El politólogo Robert Keohane definió al terrorismo como la “globalización de la violencia informal”, porque es perpetrada por actores no estatales y porque estas organizaciones actúan mediante células dispersas en distintos rincones del planeta que en algún momento se activan. El 7 de octubre el horror se activó y tomó por asalto nuevamente a Medio Oriente. La seguridad de Israel fue vulnerada por Hamas que desde siempre rechazó el proceso de paz entre Israel y Palestina.
El conflicto israelí-palestino es de larga data, pero se potenció después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181 (II), que prevé la creación de un Estado árabe y otro judío en los territorios del antiguo Mandato británico de Palestina.
A partir de entonces, se sucedieron cuatro guerras. Las mismas tuvieron lugar en 1948, 1956, 1967 y 1973. En todas, Israel se impuso militarmente. Las migraciones y refugiados fueron procesos que acompañaron los choques armados.
Se hicieron varios intentos para negociar una solución de dos Estados, lo que implicaría la creación del Estado de Palestina independiente junto al Estado de Israel, concebido en su origen como un Estado judío. Cisjordania y la Franja de Gaza son territorios señalados por quienes buscan una solución basada en la propuesta “Dos Estados”.
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No obstante, el Estado árabe nunca se concretó (aunque la Resolución 67/19 de la Asamblea General, aprobada en 2012, acordó la admisión de Palestina como Estado observador no miembro de la Organización).
El conflicto no es solo bilateral. Es mucho más complejo, porque desde 2007, en el interior de Palestina, dos facciones se disputan el poder: Fatah (el partido tradicionalmente dominante) y Hamas. Con el triunfo de Hamas en las elecciones parlamentarias de 2006 y su toma de poder en la Franja de Gaza en 2007, el territorio controlado por la Autoridad Nacional Palestina se divide entre Fatah en Cisjordania y Hamas en la Franja de Gaza.
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Las autoridades sanitarias palestinas calculan que desde el inicio de esta nueva guerra, el 9 de octubre de 2023, alrededor de 4000 personas han perdido la vida en Gaza, sobre todo mujeres, niños y adultos mayores y calculan que otras 1300 personas estarían bajo los escombros. En Israel el saldo de muertos asciende a 1400 personas y Hamas perpetró alrededor de 200 secuestros.
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El Papa Francisco hizo un llamado a la paz entre israelíes y palestinos, y expresó: “La guerra no resuelve ningún problema. Sólo siembra muerte y destrucción. Aumenta el odio y multiplica la venganza. La guerra destruye el futuro”, afirmó.
Un dato para observar es que según Naciones Unidas, 2023 es el año con más muertes en el territorio de Cisjordania, en los últimos 20 años. Ya antes del ataque de Hamas había aumentado la violencia entre palestinos de Cisjordania y colonos israelíes. Esta semana también hubo protestas y pedidos masivos de renuncia del presidente Mahmoud Abbas, en Ramala, capital administrativa cisjordana, tras la ofensiva a un hospital en Gaza.
En las primeras horas del viernes 20 de octubre, Israel bombardeó la Franja de Gaza y el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, dijo a sus tropas que se prepararann para ver Gaza “desde dentro”.
En el norte de Israel la amenaza en la frontera con Líbano se llama Hezbollah, un grupo terrorista libanés que apoyó públicamente el ataque de Hamas a Israel. Hezbollah posee un arsenal de cohetes de largo alcance y manifestó que se uniría a la guerra si Israel intenta destruir a Hamas.
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Irán, otro enemigo público de Israel, manifiesta abiertamente su apoyo a ambas organizaciones terroristas. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió un respaldo inquebrantable a la seguridad de Israel “hoy y siempre”, y destacó: “el mundo no puede ignorar la humanidad de los palestinos inocentes” en Franja de Gaza.
Los intentos de la comunidad internacional para poner fin a las hostilidades y lograr la paz en esa región del mundo, fracasaron rotundamente. Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, Naciones Unidas, y la Liga Árabe son actores importantes en este laberinto geopolítico.
No obstante, ni los Acuerdos de Oslo (1993), ni la Cumbre de Camp David (2000), ni la Hoja de Ruta para la Paz (2002), ni la Iniciativa de Paz Árabe (2002, 2007 y 2017, que proponen la normalización de las relaciones y la firma de tratados de paz entre los países árabes e Israel, a cambio de que Israel abandone los territorios que mantiene ocupados desde 1967), ni las posteriores negociaciones, han podido evitar que la violencia, el horror y la muerte visiten otra vez esta porción territorial de Medio Oriente.
Así las cosas, con misiles volando, con olor a pólvora y muerte flotando en el aire, y con la comunidad internacional postergando por más de 7 décadas el reconocimiento de Palestina como Estado (pleno), las probabilidades de alcanzar la paz firme y duradera en el corto plazo son tristemente escasas. Una vez más, la realidad les otorga vigencia a las palabras de Thomas Hobbes: “El hombre es el lobo del hombre”.