Para hablar de violencia urbana en nuestro país, es propicio hacer un poco de historia, y recordar que tuvo su bautismo de fuego durante el segundo gobierno constitucional de Perón, con el atentado en la Plaza de Mayo del 15 de abril de 1953.
Ese día se perpetró el primer ataque terrorista, protagonizado por un comando de la oligarquía, integrado por un grupo de furibundos antiperonistas, que consistió en la detonación de dos bombas: una en el Hotel Mayo (ubicado en la esquina de Defensa e Hipólito Yrigoyen), y la otra en la estación Plaza de Mayo de la Línea A de Subterráneos, mientras Perón pronunciaba un discurso, en un multitudinario acto sindical organizado por CGT en Plaza de Mayo. Por fortuna los otros artefactos explosivos diseminados en otros lugares de la ciudad, no explotaron.
Del "Muerte a Perón" al "Perón o muerte"
Sus autores fueron Roque Carranza (el ingeniero de explosivos), Arturo Mathov (jefe del operativo terrorista), Carlos Alberto González Dogliotti (el ayudante), Miguel de la Serna, Rafael Douek, los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, los hermanos Adolfo y Ezequiel Holmberg, los hermanos Francisco y Marcelo de Elizalde, Patricio Cullen, Marcelo de Álzaga, Emilio de Álzaga, Guillermo Sansot, Jorge Raúl Fausón Sarmiento, por citar a los máximos responsables y autores materiales de ese canallesco atentado.
Como resultado murieron seis personas (Santa Festigiata D’ Amico, Mario Pérez, León David Roumeaux, Osvaldo Mouché, Salvador Manes y José Ignacio Couta), noventa y tres quedaron heridas y diecinueve mutilados para siempre.
Dos años después se produjo el bombardeo o masacre de Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, donde treinta y cuatro aviones de la Marina y la Aeronáutica tiraron bombas contra la población civil, arrojando un saldo de trescientos sesenta y cuatro muertos, y casi ochocientos heridos. Luego sobrevino el posterior derrocamiento de Perón del 16 de septiembre, que trajo aparejado una ola de violencia que perduró desde entonces, y que escaló muy alto.
El largo exilio de Perón durante 18 años, despertó en el pueblo una reacción natural y espontánea, que se convirtió en lo que se denominó la Resistencia Peronista, que tiene varios capítulos apasionantes.
Corría el año 1968. Una dictadura autoproclamada “Revolución Argentina” gobernaba el país. El general Juan C. Onganía estaba al frente del Ejecutivo, quien pretendió instalar un Peronismo sin Perón, ahogándose en su propio pozo.
La previa del Cordobazo: desgaste de la dictadura de Onganía
Hacia fines de marzo de 1968 se realizaron en el local de la Unión Tranviarios Automotor, los congresos de la CGT que reconocieron una Comisión Delegada. Esa central contó con el apoyo del mayor Bernardo Alberte, en ese momento delegado personal de Perón y antiguo militante del peronismo. En este contexto, se aceleró el desgaste del gobierno de Onganía.
Durante los días 1º y 2 de mayo, se realizó el primer encuentro nacional del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, donde se reunieron 21 sacerdotes, el que contó con el aval tácito de los obispos Guillermo Bolatti, Enrique Angelelli, Alberto Devoto, Jerónimo Podestá, Jaime de Nevares, Adolfo Tortolo y Vicente Zaspe.
El 17 de septiembre se produjo en Taco Ralo, Tucumán, una frustrada acción armada de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que fue una organización política y de guerrilla urbana creada en 1968 bajo el liderazgo de Envar «Cacho» El Kadri.
El Cordobazo, una jornada inédita de obreros y estudiantes
El 3 de diciembre de 1968 Perón desde Madrid, designó como nuevo delegado personal a Jorge Daniel Paladino, un peronista ortodoxo que ejerció una importante misión para promover un acercamiento con el líder radical Ricardo Balbín.
Perón vio con muy buenos ojos esas gestiones, y le escribió una carta a Balbín, el 25 de septiembre de 1970, donde entre otras cosas le dijo: “Estimado compatriota: (...) Tanto la Unión Cívica Radical del Pueblo como el Movimiento Nacional Justicialista son fuerzas populares en acción política. Sus ideologías y doctrinas son similares y debían haber actuado solidariamente en sus comunes objetivos. Nosotros, los dirigentes, somos probablemente los culpables de que no haya sido así. No cometamos el error de hacer persistir un desencuentro injustificado. Separados podríamos ser instrumentos, juntos y solidariamente unidos, no habrá fuerza política en el país que pueda con nosotros y, ya que los demás no parecen inclinados a dar soluciones, busquémoslas entre nosotros, ya que ello sería una solución para la Patria y para el Pueblo Argentino. Es nuestro deber de argentinos y, frente a ello, nada puede ser superior a la grandeza que debemos poner en juego para cumplirlo”.
El 15 de mayo de 1969 fue asesinado Juan J. Cabral en una protesta estudiantil en la ciudad de Corrientes, desencadenando una pueblada. Al día siguiente, hubo otra marcha estudiantil en Rosario en repudio al asesinato de Cabral, durante la cual fue asesinado el estudiante Luis N. Blanco, generando otra pueblada y movilizaciones de protesta en todo el país. En Córdoba se realizó una huelga estudiantil, violentamente reprimida, y se produjo la toma del barrio estudiantil de Alberdi, el 23 de mayo.
El Cordobazo
El dirigente del partido comunista y de la UOCRA Jorge Canelles, le propuso a Agustín Tosco de Luz y Fuerza, reunirse con Elpidio Torres de SMATA, para organizar una protesta sindical contra las medidas económicas del gobierno. A ellos se les sumó Atilio López, un peronista combativo que dirigía la UTA. Ellos tres fueron los artífices del Cordobazo, que contaron con el apoyo de Raimundo Ongaro –titular de la CGT de los Argentinos–.
En las primeras horas del jueves 29 de mayo comenzó una movilización popular que fue reprimida con gases lacrimógenos por parte de la Policía. En horas del mediodía, el joven obrero Máximo Mena (delegado del SMATA en IKA–Renault), fue asesinado en Córdoba por un disparo que recibió de la policía montada. Este hecho fue una de las causas inmediatas que provocó un estallido popular.
Esa misma tarde, obreros, estudiantes y vecinos, convocados por las regionales de SMATA, de Luz y Fuerza y la Unión Tranviarios Automotor, convocaron a una gran movilización con miles de manifestantes, en rechazo de las políticas de represión y ajuste de la dictadura de Onganía.
El Golpe del 76 tuvo como objetivo principal hacer desaparecer de la faz de la tierra al peronismo
Lograron controlar cerca de 150 manzanas de la capital cordobesa, más precisamente en el barrio Clínicas, donde la zona estuvo liberada y pudieron resistir la represión de la policía local. Los comercios cerraron sus puertas y las calles fueron un hormiguero de gente enfurecida.
El gobernador de facto, Carlos Caballero pidió apoyo al gobierno nacional. Al atardecer, Onganía le ordenó al jefe del 3er. Cuerpo de Ejército, general Jorge Raúl Carcagno, que ingrese a Córdoba para recuperar la normalidad. La ciudad se militarizó con el avance de sesenta y cinco vehículos, entre camiones y jeeps, declarando el toque de queda y el estado de sitio. Se ordenó la inmediata intervención del ejército y la aeronáutica para reprimir a los manifestantes.
Esa situación conllevó a que al día siguiente, las dos centrales obreras lanzaron una huelga general, a la que adhirieron los trabajadores de Córdoba y de todo el país.
El 30 de mayo por la noche, se produjeron los últimos enfrentamientos; se calculan unas veinte víctimas fatales, ciento setenta heridos y más de trescientos detenidos.
Es para destacar, que Agustín Tosco, Atilio López, Elpidio Torres, Jorge Canelles y René Salamanca fueron detenidos esa misma noche del viernes 30 de mayo. Todos ellos –menos Torres y López que eran peronistas ortodoxos– adherían a la ideología marxista y/o trostkista y/o al partido comunista.
El día sábado 31 de mayo fueron enjuiciadas ciento cuatro personas por el Consejo de Guerra Especial establecido por el 3er. Cuerpo de Ejército. De esta forma hubo quince sujetos que se los declaró culpables, entre ellos: Humberto Varela, condenado a tres años de prisión; Miguel Ángel Guzmán a ocho años; Agustín Tosco a ocho años y tres meses; Elpidio Torres a cuatro años y ocho meses, y a Atilio López a cuatro años.
Los condenados cumplieron sus penas en instalaciones militares de La Pampa y Trelew, hasta noviembre de 1969, cuando Onganía dispuso la amnistía de todos.
Cordobazo, las mejores fotos de la histórica protesta
El Cordobazo precipitó la renuncia de Onganía (presentada el 8 de junio de 1970) e hirió de muerte su dictadura, que fue el desmoronamiento de los gobiernos dictatoriales iniciados a partir de septiembre de 1955. Obviamente detrás de esos revoltosos sucesos, también estuvo el entonces Comandante en Jefe del Ejército, Alejandro A. Lanusse, que llegaría a ser el último presidente de facto antes del regreso definitivo de Perón.
El Cordobazo, una rebelión de ultraizquierda contra Perón
A decir verdad, el 29 de mayo de 1969 en Córdoba, los obreros y estudiantes no reclamaron por el fin de la proscripción del peronismo y del propio Perón, como así tampoco exigieron su regreso, sino que lo que requirieron fue por un gobierno proletario para los obreros.
Otro de los motivos de esa rebelión, fue que los gremios clasistas querían disputarle el poder a la CGT de clara tendencia peronista. De un lado, estaban Agustín Tosco, el dirigente de Luz y Fuerza, secretario adjunto de la regional obrera cordobesa y René Salamanca de SMATA, ambos miembros del Partido Comunista. Y del otro, estaba José Ignacio Rucci, quien el 2 de julio de 1970 sería designado Secretario General de la CGT.
De ahí se entiende, que este levantamiento, cuyo autor intelectual fue Agustín «El Gringo» Tosco –quién él mismo se autodefinía como marxista–socialista–, no fue sólo contra la dictadura de Onganía, sino que su objetivo primordial, fue enfrentarse a la columna vertebral del Movimiento peronista, o sea directamente contra Perón, que permanecía exiliado.
Cómo el Cordobazo le abrió el camino de regreso al peronismo
Unos meses antes del Cordobazo, el 17 de marzo de 1969, Rucci declaró públicamente: "Le guste o no le guste al señor Tosco y a todos los que lo rodean, acá definitivamente se terminó y la CGT de Córdoba se va a normalizar (el 1º de junio de 1969) como lo dicen los cuerpos orgánicos de la central obrera y punto. El movimiento obrero argentino tiene aproximadamente cinco millones de trabajadores y el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba tiene 2.500 trabajadores, con 700 en contra que votaron contra el señor Tosco. Quiere decir que en representatividad hay 86 organizaciones, delegaciones regionales, de la República Argentina que al señor Tosco le dicen: Vea señor, si usted quiere hacer marxismo y socialismo se va a Rusia, acá en la Argentina no".
El mismo Perón desde Madrid llegó a confesarle a Enrique Pavón Pereyra que: “El Cordobazo no tuvo ningún signo peronista, fue de izquierda”. Las ideologías de izquierda nada tenían ni tienen que ver con la doctrina peronista, eminentemente humanista y cristiana.
Este prolegómeno que protagonizó Tosco, adelantó lo que en un futuro no muy lejano se iba a producir el 1º de mayo de 1974, cuando Perón echó de la Plaza a los grupos armados guerrilleros.
Después del Cordobazo, el grupo guerrillero Ejército Nacional Revolucionario (ENR) dirigido por Rodolfo Walsh, se adjudicó el asesinato de Augusto Timoteo Vandor, acaecido el 30 de junio de 1969; en los primeros meses de 1970 se crearían las organizaciones guerrilleras Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El 29 de mayo de 1970 Montoneros secuestró al general Pedro Eugenio Aramburu, que luego sería ejecutado el 1º de junio del mismo año, por un tiro de pistola realizado por Fernando Abal Medina, en el sótano de la estancia La Celma en la localidad de Timote, provincia de Buenos Aires.
El Cordobazo, singular e irrepetible
Con este preludio comenzó la década del ´70, que no supo entender ni interpretar a Perón, todo lo contrario. Esos diez años, significaron la noche oscura de la Argentina, que se cubrió con la sangre derramada entre compatriotas, los secuestros, las persecuciones, los antagonismos, el odio como fuente de inspiración política, sucesos todos que promovieron y coadyuvaron a que se instale la dictadura militar más cruel y sangrienta que conoció nuestra historia.
* Ignacio Cloppet. Miembro de la Academia Argentina de la Historia.