Imagino la grieta como dos bordes separados por un vacío. No veo el fondo, sí su ancho, que se agranda. Sobre cada uno de sus lados personas que defienden, con verdades, verdades a medias, falacias, burdas mentiras, argucias retóricas, gritos y hasta violencia, sus indudables certezas, la auténtica y terminante validez de su territorio.
Lo sorprendente, y empobrecedor, es que la grieta sesga pensamientos, limita ideas y transforma cualquier discusión en pelea. Pareciera ser nuestro principal problema, casi todo se refiere a ella. Los más: políticos, dirigentes, artistas, intelectuales, industriales, los de a caballo y los de a pie, son absorbidos por ella. Y solo permite dos bandos, dos alternativas posibles que son… ¡verdaderas!
La grieta: los extremos como el todo
Si digo que un inmenso préstamo sirvió para pagar ganancias de un dinero que se invirtió para fugarse con el ladrón y su bolsa, estoy de un lado; si digo que la justicia juzga y juzga y nunca dictamina, y cuando dictamina vuelve a juzgar en un juego infinito que deshace la ética social, estoy del otro.
Pareciera que gran parte de nuestra realidad estuviera prefigurada por la grieta. Las noticias están envueltas con tantos adjetivos que es imposible adivinar las formas de su cuerpo, y, si aportan datos, por lo general son sesgados, falseados o significados desde un marco de referencia que los distorsiona; las opiniones se presentan como conceptos, argumentos y no simples y humildes apreciaciones personales; las discusiones no generan alternativas (ni menos aún consensos); la palabra es moneda de cambio y la idea es creencia, cuando no sombrío fanatismo.
Superar la grieta que aturde con diálogo edificante
La grieta atrae las miradas a un fondo oscuro que transforma los problemas que nos aquejan en anécdotas que mantienen dos fuegos. Dos maneras de transitar un témpano, como si la superficie que pisamos no fuera apenas un diez por ciento de lo que está hundido.
El fenómeno es trágico, y devastador, porque hasta los territorios que divide la grieta se fracturan, pero si levantamos la mirada la grieta no divide tierra firme sino la cubierta del barco que nos alberga. Y el barco se resquebraja. Mientras tanto, ¿qué discutirmos?, ¿qué nos ocupa?, ¿qué ocupa a los dirigentes? No solo a los políticos sino a quienes tienen más responsabilidad que otros en el orden social. ¿Qué temas se priorizan? ¿Cuáles son los titulares periodísticos? Pareciera que solo los que la grieta dicta. Fugaces llamaradas: el Canciller debiera mejorar su inglés, es atendible, pero ¿no sería mejor que piense e intente insertar al país en la coyuntura internacional para obtener el mejor beneficio posible? No político, sino comercial. Un beneficio tangible: dinero e inversiones. El ex presidente dedica tiempo y esfuerzo a la Fundación Fifa. Interesante, sorprendente, pero ¿y si se dedicara a generar una propuesta articulada, orgánica, escrita y programática a las calamidades que, como peldaños, marcan nuestra decadencia?
¿Qué ocupa a quienes ostentan cargos públicos? Además de permanecer en ellos aunque el piso donde están parados disminuya su tamaño al de una baldosa, o una cuerda floja? Además de desdecirse, faltarse el respeto, discursear en busca del aplauso, ¿trabajan sobre los problemas concretos o defienden su baldosa? No los incluyo a todos, por supuesto, ha de haber excepciones entre los más.
En tanto la grieta prefigura la realidad, niveles de pobreza como nunca antes, falta de trabajo. ¿Proyectos? ¿Cuáles? Discursos gaseosos, contradictorios, palabras… Que las palabras construyen realidades es indiscutible, pero un muerto es un muerto, sobre una mesa hay pan o no lo hay, un niño está desnutrido o no, y una madre mal alimentada tendrá un hijo con menor desarrollo cerebral. ¿Cuál es la solución, no la respuesta, a la pobreza, a la problemática de las drogas, a la indigencia, esa palabra con la que se disfraza el hambre? ¿Cómo hacer que el trabajo permita desarrollo, crecimiento, que el crecimiento genere riqueza? ¿Y la educación? ¿Y la salud pública? Desde los tiempos del Virreinato exportamos materias primas, ¿y si le agregáramos valor?
La grieta oscurece y achica el horizonte en tanto el agua sube. Ha alcanzado las cubiertas más bajas y sigue subiendo. ¿Proyectos? Repito la pregunta. ¿Alternativas? ¿Desdoblar las elecciones para que algunos alcancen otros escalones y así evitar el agua? ¿Imaginar un futuro venturoso? ¿Qué los ricos paguen la deuda? ¿Buscar un pasillo para alcanzar el bote salvavidas? ¿Adueñarse de un chaleco? ¿Dos? ¿Tres? La grieta nos distrae mientras el barco hace agua. Nuestro bien común está en peligro y el agua sube de cubierta en cubierta.
¿Superar la grieta? No, gracias
Hay quienes dicen que el gobierno no tiene un rumbo. En verdad no lo sé, pero me animo a sostener que el barco donde estamos sí tiene un rumbo. Un agujero en la quilla por donde entra agua a raudales. Ese es el rumbo. ¿Esperaremos que el agua nos llegue al cuello para discutir el color de los chalecos salvavidas? El agua que nos sumerge marca el norte, un norte que está más allá de cualquier grieta, que pide a gritos acuerdos, discusión constructiva, alternativas superadoras, esfuerzos colectivos, pero nada de esto será posible si nos desgastamos en enfrentamientos inútiles.
Quien gane será el último en ahogarse. Disculpen, pero el hartazgo no alimenta mi ingenuidad: hay muchos que ya tienen a resguardo sus propios botes salvavidas. No creo que la solución sea arrojarlos al agua. No creo en alternativas rimbombantes y tragicómicas como rifar un sueldo que se constituye con nuestros impuestos, o pedir que se vayan todos y volver a la anarquía y los caudillos. Ya pasamos por eso. ¿Por qué no enfrentar, discutir y acordar sobre las causas que quebrantan la quilla para encontrar y aplicar soluciones? El crepitar del quebranto es cada vez más fuerte. El problema no es la grieta sino el rumbo, y nos afecta a todos, a los de a caballo y a los de pie.
* Jorge Moreno. Doctor en Medicina, Psiquitra, psicoterapeuta y escritor. www.jorgedanielmoreno.com