OPINIóN
Tiempo libre

El placer de leer, siempre (vigésima entrega)

La compañía de un libro es enriquecedora, a nivel intelectual y emocional. Hoy hablaremos de Antonio Muñoz Molina.

Lectura
Lectura | Pexels / Pixabay

La literatura es mi afición y mi trabajo, pero no creo que sea lo más importante de la vida, ni mucho menos que se baste para darle sentido. Más que la literatura me importa el bienestar de las personas que quiero: mi mujer, nuestros hijos, nuestra doble y complicada familia."  Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén, España, el 10  de enero de 1956.

Autor de relatos, ensayos y artículos; y de las siguientes novelas: Beatus Ille (1986); El invierno en Lisboa (1987); Beltenebros (1989); El jinete polaco (1991); Los misterios de Madrid (1992); El dueño del secreto (1993); Nada del otro mundo (1994); Ardor guerrero (1995); Plenilunio (1997); Carlota Fainberg (1999); Sefarad y En ausencia de Blanca (2001); Ventanas de Manhattan (2004); El viento de la Luna (2006); La noche de los tiempos (2009); Todo lo que era sólido (2013); Como la sombra que se va (2014); Un andar solitario entre la gente (2018); Tus pasos en la escalera (2019).

 

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Antonio Muñoz Molina 20210715
Antonio Muñoz Molina, autor español.

 

Fueron llevadas al cine: El invierno en Lisboa (1991); Beltenebros (1991) y Plenilunio (1999), dirigidas por José Antonio Zorrilla, Pilar Miró e Imanol Uribe, respectivamente.

Dio conferencias en El Escorial y en las universidades Complutense y Harvard. Es académico de número de la Real Academia Española (1995); Doctor Honoris Causa por las universidades Vilanova, Pensilvania (2006); Jaén, España (2007); Brandeis, Massachussets (2010); galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2013).

Ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre los que destaco: Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica por El invierno en Lisboa; Planeta (1991) y Nacional de Narrativa (1992) por El jinete polaco”; Premio Andalucía de la crítica (2014) por La sombra que se va.

El placer de leer, siempre

La novela que hoy me ocupa, reconstruye la historia de la ciudad andaluza de Mágina (léase Úbeda, la ciudad natal de Muñoz Molina,) entre el asesinato del general español Juan Prim en 1870 y la Guerra del Golfo de 1990-1991, a través de la memoria del protagonista y su vínculo con el presente.

Caracterizada como novela histórica, sentimental y conmovedora, está  dividida en tres partes –El reino de las voces, Jinete en la tormenta y El jinete polaco–, sin diálogos en sus más de 600 páginas, con pocos puntos y aparte.

En ella juegan un rol importante los recuerdos personales a partir del hallazgo en un baúl de fotografías de familiares, y no la documentación oficial; las preocupaciones filosóficas, éticas, lingüísticas, artísticas, culturales y políticas como la defensa de la democracia frente a los totalitarismos, a los efectos de subsanar la ausencia de memoria histórica en la sociedad española contemporánea.

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Además de recordar con nostalgia su apego a su tierra natal, la vida familiar desde su infancia y adolescencia, sus bisabuelos, abuelos, padres, vidas nada gratas por cierto, y también de algunos habitantes del pueblo, hasta los momentos previos a la escritura de la novela, el protagonista contará una imperdible historia de amor apasionado con una mujer, Nadia, hermosa igual que su nombre:

De igual modo que las revoluciones se empeñan en modificar el pasado y en cambiar las estatuas públicas y los nombres de las calles, esas revoluciones íntimas que trae consigo el amor provocan una iconoclastia de recuerdos, una narración distinta de nuestra propia vida, adaptada a la nueva persona hacia quien la volcamos.

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Historia de amor que el lector podrá disfrutar a través de un breve fragmento de El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina, editada por  Seis Barral Biblioteca Breve, España, en enero de 2016, considerada una de las grandes novelas posteriores a la guerra civil española:

…Dog, Siod, Brausem, Elohim, quienquiera que no seas y dondequiera que no estés, señor de las bestias y de los gusanos, legislador de océanos y muchedumbres aniquiladas de hombres, dueño insensato de la ironía y de la destrucción y del azar, tú que la hiciste a la medida de todos mis deseos, que modelaste su cara y su cintura y sus manos y tobillos y la forma de sus pies, que me engendraste a mí y me fuiste salvando día a día para que me hiciera hombre y la necesitara y l encontrara, que la llevaste una mañana a una hora precisa a un lugar de Madrid y luego me concediste el privilegio de que un día apareciera en la cafetería de un hotel de Nueva York, no permitas que ahora la pierda, que me envenene el miedo o la costumbre de la decepción, guárdala para mí igual que guardaste a sus mayores para que la trajeran al mundo y sembraste el coraje una noche de julio en el corazón atribulado de su padre y lo enviaste al destierro con el único propósito de que ella naciera para mí veinte años después, y si a pesar de todo me la vas a quitar, no permitas la lenta degradación ni la mentira, fulmíname en el primer segundo del primer minuto de rencor o de tedio, que me quede sin ella y sufra como un perro pero que no me degrade confortablemente a su lado, que no haya tregua ni consuelo ni vida futura para ninguno de los dos, que las manos se nos vuelvan ortigas y tengamos que mirarnos el uno al otro como dos figuras de cera con ojos de cristal, pero si es posible, concédenos el privilegio de no saciarnos jamás, alúmbranos y ciéganos, dicta para nosotros un porvenir del que por primera vez en nuestras vidas ya no queramos desertar. Recuerdo lo que aún no he vivido, tengo miedo de ser plenamente quien soy, en el vestíbulo de la estación de Mágina un altavoz anuncia la llegada del autobús procedente de Madrid, abrevio el tiempo para estrechar ahora mismo tu cuerpo ávido y delgado, vienes hacia mí con una bolsa al hombro y una maleta en la mano, apareces delante de la cama en la habitación del hotel con el pelo suelto sobre los hombros desnudos, no me acuerdo de nada, no me he dado cuenta de que empezaba a anochecer, no sé si estoy contigo en Mágina, en Nueva York o en Madrid, dice Nadia, pero me da lo mismo, no siento más que gratitud y deseo.