OPINIóN
Análisis

Justa Cristina

La vicepresidenta quiere volver a levantar tribuna en Tribunales, en plena campaña. Por el momento, a la Corte Suprema le hizo un gran favor.

Cristina Fernández de Kirchner, por Pablo Temes
Cristina Fernández de Kirchner, por Pablo Temes. | Cedoc

Ni que fuera el avión negro del general. O la llegada de una nueva vacuna. Con esa expectativa monumental, el cristinismo aguarda la desafiante reentré de su jefa en Tribunales por una de sus causas (pacto con Irán). El fiscal ya le concedió el permiso que ella reclama, protagonizar una audiencia, falta la determinación ultima de la Cámara. Aunque sea controversial lo del fiscal, es dudoso que no le permitan hablar. Y de la viuda se esperan mas bombas racimo contra la Justicia, los medios y el macrismo. Habrán de empalmar con el lanzamiento político de hace 72 horas con vistas a las próximas elecciones, cuando apareció elegante pero mas rojiza que nunca —tema de tintura en la cabellera, no ideológico, simplemente se paso con el caoba dicen los especialistas— y con el entusiasmo de la claque dirigida por un aplaudidor frenético: su delfín Axel Kiciloff. Entonces, la Vice no le obsequio ni un gramo de piedad al derruido Alberto Fernandez, un experto en flagelarse a sí mismo con la improvisación de la palabra. Al revés de ella.

Se ha preparado para denunciar la persecución personal junto al lamentable curso que padeció su canciller Héctor Timerman, impedido judicialmente de viajar a USA para tratarse un cáncer que le arrebató la vida. Insiste Cristina en otorgarle a sus procesos una faz política, supone que esa caracterización la librará de los juicios. Falsa teoría que Alberto Fernández no pudo implementar, menos su ministra Losardo, tampoco ahora su sucesor Martín Soria (quien de bravo guerrero se convirtió en atinado burócrata). Ninguno de los participantes en la mesa judicial de Cristina —léase Wado de Pedro, Gerónimo Ustarroz, Juan Manuel Olmos y Juan Martín Mena— se interesaron por ocupar esa cartera: han aprendido que nada se consigue desde ese lugar en el otro poder.

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Hasta ahora, ella equivocó la estrategia y los familiares siguen con problemas: las causas podrán sumirse en la pereza, pero no desaparecen. Con el agravante, además, de que la eventual prescripción se suspende cuando el acusado realiza actividades publicas. Con Cristina vice, nada se extingue. Ya le pasó a Menem, para recordar episodios recientes. Tampoco hay vuelta atrás en los cursos ya emprendidos y han de errar los kirchneristas si piensan cantar victoria por una resolución favorable en el Memorándum con Irán o la causa del dólar futuro: ambas bordean la insensatez, aunque en algunas muchos se hicieron millonarios y ahora el fiscal Plée insistirá en que se traslade a la Corte.

Con ese cuerpo ecuménico de cinco miembros, Cristina también ha hecho milagros. De tanto zaherir a sus integrantes y objetar su comportamiento, varió el criterio de la gente y, desde el fondo del subsuelo en las encuestas, el organismo paso a primerear en los rangos de opinión publica. Algo semejante ocurrió con los jueces. Inclusive, aquellos que parecían abominables ahora son objeto de consideración. Aunque lo más admirable ha sido la cohesión corporativa que Cristina y Alberto lograron en ese quinteto siempre desperdigado y pródigo en internas: ahora actúan con cierta unidad y, salvo el interés por presidir el cuerpo (porfía que envuelve a Lorenzetti con Rosenkrantz, descartados Maqueda y Highton, no tanto Rosatti), no ofrecen lastimaduras. Solo cicatrices. Ni siquiera hubo revuelo cuando trascendió que, por su odio a Clarín y La Nación, el mandatario habría sugerido que Lorenzetti volviera al cargo que detentó por años. Ya no se toma en cuenta la presunta opinión presidencial.

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Otro revés del oficialismo con la audiencia ha sido la designación del Procurador, episodio trunco que facilita la permanencia de Casal en la cúpula, un administrativo que en su momento fue promovido en esa tarea por la desplazada Alejandra Gils Carbó (cuya última declaración en el juicio merece ser atendida).

Cuestiones de la vida. El dúo gobernante no pudo imponer una ley para modificar en el Congreso el número de votos que requiere esa designación y Alberto ha fracasado también al nominar a Daniel Rafecas. La oposición, que rechazaba ese proyecto, giro a favor del magistrado cuando éste sostuvo que nunca juraría como Procurador si se alteraba la forma de elección establecida en la Constitución. Pero ningún acuerdo fue posible: Cristina se opone al candidato, sea por lo que declamó sobre las mayorías, por la causa de Nisman o porque ella, en todo caso, tenia simpatía por el hermano cineasta (ya muerto) y no por el juez federal. Entonces espera la vicepresidenta una pronta oportunidad para pronunciarse en los estrados con el látigo sobre la Justicia. En lo personal se satisface frente al espejo, como las palomas, también hace delirar y blindar a los propios, pero la parcela familiar sigue sin cosechar: no siempre alcanza con remover la tierra.