La administración Biden en materia geopolítica tendrá que enfrentar desafíos del sistema internacional y domésticos de manera simultánea. El más difícil de todos ellos será restaurar la credibilidad del país, que ha sido dañada por las acciones del presidente Trump. Todos los liderazgos sufren en la era de la pos-verdad, pero EE. UU. por su posición y centralidad ha quedado más expuesto como consecuencia de la unipolaridad precedente. Difícilmente exista una luna de miel entre el nuevo presidente norteamericano y el mundo.
Biden enfrenta un desafío mayor en el plano doméstico. La revista The Economist en una investigación del profesor Adam Bonica muestra que desde los años ochenta en adelante el espacio medio se ha ido reduciendo entre los votantes. Para el año 2000 ya existían dos burbujas bien consolidadas, haciendo difícil el consenso bipartidista en una agenda común. Eso explica por qué tantos llamados a trabajar en pos de medidas comunes de los dos Partidos no llegaron a ningún lado. Sin esos consensos resulta difícil la implementación de cualquier estrategia de largo alcance.
Cabe destacar que hay una revolución en marcha en el Partido que controlará el Ejecutivo y las dos Cámaras durante el 2021 y el 2023. Las discusiones públicas actuales están siendo lideradas por el sector más radical, más conflictivo y cuestionado de los Demócratas como pueden ser Ocasio Cortez, o Liham Omar, que tienen una importante legitimidad política. Biden deberá darle prioridad en recursos y en tiempo a la política doméstica, tratando de mantener un equilibrio con la política exterior, la cual le plantea numerosos desafíos de cara a un mundo que observa a EE. UU. pero que cada día demanda menos de su accionar internacional.
Todos los liderazgos sufren en la era de la pos-verdad, pero EE. UU. por su posición y centralidad ha quedado más expuesto
Con relación al mundo, los desafíos son igual de importantes. Mientras que Bush (jr.) tenía una baja aprobación a nivel internacional, la administración Obama-Biden gozó de un alto grado. Trump termina con una aprobación mayor que Bush (jr.) a nivel global y menor que la de Obama, según la encuesta acerca de cómo es percibido EE. UU. en el mundo de 2020, del Pew Research Center. Ahora bien, es válido preguntarse si ¿Biden tendrá una aprobación mundial similar a la de su período como vicepresidente?.
China, Rusia junto con una serie de países que resisten el orden desarrollado por Washington fueron enfrentados de manera activa por Trump, pero su estrategia no resultó efectiva. De hecho, las acciones de Rusia y de China representaran un límite estructural de fuste para el gobierno de los Demócratas. Biden desea retomar aquellas que fueron las apuestas de Obama para generar cambios geopolíticos frente a China: el Trans Pacific Partnership (TPP) y el Transatlantic Trade and Investment (T-TIP). Sin embargo, luego de 4 años, los consensos internacionales y domésticos cambiaron, y de reflotarse las iniciativas deberán ajustarse al nuevo mundo y a las resistencias internas incluso de su propio partido.
El primero era con miembros del Asia-Pacífico, y buscaba penetrar la esfera de influencia del Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), promocionado por China para esa misma región. El segundo se focalizaba en aunar a la UE y EE. UU. en un solo megabloque comercial que limite el atractivo de las inversiones y promesas chinas. Mantener viva la globalización norteamericana era y es el objetivo de los Demócratas, el cual se ve expresado en la voluntad de Joseph Biden de liderar en los asuntos mundiales desde la “cabecera de la mesa”, ¿tal como lo escribió en un articulo de Foreign Affairs “Why America must lead again?”.
Si Biden quiere ser consecuente con lo expresado en campaña deberá retomar el fortalecimiento de la OTAN, volviendo a brindar a los europeos concesiones que previamente Trump retiró
No obstante, varias voces le señalaron que es difícil que ello ocurra, y la explicación es sencilla: China y su estrategia de globalización. China impuso en 2020 el RCEP en Asia, incluyendo a aliados históricos de EE. UU., y selló el Comprehensive Agreement on Investment (CAI) con Europa. Vale la pena destacar que, en general, y con variaciones dependiendo de la región del mundo que se mire, China tiene aprobaciones similares a las de EE. UU., lo que explica la firma de convenios.
Rusia, tal vez, sea el objetivo mas rápido y relativamente más consensuado sobre el cual actuar, no se tiene con él dependencia comercial y de inversiones. La reciente filtración de información realizada mediante la empresa Solarwinds sobre gran parte de la infraestructura critica digital norteamericana brinda un escalón más en la dinámica hostil que ambos países detentan en el ciberespacio. Si Biden quiere ser consecuente con lo expresado en campaña deberá retomar el fortalecimiento de la OTAN, volviendo a brindar a los europeos concesiones que previamente Trump retiró.
Finalmente, Biden puede relanzar su apuesta al multilateralismo en América Latina, ya que retomar protagonismo en la región puede ayudar a rivalizar con la propuesta china conocida como Belt and Road Initiative (BRI). Desde la óptica Demócrata, más orientada a los DDHH, comercio y medio ambiente, puede ser una oportunidad, excepto por el hecho de que cuenta con recursos limitados. Otro impacto directo que tendrá en la región se vincula con las posibles condenas y acciones contra países no democráticos. Sin embargo, Trump le deja un campo minado en materia de relaciones hemisféricas, en especial en relación con Venezuela y Cuba, que hoy gozan del apoyo tácito de varios gobiernos de la región. Biden comienza a transitar un camino sinuoso y resbaladizo para un EE. UU. acostumbrado a avanzar a paso firme con un mundo menos dispuesto a convalidar su liderazgo.
*Profesor de Relaciones Internacionales Universidad Austral. **Profesor de Relaciones Internacionales UCA.