En julio de este año, una foto del presidente brasileño Jair Bolsonaro ofreciendo hidroxicloroquina a un avestruz se volvió viral. La imagen, más allá de su intención humorística, refleja la preocupación de las élites políticas en América Latina por ofrecer una solución a sus ciudadanos mientras la región se convierte en el foco principal de la pandemia mundial de Covid-19. Intentos como el empleo de transportes militares para traer máscaras N95 del extranjero o esfuerzos para desarrollar la capacidad local de producir respiradores artificiales evidencia la creciente urgencia, no siempre asociada a políticas coherentes, para enfrentar la pandemia. La situación no se limita a los ámbitos nacionales, sino que afecta a las organizaciones multilaterales – especialmente a la OMS cuestionada en varios frentes que abracan desde acusaciones de ineptitud y corrupción a sumisión a los intereses chinos – y a la comunidad internacional y su capacidad y voluntad de implementar mecanismos de cooperación que faciliten una respuesta consistente de los países a la crisis. Esta situación se magnifica en los países de ingresos más bajos que dependen en gran medida de la cooperación, así como del apoyo internacional para obtener los insumos necesarios para hacer frente a la pandemia.
En este marco algunas potencias han intentado impulsar una mayor y mejor cooperación con América Latina y el Caribe. Rusia no solo ha firmado acuerdos para proporcionar Avifavir a Bolivia, sino que también ha anunciado tener lista la primera vacuna para Covid-19 (el Sputnik-V) y estaría firmando contratos con Brasil y Cuba para su producción local. China está desplegando una activa “diplomacia de la salud” en América Latina y el Caribe asociada a una campaña mediática y a mecanismos de apoyo de amplio alcance para proporcionar suministros (y sus vacunas) a la región, como lo evidencia una reciente reunión en línea organizada por Beijing con 12 países latinoamericanos en el marco del Foro China-CELAC. Estados Unidos, por su parte, promovió el apoyo del presidente Trump a la hidroxicloroquina y volcó parte de sus existencias del producto en el mercado brasileño, pese a que se cuestiona su efectividad.
El trasfondo de esta iniciativa muestra una dimensión geopolítica más profunda
El 4 de agosto se realizó un webinario sobre “Estados Unidos, Rusia y América Latina: una agenda para la cooperación constructiva en la era posterior al Covid 19” organizado por la Embajada de Rusia en Guatemala, el Club Valdai, la Cámara de Comercio Ruso-Americana y CRIES. El webinario contó con la participación del viceministro de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Serguéi Ryabkov, quién llamó a la cooperación entre Estados Unidos y Rusia para ayudar a enfrentar la pandemia en la región, y se refirió a la crisis actual como una situación que “abre nuevas oportunidades para mejorar la cooperación y el desarrollo de nuevas áreas y de perspectivas adicionales para fortalecer la interacción entre ambos países”.
Sin embargo, el trasfondo de esta iniciativa muestra una dimensión geopolítica más profunda. Anticipándose a las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2020, Moscú está buscando formas de mantener un equilibrio global en la era posterior a la pandemia, señalando su voluntad de ir más allá de las conversaciones actuales sobre control de armas nucleares con Washington, en un esfuerzo por evitar quedar atrapado en el proceso de creciente enfrentamiento entre los Estados Unidos y China. Beijing se ha convertido en un socio cercano de Moscú en los últimos años, pero Rusia es consciente de la asimetría económica y el alcance global de los chinos. Siguiendo el principio de “nunca unos contra otros, pero no siempre juntos”, la cooperación con Estados Unidos en diferentes asuntos y en diferentes regiones puede ayudar a mantener un sano equilibrio frente a la creciente bipolaridad entre este país y China, buscando ampliar los canales de comunicación y mejorar las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos. Los mensajes apuntan a ambos candidatos presidenciales en las elecciones estadounidenses, especialmente tendiendo en cuenta la marcada preferencia de Trump a priorizar la rivalidad con China y de Biden a cuestionar el rol de Rusia.
La eventual cooperación entre Estados Unidos y Rusia para ayudar a abordar la pandemia es una buena señal y contribuye a equilibrar y mantener la diversificación de sus relaciones
A pesar de las diferencias con respecto a Venezuela y su impasse humanitario y político, América Latina es un campo propicio para promover estos mensajes y un terreno fértil para la cooperación, ya que la dinámica global cambiante exige agendas de política exterior más pragmáticas y diversificadas.
Desde el punto de vista latinoamericano, la eventual cooperación entre Estados Unidos y Rusia para ayudar a abordar la pandemia es una buena señal y contribuye a equilibrar y mantener la diversificación de sus relaciones. Como dice un refrán popular ruso, para América Latina y el Caribe “la ternera astuta mama de diferentes vacas”.