OPINIóN
Análisis

La sociedad de los bonachones sensibles

Los argentinos necesitamos un pacto que reduzca la cantidad de leyes y regulaciones pero que, las que acordemos que queden, no solo tengan penas acorde más graves, sino que no existan atenuantes. ¡Y sobre todo que exista un efectivo sistema de control!

La cúpula del Congreso Nacional.
La cúpula del Congreso Nacional. | Cedoc

Vivimos en la sociedad de los bonachones sensibles.

Mi abuela, católica practicante y devota se confesaba semanalmente con su mismo confesor, que en ocasiones le recordaba que su excesiva bondad a veces hacía mas mal que bien.

Y es lo que sucede en nuestra sensiblera sociedad. No me malinterpreten, esta bien sentir empatía por los demás, el tema es qué hacemos con ello.

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Provocó esta reflexión una entrevista periodística en la que discutían sobre la ley de alquileres y al tocar el tema de las garantías, una periodista se iluminó y comentó “la garantía existe porque no hay desalojo rápido”.

En Argentina no se cumple con el: “La ley es dura, pero es la ley”.

Empatía vs. violencias normalizadas

Esto, que parece un tema menor, es la causa de muchos de los males y complejidades que nos aquejan: no hay créditos baratos para autos porque no hay secuestro rápido de los impagos, no hay seguridad porque existen miles de atenuantes y consideraciones con quien delinque. Se libera a un vicepresidente condenado por corrupción porque tiene hijos menores. No hay cheques porque no va preso el que no los honra.

Tanto interés por el mas débil sin exigir nada a cambio no lo ayuda sino lo hunde más en el fango y con él a toda la sociedad.

Así como se desvaloriza la meritocracia, no importa hacer las cosas como corresponde, entonces amparados en la mediocridad de los demás, tampoco cumplimos nosotros.

Por ejemplo, los que circulamos en las rutas y autopistas urbanas no prestamos atención a las señales de velocidad, pues parece que la gente de Vialidad prevé velocidades, agarre de los vehículos con un Ford T y distancias de frenado con un formula 1. Entonces por una curva suave te marcan pasar de 80 a 40 en una distancia que exigiría clavar los frenos y estamparte al de atrás. O como en la Autopista a La Plata pasar de 130 a 100, solo porque sube el camino. Pero nadie controla y nadie se queja.

Claro ejemplo la conducción bajo efectos del alcohol: ahora escuchamos voces pidiendo el alcohol cero en lugar de 0,5, pero vemos que existe poco control, poca dureza en las penas y que la mayoría de los accidentes provocados por el alcohol, que desafortunadamente son muchos, es por casos muy por encima del límite actual. SI no somos capaces de controlar 0,5, mal vamos a poder controlar 0.

Inflación y gobernabilidad: una relación tóxica

Ahora queremos segmentar las tarifas de luz y gas para los más ricos, cosa totalmente inequitativa y engorrosa, cuando si se quiere apoyar a los que menos tienen (que están ampliamente catastrados por planes y asignaciones) es muy fácil subsidiarlos pues ya están identificados y pueden ver el valor real de los consumos y cuidarlos.

Y así acumulamos miles de leyes y regulaciones que vuelven loco a quien intenta cumplirlas mientras que la mayoría de los mortales circula por la vida sin hacerle el menor caso y sin sufrir mayores consecuencias por ello.

Los argentinos necesitamos un pacto que reduzca la cantidad de leyes y regulaciones pero que, las que acordemos que queden, no solo tengan penas acorde más graves, sino que no existan atenuantes. ¡Y sobre todo que exista un efectivo sistema de control!

Para ello necesitamos un Congreso que funcione, no emitiendo más leyes, sino menos, pero más pensadas y elaboradas y consensuadas. Es un error de los periodistas y del público en general medir al Congreso por la cantidad de leyes y resoluciones que emite.

Así nos llenamos de “días del chorizo colorado, del pancho con kétchup, etc.” y leyes absurdas como la ley de alquileres que se emitió sin medir las consecuencias, con la gran sensibilidad por los “pobres inquilinos” que terminó perjudicándolos a ellos, a los propietarios y a los inmobiliarios.

¿Por qué hablamos de gobernabilidad?

Se emiten leyes de apuro, a las corridas por interés político basados en una sensiblería barata que termina perjudicando a la sociedad.

Es hora de que nuestro Congreso deje de ser guarida de militontos que siguen a un líder o aprovechados y pase a ser la caja de resonancia de los problemas ciudadanos que, con una amplia y profunda reflexión, contemplando a todos los involucrados no solo los interesados, derogue las leyes que no estamos dispuestos a respetar y establezca las que vamos a respetar con los mecanismos y fondos necesarios para hacerla cumplir y las sanciones a los que las desobedezcan.

 

* José Astolfi. Miembro de Republica Unida.