Estamos atravesando una crisis multicausal, y si bien todos damos por descontado que es eminentemente política y económica, no podemos perder ni por un momento su dimensión espiritual.
En los últimos años hubo muchas señales de acompañamiento de parte de los representantes de las diez religiones más reconocidas del país, las cuales no fueron tenidas en cuenta, por eso sería oportuno que la nueva reorganización del Gobierno comience a darles la importancia que se merecen, más que nada en estos momentos cuando la gente está tan angustiada.
En agosto de 2020, hubo una reunión en el Movimiento Productivo Argentino convocada por el Congreso Mundial del Diálogo Intercultural e Interreligioso, con la expresa voluntad de participar activamente en el llamado a un Compromiso Social Amplio entre todas las religiones y credo del país. En el mismo ámbito se redactó una Oración Ecuménica con la intención de ser presentada en un ámbito oficial. La sugerencia no fue tomada por el Gobierno.
Luego, en noviembre del año pasado Argentina fue sede de la cuarta edición del Congreso Mundial de Diálogo Intercultural e Interreligioso, presidida por su fundador Gustavo Guillermé, bajo el lema “Pensando la transformación de Argentina 2023–2053”. En ese ámbito nuevamente, estas organizaciones que llevan años trabajando en pos de insertarnos en una senda hacia la paz se pusieron al servicio de la Patria. Tampoco fueron escuchadas.
En los últimos años hubo muchas señales de acompañamiento de las religiones
Una crisis de tamaña envergadura como la que estamos viviendo necesariamente nos remonta al 2001. La consigna “que se vayan todos” se convirtió en un grito que atravesó las protestas, sin banderías ideológicas. Así, los obispos católicos se reunieron en una asamblea plenaria, haciendo un llamado de atención sobre “la sensación generalizada de abatimiento y desilusión” que afectaba a la población que le reclamaba a sus dirigentes que reacciones de una vez por todas. Siete meses después y frente a la inminente crisis, le acercaron al gobierno de Fernando de la Rúa la propuesta de armar una gran mesa de concertación que tenga como fin elaborar un “Plan nacional de emergencia”.
Luego, la sede de Cáritas en Buenos Aires –bajo la coordinación del obispo Jorge Casaretto– fue el punto de encuentro de un amplio abanico conformado por representantes del gobierno, sindicalistas, banqueros, empresarios, políticos y representantes de la sociedad civil. Tenían un propósito concreto, buscar consensos y elaborar políticas para hacerle frente a la crisis. Nada de esto fue tenido en cuenta.
Pero en 2002, el nuevo gobierno retoma la Mesa del Diálogo Argentino como una herramienta fundamental para viabilizar la concertación y la búsqueda de alternativas. Recuerdo que cada iniciativa del Ejecutivo era girada para que ellos la evaluaran y generalmente volvían perfeccionadas.
Por eso estoy convencido, que al igual que en 2002 –cuando la Mesa del Diálogo Argentino nos posibilitó salir del desastre en el que se encontraba Argentina– hoy, un llamado ecuménico de unidad no debe ser desoído, ya que podría ser de gran ayuda en esta nueva etapa del Gobierno.
*Ex presidente de la Nación.