OPINIóN
Educación

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Los docentes recibirán beneficios de parte de la empresa YPF. | cedoc

Cuidado con lo que deseas. Porque puede cumplirse. Este viejo adagio que se atribuye tanto a Oscar Wilde como a la sabiduría popular china, sigue describiendo nuestro presente en forma certera. ¿Cuántos niños, a través de la historia del mundo, habrán implorado con la cabeza hundida en la almohada que las clases se suspendieran para no tener que levantarse de la cama? ¿Cuántos adultos, habrán deseado que una catástrofe mundial detuviera el ritmo de las cosas, con tal de quedarse un rato más en casa y no ir a la oficina?

Hasta que un día, eso sucedió. En algunas semanas, el virus de la discordia  interrumpió el orden global, y se llevó por delante todo lo que conocíamos: poniendo en cuestión la estructura de aquello que comprendíamos y aceptábamos como lo cotidiano. Las instituciones clásicas –estado, familia, escuela-  que ya venían cuestionadas en su vigencia; crujieron bajo el yugo invisible de la pandemia. Por eso hoy, como formadores de la educación superior, analizamos lo que nos pasó en el último año y todo lo que estamos viendo durante esta semana tan especial: la que fue la semana del regreso a clases.

Primera observación: ir a la escuela no era en realidad un pesar. Las sonrisas de felicidad dibujadas en los alumnos de educación inicial, primario y secundario delatan el placer de regresar a las aulas. La práctica docente lo confirmó durante 2020: la comodidad de la virtualidad no fue suficiente para anular la relevancia de la presencialidad en ese hecho que conocemos como relación educador-educando.

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La segunda observación, tiene que ver con el sentido de la escuela como organización social. Un cierto pensamiento cartesiano-decimonónico, ubicó durante bastante tiempo al colegio como un espacio de contenidos. El advenimiento y ascenso de la tecnología computacional/digital profundizó esta idea. Pero de repente, esta imagen parece desdibujarse. Como decía el gran Eliseo Verón: toda elección de contenido implica siempre una relación subyacente.  A la escuela se va a adquirir conocimientos, claro.

Pero también allí se aprender a compartir, a desafiar, a fracasar, a recuperar, a amar.  A sufrir y a disfrutar. Y a veces, lamentablemente, a comer. Y todo eso se ve limitado si sólo vemos la educación a través de la pantalla de una computadora.

En una entrevista realizada en 2017 a un medio español, el orador motivacional Chris Gardner se preguntaba sobre el sentido de la educación. Y hacía preguntas importantes: “¿por qué nos educamos? ¿Para conseguir un trabajo? ¿Para tener dinero? Tal vez eso sea parte del asunto, pero sospecho que hay algo más”.

Como Gardner, la pandemia nos pone frente al espejo. Obliga a los educadores a re-pensarse, a cuestionar nuestras motivaciones más profundas. ¿Educarnos para ganar? ¿Qué? ¿Un trayecto educativo es una línea, un laberinto o un espacio sin movimiento, de introspección y búsqueda? ¿Cuál es el sentido de nuestro trabajo cotidiano?

Posiblemente no hay una respuesta única o definitiva para estas cuestiones. Pero podemos celebrar y reconocer el valor de la oportunidad que nos ha dado la crisis. De tomarnos un “time-out” para poner las cosas en perspectiva y encontrar nuevas soluciones a las necesidades. Tercera observación: durante el año pasado, alumnos, docentes y autoridades de todas las instituciones educativas del país trabajaron juntos para salir adelante. Y en su gran mayoría lo lograron.

Por eso si podemos asegurar, que el regreso a clases presenciales es positivo, siempre con recaudos y pautas de sanitización adecuadas. Porque los alumnos, docentes y amigos pueden volver a mirarse a los ojos. A disfrutar y aprender de la mutua compañía. Y en algunos casos, a tener la única comida que van a disfrutar en el día.

Al final de su entrevista, Gardner decía: “creo que tenemos que educar para que las personas tengan una vida plena, auto-realizada. Y así puedan cumplir sus sueños”. Nada mal la idea. A seguir estudiando. Y como decía el director de mi escuela primaria: que tengan todos una buena semana.

*Decano de la Facultad Ciencia de la Educación y de la Comunicación Social de USAL

 

Producción: Silvina Márquez