La catarata es una de las principales causas de pérdida de visión en personas mayores, pero también una de las enfermedades oftalmológicas con solución de mejor pronóstico.
Aunque es una patología oftalmológica irreversible, termina siendo una de las principales cegueras reversibles en el mundo. Si bien no suele provocar una pérdida total de la visión en sus etapas iniciales, cuando progresa lo suficiente puede llevar a una ceguera funcional o completa. La buena noticia es que, a diferencia de otras enfermedades oculares, la ceguera por catarata es completamente curable mediante cirugía.
Por eso, el diagnóstico y tratamiento a tiempo son fundamentales para evitar llegar a etapas avanzadas, cuando el impacto en la calidad de vida será mayor.
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Gracias a los avances en la cirugía ocular, hoy es posible recuperar la vista en pocos minutos y sin internación.
Cuando la visión se vuelve borrosa, con el paso del tiempo, el cristalino —el lente natural que tenemos dentro del ojo— puede volverse opaco. Esa opacidad se conoce como catarata y provoca que la visión se torne borrosa, como si se mirara a través de un vidrio empañado.
A diferencia de otros problemas de la vista, ni los anteojos ni las gotas logran mejorarla. Actualmente, la cirugía de cataratas es un procedimiento rápido, seguro y ambulatorio. En menos de media hora, y con anestesia local, se reemplaza el lente opaca por una lente intraocular precisa y personalizada para la necesidad de cada paciente.
La recuperación visual suele ser muy rápida: en pocos días, la mayoría de las personas recupera una visión clara y luminosa. “Es como si me hubieran limpiado un vidrio empañado”, podría ser la frase que resume uno de los testimonios más comunes de quienes se operan.
A diferencia de otros problemas de la vista, ni los anteojos ni las gotas logran mejorarla"
Además de resolver el problema principal, la cirugía permite corregir otros defectos visuales como la miopía, el astigmatismo o la presbicia (la dificultad para enfocar de cerca que aparece después de los 40 años).

Existen distintos tipos de lentes intraoculares según las necesidades y el estilo de vida de cada paciente.
- Monofocales, que mejoran la visión lejana.
- Trifocales o de rango extendido, que permiten ver bien a todas las distancias y reducen, o incluso eliminan, la necesidad de anteojos.
“No solo me saqué la catarata, también me saqué los anteojos de encima. Es una libertad enorme”, comenta una paciente.
Recuperar la visión no solo implica ver mejor sino también ganar independencia y seguridad. Volver a manejar, no necesitar lentes para los subtítulos en las pantallas de cine y televisión, leer sin dificultad o reconocer la cara de un ser querido son cambios que muchos pacientes describen como un “antes y después”.
“Lo primero que hice fue leerle un cuento a mi nieta sin anteojos. No lo podía creer”, cuenta otra paciente.
Cuidar los ojos es cuidar la vida. Los especialistas recomiendan controles oftalmológicos periódicos, especialmente después de los 50 años.
También aconsejan proteger los ojos del sol, mantener una dieta equilibrada y controlar enfermedades como la diabetes, que pueden acelerar la aparición de cataratas. Ver bien no es un lujo: es parte fundamental de la calidad de vida. Y cuando las cataratas aparecen, la cirugía ofrece una solución eficaz para volver a mirar el mundo con nitidez y confianza.