I. El sentido siempre surge de una interpretación y tiene alguna relación con la verdad. Y aunque sea cierto que no existen, o existen muy pocas, verdades absolutas, actualmente somos testigos del intento de destruir todo retazo de verdad y, desde luego, también los sentidos.
A modo de definición, sostengamos que el sentido anudado a una porción de verdad requiere de un conjunto de hechos, que habitualmente llamamos realidad, y de un puñado de argumentos.
Entre unos y otros, a su vez, debemos establecer nexos causales consistentes. Eventualmente, se nos puede presentar una contradicción, con su correspondiente displacer, y allí el pensamiento se da a la tarea de resolverla; esto es, hallar el camino para su disolución, o bien para decidir cómo darle cabida a los términos antagónicos.
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Desde las 18 del domingo, es decir, desde hace unas pocas horas, pareciera que nos encontramos debatiendo el sentido de los resultados de las elecciones legislativas. Efectivamente, no es obligatorio que haya un sentido único, pues los hechos son numerosos y diversos, y los argumentos son heterogéneos.
Sin embargo, y por eso dije pareciera, intuyo que nos encontramos en otro escenario, muy diferente, sobre todo porque hechos y argumentos apenas importan y, en consecuencia, nada queda de alguna verdad sobre la que construir sentidos.
Quién ganó, dónde, por qué, por cuántos votos, cómo se enlazan los resultados de cada provincia con el conjunto global del país, cuáles son las cifras del ausentismo y cuáles las razones de su aumento o disminución respecto de elecciones anteriores, etc., son algunos de los ítems que se discuten. Podemos agregar el debate acerca de cuánto mejoró el acto eleccionario el uso de la BUP, las confusiones de algún candidato, entre otros asuntos.
Nuevamente, todo ello pareciera que son los hechos y argumentos, no obstante si cada quien sólo pretende imponer su discurso y sus conclusiones, si ordena arbitrariamente los datos y justifica lo injustificable, en lugar del sentido resulta hegemónico el sinsentido. Aun no podemos decidirlo, pero todo indica que, por lo menos estos días, la democracia quedará reducida a una pugna por imponer en las redes sociales la imagen caprichosa de quién ganó.
II. Freud sostuvo que en el desarrollo evolutivo cada sujeto construye, primero, el juicio de atribución y solo después el juicio de existencia. El juicio de atribución es el que le permite al yo decidir si algo le gusta o no, si le parece útil o perjudicial. Más tarde, entonces, será capaz de realizar el juicio de existencia, juicio que le permite identificar si algo que tiene en mente (una representación) coincide o no con una percepción. De allí extraemos un corolario significativo: el ser humano aprende a decidir si algo le gusta o no, antes de saber si eso existe o no. En suma, lo que veamos en la Red X durante el lunes, algoritmo mediante, será lo que confirme nuestros deseos sin preocuparnos por su realidad.
III. El sentido es una construcción compleja y abarcativa; no concierne únicamente a un acto intelectual. En todo caso, comprende a un universo cognitivo en su definición más amplia. En efecto, reúne procesos intelectuales, afectivos, orgánicos e intersubjetivos. Más aun, tengamos en cuenta que el significante sentido reúne la dimensión semántica y, simultáneamente, alude a nuestro sistema múltiple de registro, nuestros cinco sentidos: el olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído. Pese a parecer una redundancia, podemos señalar que nuestros sentidos crean sentidos.
Desde que asumió el actual gobierno, los afectos que despierta son sobre todo afectos displacenteros, especialmente el odio, bajo la forma de la crueldad con los vulnerables y la humillación de los que piensan diferente.
Por ello, lo que se juega en esta etapa, y entonces en cada elección, es si rechazamos o no el ataque a los cuerpos, al pensamiento, a los vínculos, a la democracia. En síntesis, a todos nuestros sentidos.
Pero hay algo más, posiblemente más grave, aunque no tan ruidoso como la violencia. La política del sadismo, finalmente, conduce a un desenlace funesto, el desaliento, y el ausentismo es el síntoma más palpable. Esto es, poco a poco, la violencia va suprimiendo los lazos sociales, el compromiso con el otro y el entusiasmo por hacer proyectos compartidos. En suma, temo que lo que quede desalojado en el debate sobre los resultados es cómo lograr una construcción política que permita rescatarnos de la indiferencia o, lo que es lo mismo, que permita que nuestras vidas tengan un sentido singular y colectivo, en lugar de hundirnos en el sinsentido.
(*) Doctor en Psicología. Psicoanalista.