OPINIóN
Política

Crisis en la coalición de gobierno, pensar el día después

Las consecuencias de esta ruptura serán devastadoras en una ya pobrísima gestión de gobierno.

Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández | Cedoc

El trámite legislativo del Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fue el escenario que eligió Cristina Fernández de Kirchner para decirle al país que su experimento político entraba en una fase terminal.

Ya no habló de funcionarios que no funcionan sino que directamente hizo evidente que se bajaba, con los suyos, de la mesa de conducción. Las consecuencias de esta ruptura serán devastadoras en una ya pobrísima gestión de gobierno. El brutal aceleramiento de la inflación en estos días es sin lugar a dudas el mejor indicador del miedo que los agentes económicos perciben en estos momentos de crisis política. Si a esto le sumamos la guerra en Ucrania y sus consecuencias en la economía mundial, no podemos dejar de preocuparnos intensamente por el devenir de la Argentina en los próximos meses.

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Todo este cuadro de situación acelera los tiempos de la transición política.  Al menos a nivel de hipótesis, la oposición debe considerar la posibilidad de una entrega anticipada del poder. Si este fuera el caso, resulta indispensable comenzar a discutir públicamente cuáles serán los lineamientos básicos de un programa para superar semejante crisis.

Orlando Ferreres habla de la necesidad de un programa de 150 políticas para la reconstrucción, y muchos otros analistas especializados así lo plantean. Sin embargo, ninguno de los equipos que han formado los candidatos de la oposición se ha planteado aún el comenzar a compartir con la sociedad las reformas necesarias para salir adelante. Si queremos empezar a vislumbrar una salida se deben introducir cambios drásticos en los tres niveles de gobierno: Nación, provincia y municipios. Hay que revisar los poderes legislativos, las empresas públicas, las cuestiones previsionales, laborales y cambiarias, por tan solo mencionar algunos de los ejes de acción.

La crisis Argentina, que tiene en la inflación y persistente déficit público sus rasgos más destacados, no la creó este gobierno ni el anterior. Se viene “construyendo” en los últimos 40 años de democracia. Esto implica que detrás de cada desajuste, detrás de cada beneficio inexplicable que hay que eliminar, hay un grupo de presión, preparado para resistir su “espacio de privilegio”. Para ejemplificar esto podemos tomar el caso de Aerolíneas Argentinas, tan debatido los últimos días en la agenda pública a partir de las declaraciones del ex Presidente Mauricio Macri sobre la necesidad de privatizarla.

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Todos sabemos que Aerolíneas no puede seguir así y que el próximo gobierno deberá encontrarle una solución al déficit estimado mínimamente en unos US $600 millones anuales. Con un 40 por ciento de pobres no podemos darnos el lujo de contar con una aerolínea de bandera, beneficio que utilizan solo las clases medias y altas. La privatización, sin lugar a dudas, sería el camino más fácil pero también el más improbable. ¿Quién querría hacerse cargo de una empresa endémica que pierde dinero hace cuarenta años? La otra alternativa es el cierre,  pero esto solo podrá hacerse si se construye el consenso social necesario. La historia nos demuestra que, política versus lobby -mano a mano- gana lobby. La política no puede sola. No se trata de juntar a quienes “hasta ahora” representan el 70 por ciento de los votos. Claro que no.

Para poder cambiar a la Argentina y construir el país que todos queremos, tenemos que lograr el respaldo social, el crédito social, de una comunidad que entienda porque se quieren hacer los cambios que hay que hacer. Solo así se construirá la fuerza necesaria para ir por todos esos “espacios de privilegio” que hoy son parte de esta espiral destructiva en la que estamos atrapados.

 

* Eduardo Jacobs, economista y magíster en Filosofía de la Economía de la Universidad de Cambridge.