OPINIóN
Columna

Go and stop

La diversificación del entramado productivo, es un camino necesario y de largo aliento.

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Dólares | 3D Animation Production Company / Pixabay

En los tempranos '70 Marcelo Diamand apuntó a “la restricción externa”. Sustentaba su teoría en la insuficiencia crónica de divisas para lograr un crecimiento duradero. Cuanto más se crecía, más dólares se precisaban para pagar las importaciones dada nuestra “estructura productiva desequilibrada”.

Cincuenta años después, el panorama luce más desalentador. La participación argentina en las exportaciones mundiales es menor que cinco décadas atrás y nuestra presencia en las cadenas globales de producción, salvo destacadas excepciones, se concentra en bienes con poco valor agregado, es decir que suman pocos dólares al bien en cuestión.

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Esa restricción se hace aún más profunda. Nuevas causas, o existentes en forma incipiente a la centralmente descripta por Diamand, demandan divisas:

  1. Para solventar los déficits fiscales se recurrió al endeudamiento externo. Los dólares se  transformaban en pesos para pagar gastos corrientes. Luego había que devolver aquellos dólares apreciados con respecto al peso más los intereses correspondientes. Recuerdo las palabras de Martinez de Hoz elogiando el endeudamiento del país como demostración de confianza por parte de los mercados. Este viaje al pasado no le dejó ninguna lección a la administración macrista.
  2. El consumo de bienes finales importado es mucho mayor. No es un capricho argentino sino una característica de la internacionalización de la economía, con su influencia en la vida cotidiana. Las Tonomac que fabricaba Diamand son una muestra de esta sustitución.
  3. El gasto de turismo al exterior, casi inexistente en aquella época, causa un déficit  en años sin pandemia cercano a los 10.000 millones de dólares. El dólar caro luego de las devaluaciones se desvanece producto de la inflación argentina. La tendencia mundial a” vivir experiencias”, y el viajar al exterior es una de las más apetecidas, acrecienta esta vía. Aunque debiera ser posible equilibrar algo esta relación con más turismo receptivo, la infraestructura y la conexión con nuestro interior y con los países de la región es una limitante.
  4. El ahorro argentino, que existe, demanda también dólares que no se vuelcan al proceso productivo. Aún con la restricción que significa el tope de 200 dólares, el BCRA ha perdido entre 800 y 1.000 millones por mes de dólares en los últimos tiempos. Esta tendencia se aproxima a otros 10.000 millones de dólares anuales. Los activos de argentinos en el exterior o en el colchón, según publicó recientemente el Indec son 220.000 millones de dólares. Orlando Ferreres, en 2019, los estimaba en el doble, más que el PBI de un año.

 

Si la necesidad de divisas para la industria es hoy menor dada la recesión heredada y continuada por la pandemia, casi sin pago de deuda externa por “reperfilamiento” suspensión o renegociación, y con el déficit del sector turismo clausurado por el Covid-19, las reservas se deterioran, ¿qué ocurrirá cuando estos factores dejen de estar contenidos?

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Preguntarnos esto en medio de la crisis suena a ciencia ficción, pero es la realidad pura y dura con la que la economía argentina puede volverse a encontrar. Las soluciones que aparecen más a mano, desde suprimir la compra de dólares para ahorro, desdoblar de jure el tipo de cambio, vender bonos en poder del Banco Central o devaluar más agresivamente, pueden servir para sortear la difícil coyuntura pero no resuelven uno de los problemas de fondo de nuestra economía.

El ministro Kulfas con toda razón aboga por el cambio de nuestra desequilibrada estructura productiva. Soluciones sencillas, como cerrar más la economía o restringir (post Covid) los viajes al exterior, no son posibles ni aptas para solucionar un problema complejo: el desequilibrio del sector externo. Por lo que el camino propuesto, la diversificación de nuestro entramado productivo, es necesariamente de largo aliento.

Para lograrlo es necesario contar con recursos. Existen dos fuentes a los que normalmente los países acuden, fuera del endeudamiento, y que La Argentina se empeña objetivamente en despreciar: el ahorro doméstico traducido en inversión y la inversión extranjera directa.

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En ambos casos nuestro país es un ejemplo prácticamente único: por un lado, la tenencia de dólares aparece como la tendencia generalizada para resguardar el ahorro interno, y por el otro no sólo disminuye año a año el flujo de IED, sino que comienza a reducirse su stock.

Las herramientas para revertir esta situación no dependen sólo de los instrumentos económicos aptos, que además deben contemplar la competencia fiscal entre países- sobran los ejemplos y algunos están muy cerca- y el proteccionismo renacido; sino de la política, que debe ser algo más que un campo de batalla permanente y en algún momento debe posibilitar el debate de ideas y el encuentro de un rumbo medianamente compartido. La democracia existe para algo más que votar cada dos años.

 Si no, el repetido stop and go- creo que debiera ser go and stop- nos esperará siempre a la vuelta de la esquina.

 

* Exdiputado, exembajador.