En el Cordobazo se mostraron por primera vez las masas obreras y estudiantiles unidas en las calles repudiando la dictadura militar iniciada en 1955. Obreros y estudiantes tomaron las ciudades de Rosario, Mendoza, Río Negro, Cipoletti y Tucumán. Reclamaban elecciones libres, sin fraudes ni proscripciones.
Las 62 Organizaciones Peronistas fueron la cabeza de la lucha hasta el mismo 29 de mayo. La situación social en la Argentina era un estallido de demandas. Las protestas en Córdoba se transformaron en un hecho histórico que se llamó “Cordobazo”.
Todo el mes de mayo fue un encadenamiento de conflictos y movilizaciones que fue el arrastre de la presión que venía germinando. El 14 de mayo, pese a los piquetes y a la represión del Ejército y del cuerpo de Infantería de la Policía Federal, los obreros se dieron cita en las instalaciones del Córdoba Sport Club.
En esa asamblea, Elpidio Torres, dirigente de los mecánicos (Smata), alineado con Augusto Vandor, llamó a resistir las medidas del gobierno y, particularmente, a combatir la política económica del ministro Adalbert Krieger Vasena. A la salida del edificio se produjeron enfrentamientos con la policía que se extendieron a gran parte del centro de la ciudad y culminaron con refriegas, tiros y detenidos.
A 50 años del Cordobazo, la revuelta obrero-estudiantil que sacudió al país
En esa histórica asamblea el único dirigente estudiantil que tomó la palabra fue Pascual Bianconi, presidente del centro de estudiantes de la Facultad de Derecho e integrante de la AUN, agrupación universitaria que respondía a la Izquierda Nacional. Allí expresó la importancia de la alianza obrero-estudiantil, el retorno de Perón y el apoyo activo al plan de lucha de la CGT.
Mientras un grupo de asesinos planificaba a las sombras el asesinato del líder del movimiento obrero, Augusto Vandor con la 62 Organizaciones y la UOM estaba protagonizando los días heroicos de 1969 que llevarían al estallido del Cordobazo. Las masas populares había ganado la calle.
Todos los grupos de la izquierda –sin excepción– que hoy reivindican el Cordobazo, en las vísperas del mismo, en la asamblea estudiantil multitudinaria de casi 9.000 estudiantes realizada en la tarde del 28 de mayo en el barrio Clínicas, se opusieron a adherir al paro del día siguiente porque era convocado por “los burócratas de la CGT”.
Por el lado estudiantil, la ultraizquierda convocó a “ir a los barrios”. Solo la AUN (Agrupación Universitaria Nacional) –que dirigía el Centro de Estudiantes de Derecho con el liderazgo del estudiante catamarqueño Simón Pelado Gómez, y los Centros de Estudiantes de la Facultad de Matemáticas y Física, con la presidencia de Eduardo González, y de la Facultad de Medicina, con Pascual Bianconi– fue junto a miles de estudiantes los que tuvieron a raya firme a las fuerzas represivas en el barrio Clínicas.
Así lo demuestran las fotografías de los acontecimientos publicadas por toda la prensa que cubrió esos acontecimientos: el Pelado Gómez, que fue detenido y condenado por la Cámara “del terror” Federal cumpliendo condena por 3 años; Pascual Bianconi, que fue luego electo secretario general de la FUA; y Eduardo González, todos ellos militantes del PSIN, Partido Socialista de la Izquierda Nacional, cuyo secretario general fue primero el metalúrgico Manuel Carpio y luego Jorge Abelardo Ramos.
El PRT(C) que lideraba Mario Roberto Santucho, jefe del ERP –que pocos días antes del Cordobazo decía que “era suicida enfrentar a los policías y demás organismos de represión con las manos vacías”–, aconsejó no hacer movilizaciones por un largo tiempo, hasta que las masas estuvieran armadas.
La izquierda y la ultraizquierda no participaron de las luchas sociales que derribaron al régimen oligárquico del general Onganía. Por el contrario, buscaron montarse en ellas para “agudizar las contradicciones”. Con sus posteriores acciones armadas y conflictos violentos, con el secuestro de gerentes o empleados jerárquicos de fábricas, animaron la represión militar contra los trabajadores. En definitiva, buscaron conscientemente aumentar la represión. La consigna del manual del Che Guevara era “crear dos, tres, muchos más Vietnam en América Latina”. Estos grupos sostenían que “a mayor represión policial o militar aumentaban las condiciones para la revolución obrera.” En la misma línea estratégica sostuvieron que “cuanto peor, mejor”. Los hechos habrían de demostrar lo contrario.
La historia oculta
Alejo Simó de la UOM, Elpidio Torres del SMATA y Atilio López de la UTA fueron quienes convocaron al paro y movilización del 29 de mayo de 1969. Y fueron estos los gremios que comenzaron una serie de movilizaciones, huelgas y asambleas que desembocarían en las heroicas jornadas de mayo en Córdoba.
La prensa antiperonista agigantó la figura del anti peronista Agustín Tosco de Luz y Fuerza para relativizar el gran poder obrero del peronismo, especialmente el de Elpidio Torres del SMATA y de la CGT nacional de Vandor. Tosco fue invitado por Torres a sumarse al paro y su compromiso fue inmediato, pero de ninguna manera el dirigente de Luz y Fuerza fue promotor de la movilización.
La CGT –de Ongaro– que luego y sin que nada lo justifique, fue presentada como uno de los “motores” del Cordobazo, se desinflaba de la misma manera en que había nacido.
Sobre el tema es concluyente Lucio Garzón Maceda: la CGT de Ongaro no cumplió un papel decisivo, como sí lo hicieron algunos gremios que en Córdoba la apoyaban, como el caso de Luz y Fuerza.
El Cordobazo fue la primera expresión popular de las clases medias junto al movimiento obrero. Por primera vez en el siglo XX, obreros y estudiantes coincidieron en un proyecto común: la soberanía popular y el retorno sin condiciones del proscripto general Juan Domingo Perón.
Con el triunfo de la Izquierda Nacional en la conducción de la FUA (Federación Universitaria Argentina) en 1970, el PC pierde su bastión universitario. La dirección de la central universitaria la ocupará la AUN, que respondía al Partido Socialista de la Izquierda Nacional, cuyo primer secretario general no fue otro que Manuel Carpio, uno de los fundadores de la UOM junto a su primer secretario general, Ángel Perelman.
Sostiene Garzón Maceda, en ese entonces abogado de la CGT Córdoba: “Sin exagerar, en algunas circunstancias (en el Cordobazo), la CGT marcó el rumbo al movimiento estudiantil”.
Por primera vez en su historia la FUA marchaba junto al movimiento obrero, reivindicaba el 17 de octubre de 1945 y exigía el regreso de Perón. El general envió varias cartas a los dirigentes de la Izquierda Nacional felicitando el triunfo de la universidad en las calles. El proceso cultural de nacionalización de las clases medias se había ganado, por el momento.
“No hubiera habido un Cordobazo sin el planeamiento del liderazgo sindical”, asegura el investigador James Brennan, un historiador de referencia que investigó la revuelta de 1969 y que sostiene que la lucha de obreros y estudiantes en la ciudad de Córdoba pedía, también, la vuelta de la democracia.
Sobre el Cordobazo, como en toda la historia oficial argentina, hubo y hay ocultamientos interesados. La figura decisiva y preponderante fue la de Elpidio Torres, secretario general del SMATA, aliado fundamental de la UOM Córdoba y de Vandor.
Respecto a la decisiva gravitación del líder de los mecánicos cordobeses, explica Garzón Maceda: Se debe terminar con el ocultamiento y las inexactitudes relativas a su protagonismo entre 1959 y 1969, y en especial a la participación del secretario general del Smata en la protesta sindical antidictatorial del 29 de mayo de 1969. Fueron varios los factores que permitieron la deformación histórica.
Pocos días antes de la protesta del 29, grupos con ideologías mal digeridas expresaron de forma pública su repudio al paro activo, considerándolo una “nueva maniobra burocrática”. Luego, ante la trascendencia del acontecimiento, esos mismos grupos se sintieron obligados a justificar su deserción.
Invocaron, con cierta originalidad, una tesis patética: la del espontaneísmo, en cuya virtud, la manifestación sindical no fue organizada ni conducida por los dirigentes, sino que fue una reacción espontánea de la muchedumbre.
Ni sindicatos ni dirigentes. Solo individuos y espontaneidad. Recuperada la democracia, se reiteró desde las academias –en boca de estudiantes devenidos profesores– la tesis del “espontaneísmo”, omitiéndose al SMATA y a Torres.
Se alegó, incluso, que los hacedores de la rebelión de 1969 habían sido “dirigentes clasistas”, incluidos los pertenecientes a los gremios de Fiat, quienes, como se sabe, tuvieron gravitación pública recién dos años después. Del sindicalismo legalista, ni noticias. De Torres, menos.
Reconocer el liderazgo de Elpidio Torres en el Cordobazo implica reconocer a la UOM y a Augusto Vandor. Es reconocer que ni la izquierda, ni Ongaro, ni toda la ultraizquierda tuvieron nada que ver en el Cordobazo, sino más bien que estos últimos estuvieron activamente en contra.
Luego del fracaso del “entrismo” o la “infiltración”, el grupo de Nahuel Moreno fundó el PRT, Partido Revolucionario de los Trabajadores, que pronto se dividió en PRT “La Verdad” y PRT “Combatiente”. El primero era liderado por Moreno y el segundo por Mario Santucho, que dió origen en 1970 al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Este último grupo muy pronto asesinaría a dirigentes obreros como el secretario general de la FOTIA de Tucumán, Atilio Santillán, a Rogelio Coria, secretario general de la UOCRA, y a José Pedro Chirino, delegado gremial de la UOM, entre otros tantos.
Nahuel Moreno (pseudónimo de Hugo Miguel Bressano) no participó del ERP ni de la lucha armada y finalmente fundó el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en alianza con Juan Carlos Coral y otros dirigentes escindidos del Partido Socialista de Juan B. Justo.
Ninguna organización armada tuvo participación en el Cordobazo. Santucho y su grupo no apoyaron esas jornadas. El dirigente guerrillero Héctor Jouvet del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo), que en los años 1963-64 combatió en Salta con Jorge Ricardo Masetti y que en esos momentos se encontraba detenido en la Cárcel Penitenciaria de Salta, dice que: “Lo que me impactó más fue el Cordobazo. Primero porque no me lo esperaba, y segundo porque desbordó cualquier previsión. Le pasó por encima a todas las organizaciones.”
Ignacio Vélez Carreras es uno de los pocos sobrevivientes del grupo Montoneros que participó del secuestro de Pedro Eugenio Aramburu. Proveniente de una familia tradicional cordobesa (con varios miembros jueces y abogados), conservadora y católica, fue uno de los fundadores del grupo armado.
Sus reflexiones son esclarecedoras: “Nunca estuvimos afiliados (al Partido Justicialista) ni participamos en sus estructuras locales. En realidad, sentíamos por el PJ un profundo desprecio... Era tan fuerte la conciencia del destino manifiesto del grupo, tan clara la decisión, que el Cordobazo nos pasó de lado".
Víctor Ramos, autor de Hombres de acero. Historia política de la Unión Obrera Metalúrgica, De Nelson Mandel al INADI y de Biografía de Manuel Ugarte.