La elección legislativa del 26 de octubre se cocinó a fuego lento en la conversación digital, antes que en las urnas. Allí, La Libertad Avanza logró capitalizar un cambio de clima social que Fuerza Patria no supo leer: la fatiga social (y la promesa de apaciguarla) se impuso al fervor, y la búsqueda de alivio derrotó a la liturgia partidaria.
Durante meses, el peronkirchnerismo encabezó la atención digital, sostenido por su maquinaria territorial. Pero la tendencia se quebró cuando la emocionalidad cambió de eje: la narrativa de “gestión y crisis” perdió tracción frente a la de “rebeldía y renovación” del oficialismo libertario.
El electorado, más que certezas, hurgó por un relato que lo sacara del hartazgo. Y Javier Milei —presidente en funciones, pero también influencer— supo ocupar ese espacio con una estética de autenticidad, improvisación y exceso, que tradujo el descontento en energía de campaña.
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El sorpasso libertario en la última semana condensó tres fuerzas: presencia amplificada digitalmente, comunicación audiovisual agresiva y una red de microinfluencers que replicó cada gesto presidencial.
Fue una campaña coral, descentralizada, emocionalmente contagiosa. No ganó por argumentar mejor, sino por sentir distinto.
Fuerza Patria, en cambio, quedó atrapada en un discurso cansado de sí mismo. Mantuvo volumen, pero perdió alma. Su conversación digital fue informativa, no identitaria; institucional, no pasional. Habló mucho, pero sin provocar emoción.
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En un ecosistema donde la viralidad es la nueva forma del poder, esa desconexión resultó letal.
Provincias Unidas encarnó la promesa de una tercera voz, pero no alcanzó volumen simbólico: sus mensajes fueron razonables en un territorio que pedía intensidad.
El mapa final es elocuente: todas las alianzas hablaron desde la negatividad, pero sólo una convirtió esa energía en motor electoral.
Los libertarios, alimentados por la desconfianza, lograron resignificarla como impulso. El triunfo libertario da cierre a una campaña en la que la emoción desbordó la estrategia, y donde la conversación digital anticipó —con precisión quirúrgica— la dirección del voto.
(*) Director de Monitor Digital.