OPINIóN
Columna de la USAL

El mundo no se detuvo

La pandemia agravó la situación que atraviesan las familias obligadas a dejar sus hogares para sobrevivir a conflictos armados o sociales. Se supone que el desplazamiento los ayudaría a encontrar un nuevo futuro, pero no siempre es así, y el coronavirus lo dificultó.

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Desplazados. El año pasado hubo más de 70 millones. | Afp

En los tiempos que estamos viviendo, sentimos que el mundo se detuvo y que solo gira alrededor de dos problemas mundiales: el COVID19 y la economía mundial. Nos encontramos encerrados en nuestros hogares, luchando contra una enfermedad que se ha tomado muchas vidas en apenas pocos meses, una guerra silenciosa contra un enemigo invisible. Una guerra que desestabilizó la economía de todos los Estados y los hogares.

Pero el mundo sigue girando, y otras cuestiones han pasado a un segundo plano. Cuestiones donde vidas siguen en riesgo, como es el caso de los distintos refugiados que se encuentran dispersos en el mundo.

La pandemia ha agravado la situación difícil que atraviesan miles de familias que se ven obligadas a dejar sus hogares para sobrevivir a los conflictos armados o sociales que se desatan en sus regiones. Se supone, que este desplazamiento los ayudaría a encontrar un nuevo futuro, pero no siempre es así, y el coronavirus dificultó ello.

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Nos encontramos con casos alarmantes, tal como es el caso de venezolanos que, ante la crisis sanitaria mundial, decidieron volver a sus hogares, del cual habían huido meses antes, parare encontrarse con sus familias, asegurarse un techo en sus cabezas e incluso por temor a ser expulsados del país en que se encontraban asilados.

Las políticas estatales que han determinado el cierre de las fronteras han puesto en riesgo la vida de miles de personas que se encontraban desplazándose hacia las mismas para ser recibidas como refugiadas. Como es el caso de miles de refugiados centroamericanos que se encontraban próximos a ingresar a México y Estados Unidos, o de rohingyas que buscaban ingresar a Malasia. Encontrándose hoy en día en una situación extrema, muchos de ellos quedaron en los países de los que huían por peligros de ataques armados o terroristas, y en otros casos a bordo de barcos hacinados, con pocos alimentos o elementos de higiene.

Los Estados por adoptar medidas para frenar la propagación del virus, han descuidados las políticas internacionales humanitarias que se estaban aplicando, dando la espalda a miles de personas vulnerables, y agravando su situación.

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Asimismo, los refugiados no han escapado de la enfermedad, ello lo demuestra los contagios surgidos en los campos de refugiados de Kenia. Estos campamentos cuentan con pocas medidas sanitarias, escaso abastecimiento de agua, alimentos y medicamentos, y un gran hacinamiento, por lo que el contagio del COVID19 supondría la extensión de la enfermedad de forma abrupta y sería casi mortal para gran parte de ellos. Estos campamentos se convertirían en una pesadilla para los refugiados.

En algunos países, comienzan a considerar a los refugiados como sinónimos de contagiados, evitando el ingreso o traspaso de estos por sus territorios, como es el caso de dos buques malteses que se convirtieron en “prisiones” para miles de refugiados que no pudieron desembarcar o de cientos de refugiados que se encuentran en las islas griegas y que deben trasladarse a otros Estados para despoblar los campamentos.

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La crisis sanitaria que el mundo atraviesa no debe dar a lugar a violaciones del Derecho Humanitario y de los Derechos Humanos, las políticas estatales deben seguir cumpliendo con las obligaciones internacionales adoptadas a través de los diversos tratados, y realzar los valores y principios de la Carta de las Naciones Unidas, desmotivando todo sentimiento de xenofobia que pueda surgir al respecto.

El tiempo para estas personas sigue corriendo y es necesario que continúe la ayuda humanitaria de las naciones, las cuales se están viendo amenazadas, y a cargo de ONGs. Los tiempos de crisis son los que demuestran los verdaderos valores de las personas y los Estados, que los compromisos asumidos no queden solo en tinta y papel, sino en hechos.

 

* Prosecretaria Académica y Profesora Adjunta de Derecho Internacional Público. Facultad de Ciencias Jurídicas. Universidad del Salvador.