OPINIóN
Conflicto Rusia-Ucrania

Corresponsales de guerra: cuando la mentira es la pos verdad en tiempos de desinformación

El desempeño carente de ética y faltando a la verdad, banalizado e improvisado, se normaliza en algunos periodistas en la etapa más severa -hasta el momento- de la era de la desinformación y la pos verdad.

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Bombas. Sobre el complejo químico Azot de la ciudad del este. | afp

“La guerra no se cubre desde los hoteles. Cuando llegó ese momento es tiempo de replantearse el sentido del por qué estar. Eso nos convertiría en turistas bélicos, mercenarios, farsantes o hipócritas, de los que lamentablemente pululan en gran cantidad, aunque fácilmente detectables”...

Así daba inicio a un artículo que escribí hace 18 años desde Bagdad, cubriendo la ocupación a Irak y basada en los conceptos vertidos por el legendario corresponsal británico, Robert Fisk, en su magnífica crítica al desempeño de los corresponsales en el terreno, denominado “Periodismo de Hotel”.

Casi dos décadas más tarde, estos vicios se profundizaron y nuevas metodologías lejanas a la ética “del mejor oficio del mundo” -como lo denominó Gabriel García Márquez- se manifiestan en plenitud en el conflicto entre Rusia y Ucrania.

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El desempeño carente de ética y faltando a la verdad, banalizado e improvisado, se normaliza en algunos periodistas en la etapa más severa -hasta el momento- de la era de la desinformación y la pos verdad.

Cuando ingresé a este conflicto, sé por experiencia que nuevamente me abro paso entre las tinieblas de la condición humana, que incluyen a todos los actores que participan en este escenario.

Como corresponsal desde hace 20 años me enfrento ahora- como nunca antes- a una situación perversa de información y desinformación, propaganda y contra propaganda que contribuyen a la confusión masiva y al apogeo de la denominada guerra híbrida.

Es a través de este conflicto bélico que llegué al país de mi maestro, el corresponsal polaco Ryszard Kapuscinski, nacido 1932 en Pinsk, actualmente Bielorrusia. Y precisamente en este contexto, soy testigo de cómo sus preceptos éticos son lesionados por esta inmensa cantidad de comunicadores en el terreno, que ignoran cómo realizar estas coberturas y trabajan desde el desconocimiento de esta labor tan sensible.

 

Karen Marón en el Líbano. La periodista argentina multipremiada ejerce como corresponsal de guerra desde hace más de 20 años
Corresponsales de guerra: Karen Marón en el Líbano. La periodista argentina multipremiada ejerce como corresponsal de guerra desde hace más de 20 años.

 

Esta transgresión afecta directamente a la noticia que llega a los lectores, los televidentes y los oyentes, vulnerando directamente nuestro Derecho a la Información, aplicando el arte del engaño hacia la opinión pública.

Si la historia en su primera versión es contada por los periodistas, el legado estará plagado de tergiversaciones que crearán una gran imprecisión, mientras se produce un movimiento sísmico en las relaciones internacionales, la introducción a un nuevo orden mundial multipolar y la conformación de un nuevo Eje Euroasiático.

Las caducas teorías que esgrimen, el desconocimiento de estrategias militares o los personajes que entrevistan, sumergen aún más en la guerra de información.

La gravedad de esta desinformación es la proyección de escenarios erróneos que atemorizan a las personas, al presentarles un contexto distorsionado por la ignorancia y falta de preparación profesional.

 

La verdad como víctima

Al axioma del dramaturgo de la antigua Grecia, Esquilo, quien señalo que: “la primera víctima de una guerra es la verdad”, podemos identificarlo con la actual manipulación de la información orientando el pensamiento de las masas.

Centenares de periodistas de diferentes partes del mundo -repentinamente devenidos en reporteros de guerra- se agolparon en ciudades lejanas de donde se desarrollan las operaciones militares y relataron y siguen manifestando a viva voz que están cubriendo el conflicto armado.

Circunscriptos a un pequeño espacio creen reflejar su complejidad y atribuirse la potestad de comprender un escenario de guerra, Por ello, con el sólo hecho de cubrir parcialmente un conflicto es muy difícil saber lo que está ocurriendo cabalmente, porque se es víctima de la desinformación, las presiones y la falta de visión global.

Karen Marón, corresponsal de guerra: oficio en la línea de fuego

 

Las fallas de la formación específica como herramienta fundamental

“Tenemos que prepararnos para la invasión a Irak”, me decía un colega allá por septiembre de 2002, mientras portaaviones estadounidenses que navegaban en el Mar Mediterráneo entrenaban a corresponsales, preparándonos hasta para una posible guerra QBNR: química, bacteriológica, nuclear o radioactiva.

Así nos preparamos los profesionales durante años y lo seguimos haciendo actualmente según el contexto que se presente. Sin embargo, en la actualidad decenas de improvisados comunicadores decidieron que era una buena oportunidad incursionar en la “correría” de un conflicto cercano y económico, sin preparación intelectual y formación específica, sin rastros de ética y responsabilidad social y con la más absoluta impunidad.

Es necesario comprender y hacerle comprender a quienes deciden encarar este camino, que la formación de un periodista que cubrirá un conflicto armado requiere de una especificidad superlativa para poder afrontar con éxito desafíos intelectuales.

 

Karen Maron, corresponsal de guerra. Imagen de Libia. Misurata. Foto: Archivo
Corresponsales de guerra: Karen Marón, corresponsal de guerra. Imagen de Libia. Misurata. Foto: Archivo

El conocimiento se divide en cuestiones prácticas que hacen al trabajo en el terreno y en una formación académica seria, que impactará en la calidad del trabajo.

Y esta desinformación, como parte integrante de este conflicto híbrido entre Rusia y Ucrania tiene un enfoque multiplataforma: declaraciones políticas, medios gubernamentales y opinadores con amplio seguimiento online, imágenes de videojuegos de combate táctico como el Arma III mostrados en la televisión mundial como ataques reales y campañas de viralización en redes sociales, lo que provoca que se disemine información manipulada y sin contrastar.

Esta es la primera guerra que se está transmitiendo por las redes sociales y que producen sentimientos rápidos e inmediatos y no se someten a las leyes de la información donde la opinión pública es ahogada en noticias incombustibles.

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La manipulación de las mentes presentando a un bueno y a un malo, sin detenerse en el análisis de la raíces del conflicto, el sociograma de los actores involucrados y los valores e intereses en juego, generan un sentimiento que la información los inunda y se creen informados. Les parece que están pensando, tienen una sensación de movimiento sin moverse.

En apenas un par de años, los “hechos alternativos”, la desinformación, las fake news y la pos verdad se han convertido en el eje del debate en torno a la comunicación, especialmente en este conflicto.

En esta niebla informativa- producida por la multiplicidad de factores esgrimidos anteriormente- es creada por los propagandistas de todas partes para que estemos perdidos y no encontremos salida.

 

Desde el periodismo

En los últimos tiempos se está haciendo un llamado al periodismo de calidad o “slow journalism”, donde quedan periodistas y fotógrafos, o una combinación de ambos, que cumplen con los criterios de rigor, calidad y buen periodismo.

Como alternativa a este desespero, es necesario exponer noticias sobre cómo funciona la desinformación y cómo detectarla.

Por eso más nunca es tiempo de volver a las fuentes con creatividad, actualización, innovación y preparación profesional constante.

La guerra no es un desastre natural. Es una obra humana. Es una constante en la historia de la humanidad. Las guerras no ocurren porque sí. Se dan por causas geopolíticas- entre muchas otras-y se llevan a cabo por objetivos geopolíticos. Un corresponsal de guerra debe informar de la tragedia de la guerra, pero también tiene que explicar el porqué de la guerra.

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¿Cuáles son las raíces del conflicto? ¿Por qué se inició? ¿Cuenta con apoyo popular? Si la paz se lograse: ¿hay bases reales para alcanzar un acuerdo político? ¿Qué sucede el día después de la guerra, con todas las implicancias que ello acarrea?

Todas estas preguntas pueden parecer muy obvias, pero si un periodista- y sólo se es corresponsal de guerra cuando se cubren consuetudinariamente conflictos- no está preparado a confrontarse con ellas, corre fácilmente el riesgo de informar sobre la guerra como si ésta fuese una explosión irracional de locura.

Por eso es imprescindible el “regreso” a Kapuscinski que vio que ser periodista requería mucho más que un saber, concibiendo a la profesión como vocación laica para un nuevo milenio.

En este sentido se van configurando las primeras aproximaciones teóricas de lo que podríamos denominar humanismo del siglo XXI y que constituiría el gran reto de un buen comunicador: saber pensar y reflexionar en tiempos de crisis, tomando como contexto la inmediatez, la sociedad del espectáculo, los imaginarios sociales del miedo y la autocensura por miedo a elevar criterios propios e independientes.

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Los periodistas crean estados de opinión y por ende, ideologías: moldean la imagen que la sociedad. De ahí la enorme responsabilidad que descansa sobre el periodista, sobre el profesional de raza, el periodista nato, vocacional. Aquel que sobre todo precie la verdad y mantenga a raya todo intento de manipulación.

Por ello, es necesario un llamamiento al humanismo ético para contrarrestar el dominio mental del ser humano.

 

* Karen Marón. Corresponsal en Medio Oriente y África del Norte, nombrada entre las TOP Periodistas más Influyentes del Mundo en la Cobertura de Conflictos Armados por AOAV. Analista en geopolítica. Actualmente cubre el conflicto entre Rusia y Ucrania.