En los tiempos complejos que vivimos, con una epidemia de escala planetaria, lo digital se vuelve un terreno tan habitado como desconocido en que gran parte de la sociedad es empujada a trasladar aspectos de su vida e intimidad sin las herramientas adecuadas para protegerlas.
En la proliferación de ataques poco sofisticados que tienen como víctima a usuarios desprevenidos, el “Sextorsion” llega a titulares de diarios y revistas de todo el mundo. Hace apenas unas semanas, Fanny Mandelbaum se convertía en víctima de extorsión por parte de delincuentes que aseguraban tener videos con contenido sexual y demandaban un pago en Bitcoins para no divulgarlo.
Este hecho fue parte de una ola de más de 300 casos de intento de estafa reportados ante la Unidad Fiscal de Ciberdelito, producto de un ataque global que afectó a miles de usuarios en distintos países. Entre otros antecedentes locales encontramos ataques tales como el secuestro de bases de datos de la Provincia de San Luis, en noviembre de 2019, y el hackeo al sistema de transporte de la provincia de Santa Fe a inicios de este año. En todos esos casos, el pago demandado fue en Bitcoins.
Fui víctima de un delito informático, ¿cómo debo proceder?
En esos casos, el eje de la discusión mediática se traslada así de la acción de los criminales, o la reparación de las víctimas, al medio de cobro elegido por los delincuentes, poniendo a Bitcoin en el centro de la escena e instalando en elimaginario colectivo la asociación mental entre Bitcoin y lo ilícito.
La banda responsable de “Sextorsion” a Maldebaum operaba desde Costa de Marfil y fue desbaratada por un operativo internacional. Durante 2019 también se identificaron más de 300 usuarios de una red de pornografía infantil y rescataron a 23 víctimas de explotación. En todos estos casos Bitcoin, lejos de ser un arma de impunidad, fue una herramienta utilizada por la Justicia para dar con los delincuentes.
Tal como señala el Martín Kopax-Global, compliance officer: “Esta tecnología permite resolver crímenes que no hubieran sido resueltos de otro modo”.
Aunque en estos días Bitcoin está en boca de todos por algo llamado halving que reduce su emisión a la mitad, cosa que históricamente ha llevado su precio a picos como los u$20.000, desde la ONG Bitcoin Argentina, organización civil sin fines lucro que desde el año 2013 realiza capacitaciones sobre Bitcoin y tecnologías descentralizadas en todo tipo de ámbitos institucionales o de la sociedad, en palabras de su Presidente Rodolfo Andragnes “queremos arrojar una poco de luz sobre este aspecto del anonimato de la moneda”.
¿El Bitcoin es anónimo?
Podemos pensar en Bitcoin como una moneda digital, global, funcional 24/7 que permite intercambios de valor entre personas de forma libre, segura y sin necesidad de intermediarios que autoricen, censuren o limiten la posibilidad de transaccionar. Un recurso ideal para una sociedad que ha dejado de verse atada por los límites de la territorialidad, que vive varias horas del día ante pantallas y consume desde un smartphone en la palma de su mano servicios prestados desde India, China, Estados Unidos o Luxemburgo.
En un mundo digital y sin fronteras, el delito se vuelve digital y sin fronteras. Las estafas y ataques no son novedad en internet: virus, phising, falsas promesas y engaños de todo tipo llevan décadas llegando implacablemente a la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico.
Aunque la realidad de los hechos demuestra que aún hoy estas modalidades delictivas se resuelven principalmente con pagos bancarizados o el dólar billete, como el caso de Ezequiel "Pocho" Lavezzi, al igual que en varios comics, los poderes del superhéroe se convierten en su maldición y, de este modo, los mismos atributos que hicieron a Bitcoin una herramienta para empoderar a las personas, lo transformaron en el más famoso pero no más utilizado medio de cobro para delincuentes en el ciberespacio.
Qué ven los Bitcoiners que nosotros no vemos
Sin embargo, pese a la narrativa popular, Bitcoin no es necesariamente anónimo, sino que es altamente trazable y públicamente auditable, tal como explica Andreas Antonopoulos, uno de los tecnócratas más reputados:
“Definitivamente la privacidad de Bitcoin no es perfecta. Está bastante lejos de ser perfecta. Así que muchas personas, cuando se encuentran por primera vez con Bitcoin o con cualquier otra criptomoneda asumen o escuchan de otras personas que estas cosas son anónimas. Y eso no es cierto. Bitcoin es pseudónimo, lo que significa que tu dinero tiene una identidad en una dirección de Bitcoin, y esa dirección podría estar conectada a tu identidad como persona, más de lo que crees”.
Si bien establecer un vínculo entre una dirección Bitcoin y una persona física no es sencillo, según estudios realizados por profesionales y empresas especializados en monitorear los movimientos de la red, en 2019 el 63% de los bitcoins obtenidos a través de la comisión de un ilícito intentan hacerse efectivos a través de casas de cambio o “exchanges”, empresas que prestan servicios financieros las cuales suelen exigir a sus usuarios, identificación, acreditación de domicilio y declaración del origen de fondos.
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El fantasma de no tener dueño
Lo desconocido asusta, Bitcoin y Blockchain no son la excepción. Además, esta tecnología magnífica ha quedado huérfana, como Batman, Superman, Spiderman.
Gobernada por protocolos matemáticos, auditable por cualquier interesado y regida por el consenso, es una red global de computadoras que, de forma descentralizada,aportan su poder del cálculo para procesar las transacciones y auditar el registro de las mismas. Un asiento contable digital universal, libre e irrestrictamente replicable en cientos de miles de computadoras.
Bitcoin ha trascendido los objetivos de su creador, transformándose en un registro capaz de dotar de inmutabilidad y transparencia a nuestros registros digitales, o una infraestructura para aplicaciones descentralizadas, capaces de colaborar con la integración financiera de sectores excluidos y la construcción de identidades digitales respetuosas de la privacidad y la autonomía de los internautas.
Las alarmantes tendencias del cibercrimen
A pesar de los avances y desarrollos, que permiten un entendimiento institucional más amplio sobre las ventajas de esta tecnología, la sociedad está acostumbrada a relacionarse a través de intermediarios en los que deposita de forma colectiva la “confianza” pública: Bancos, escribanos y registros son las personas o entidades que dan fe de nuestra voluntad de hacer algo o crear algo, asumir compromisos, responsabilidades y defender los derechos ante terceros.
Prescindir de estas personas delegando la confianza en software es tan desconocido como atemorizante. Aquí, usar un servicio que no tiene dueño y exige ser los custodios de nuestros valores da miedo, atemoriza la posibilidad de no tener ante quien realizar, un reclamo, asusta tener la responsabilidad sobre lo propio.
Es necesario que exista dinero anónimo
Como sostiene Franco Amati emprendedor del sector y co-fundador de la ONG Bitcoin Argentina y Bitcoin Iberoamérica
“Al mutar el papel moneda tradicional, anónimo y fungible (billetes), a lo digital, nos acostumbramos a perder estos atributos de lo que dependen nuestra privacidad, seguridad y libertad individual. Bitcoin es una defensa ante el orwellianismo empresario o gubernamental.”
En un mundo digital y sin fronteras, el delito se vuelve digital y sin fronteras. Las estafas y ataques no son novedad en internet: virus, phising, falsas promesas y engaños de todo tipo llevan décadas llegando implacablemente a la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico.
Fuera de lo que creíamos, el 2020 no nos encontró en Marte o en la luna, sino en el smartphone donde, desde nuestras camas, cedemos el uso de nuestra imagen a empresas; consentimos que desconocidos accedan a nuestro GPS; aceptamos que la información sobre nuestros gustos, preferencias e intereses sean comercializados; toleramos que nuestros mensajes y comunicaciones privadas sean leídas; brindamos acceso irrestricto al microfono y camara de nuestros dispositivos para jugar al candycrush; nos divertimos entrenando dispositivos de reconocimiento facial y vigilancia urbana, solo para experimentar cómo nos veremos abuelos en una foto, y pronto compartiremos todos nuestros movimientos finacieros, y sin escandalizarnos.
Los riesgos del placer, el sexting y su lado B
En la complejidad de esta pandemia, donde los individuos parecieran verse subsumidos ante lo colectivo de forma permanente, justificando diversas formas de totalitarismo e intromisión en nuestras vidas en pos de “protegernos”, todo indica que hemos aceptado que el pago del precio requerido por este confort virtual, no son los “Bitcoins de Fanny Mandelbaum”, sino nuestra privacidad y nuestros derechos.