OPINIóN
Pandemia por coronavirus

El aislamiento social no puede sostenerse en el tiempo por el daño emocional que provoca

Intentemos dejar de pelearnos con la realidad que nos toca vivir y empezar a pensar en el cómo. Qué costumbres, hábitos, formatos de bienestar podemos construir.

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Aislamiento social | Free-Photos / Pixabay

Al grito de ¡peligro!, hemos sido obedientes y cautos, nos guardamos en nuestros hogares e intentamos mantener contacto casi desesperado con el afuera. Las conexiones de internet se ponían a prueba con decenas de llamados, video conferencias y mucho humor creativo acerca del invisible que nos azota. Los primeros días intentamos adaptarnos y poner en funcionamiento los recursos para afrontar con la mayor serenidad e hidalguía la situación.

Pero lo complejo comienza cuando eso que hasta ayer nos permitía sostener ciertas rutinas comienza a trastabillar y los duelos pendientes piden pista. Las exigencias impuestas y autoimpuestas nos impiden el tiempo del recogimiento, del confrontarnos con nuestro estar solos. El momento de la relación de soledad del ser, a veces angustia y a veces también alivia. Y una vez más será un caso por caso. Para aquellos que la relación con el otro se les torna intrusiva se sentirán aliviados y para otros el estar en soledad les resultará insoportable y provocará mayor sufrimiento psíquico.

Convivir con el virus, riesgos y necesidades

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Estos estados y respuestas tampoco serán iguales ante el momento inicial del confinamiento que en la medida que el tiempo transcurre. Un tiempo que podemos ubicar en esa doble dimensión del tiempo cronológico y el tiempo subjetivo. Cada sujeto responderá a este impacto de lo real desde su propio reservorio de defensas y recursos simbólicos.

Es que lo real del virus no tiene sentido, es casi ficcional, es el motivo por el que intentamos de todos los modos posibles ajustarlo a las reglas de lo conocido, buscarle una explicación, encontrar un modo de enfrentarlo, la religión o la ciencia pretenden vencer la angustia que provoca la incertidumbre. Todos de algún modo hemos hecho síntoma, habiéndonos o no infectado del COVID-19, estamos enquistados en él.

Coronavirus: unificación o aislamiento

Si bien el aislamiento es el modo que encontramos de resguardarnos del peligro al contagio, no puede sostenerse en el tiempo, no solo por el derrumbe económico que acarrea, sino por el daño emocional que provoca en el sujeto, sin siquiera asegurarnos no infectarnos en algún momento.

Tal vez como dijera David Grossman la conciencia de la brevedad y la fragilidad de la vida incitará a la gente a establecer otras prioridades. Y podamos tomar este tiempo como una oportunidad para rediseñar nuestra vida, nuestros trabajos y nuestro estar en el mundo.

El virus nos iguala y obliga a un aislamiento. Debemos convivir solidariamente para protegernos y ayudarnos entre los integrantes de cada familia, amigos y vecinos.

¿Hasta cuándo? No sabemos. Pero intentemos proyectar un escenario posible en el que el virus conviva con nosotros hasta finales de este año. Demos lugar al ¿cómo?, dejar de pelearnos con la realidad que nos toca vivir, dejar de llorar por lo que no vamos a recuperar, al menos no en lo inmediato y empezar a pensar en el cómo. Qué costumbres, qué hábitos, qué formatos de encuentro, de trabajo, de bienestar podemos construir como una posible salida de esta película futurista.

Y ante todo espero que estés allí para cuando se encuentre la salida, y en especial que hayamos aprendido algo de este golpazo.