar más allá”. Ese ‘más allá’ lo alcanza a usted, somos los argentinos. ¿Es eso lo que dolió y no cualquier referencia a Messi?

Es muy agradable ver a Messi en Miami

Puede ser, porque por mencionar la palabra ‘ideología’ en su texto, lo sospechan ‘macrista’ y pregunto: ¿alguien fuera de su fermentado entorno puede ser ‘pro Macri’ después de su horrible gobierno? También lo creen ‘K’ y vuelvo a preguntar: ¿alguien no subsidiado puede ser Kirchnerista después de sus pésimos gobiernos? Una conferencista mexicana, cuyo nombre –ahora- escapa de mi memoria, dijo que en los comentarios de las redes sociales “se han perdido los argumentos, escribimos la conclusión, el aforismo o la ocurrencia y no el desarrollo de una idea o proceso, limitando la reflexión”. La disertante desconoce que aquí ni eso escribimos, aquí solo atacamos, al no entender rápidamente nos sentimos injuriados, todo nos huele mal y respondemos descalificando, aunque nada haga sentido y juntemos arandelas con arándanos.

Messi en Miami: el que es campeón del mundo hace lo que quiere

Discepolianamente los (malos) lectores una vez más mezclaron la biblia y el calefón. Nada nuevo, por otra parte, pero –sociológicamente- sin desperdicio. Tabarovsky, como una invitación a vernos en el espejo del ídolo deportivo, apenas nos dijo que “Messi en Miami expresa algo de nuestro clima de época” y las respuestas a su artículo expresaron mucho más de esa rancia atmósfera que, cual la ambiental, está próxima a derretir los polos sociales de la lógica y pronta para inundarnos de un vacío irrecuperable. Pero no, “matemos al cartero” fue, otra vez, la consigna general de los comentaristas de ocasión.

Lo que me desagrada de Messi en Miami

Ya no dormimos con el enemigo, somos el enemigo. La banalidad ganó la mano y el ocaso cantó “¡truco!”. ¿Quedará alguna carta en la baraja del destino para contrarrestar esta actualidad? No lo sé, solo sé que es así y así estamos. Argentina 2023, “triste, solitario y final” al decir de Osvaldo Soriano.

Dicho sea de paso, a mí también me incomoda Messi en Miami.

*Periodista