Fusionar disciplinas o formaciones disímiles con el objetivo de entender y describir mejor una determinada cuestión- sin incurrir en errores conceptuales- no resulta una tarea tan simple.
Clarificando, argumentamos que todos los problemas- y las posibles soluciones que se formulan – serán siempre transdisciplinarios –abarcando más de una arista de observación para alcanzar espacios ciegos, que naturalmente cada especialización de por sí genera.
Destrucción creativa
La noción de destrucción creativa es un concepto formulado por el economista Joseph Schumpeter (formado en la Escuela Austríaca pero posteriormente apartándose de ella), quien describió en Capitalism, Socialism and Democracy (1942), los procesos de innovación constante donde nuevos conocimientos, tecnologías, productos o modelos de negocio desplazan y vuelven obsoletos a los existentes, generando así un ciclo de cambios y renovación económica permanente.
Esta idea fue curiosamente desarrollada por Schumpeter a partir de un concepto original de Marx, pero en un sentido totalmente contrario (Marx identificaba así la destrucción final del capitalismo, mientras que Schumpeter veía en este proceso su renovación continua).
Cabe recordar, que esto también planteó diferencias fundamentales frente a Keynes y los neoclásicos (con sus nociones de equilibrio parcial y general), aseverando una dinámica constante de innovación y cambio como usinas del desarrollo económico.
En semejanza, Clayton Christensen popularizó en The Innovator's Dilemma (1997) el término “innovación disruptiva, proceso donde nuevos productos o servicios crean nuevos mercados o redefinen los existentes, llegando a reemplazar los modelos tradicionales.
Las innovaciones disruptivas pueden ser inicialmente inferiores en rendimiento a los productos establecidos, pero resultan más baratas, simples o convenientes y con el tiempo superan a las existentes.
Revolución y cambio de paradigmas
Desde la Epistemología, tanto el médico y bioquímico Ludwik Fleck con su relativización del progreso científico acumulativo y el físico e historiador Thomas Kuhn (1962) con su estructura de las revoluciones científicas y el cambio de paradigmas, plantearon diversos aspectos significativamente relacionados con esta misma cuestión.
Decía Fleck (1935) que: “El desarrollo del pensamiento avanza mucho más rápidamente… es continuamente testigo de la aparición de "mutaciones" en el estilo de pensamiento, la transformación en física y en su estilo de pensamiento provocado por la teoría de la relatividad representa tal mutación, al igual que el ajuste… en la bacteriología como resultante de las teorías de la variabilidad …
Toda nueva teoría científica representa un enriquecimiento de detalles y la pérdida de otros presentes en ellas. Cada teoría científica implica nuevos problemas y nuevos campos del conocimiento, advirtiendo… que lo únicos seguro es que nada está definitivamente cerrado”. Diríamos nosotros hoy, que la única constante es el cambio.
Sintetizando, ambos presentan el hecho que muchas teorías (y sus posibles aplicaciones), pasan por dos períodos: primero el clásico, durante el cual todos parecen estar sorprendentemente de acuerdo (Ciencia normal renombrada por Kuhn).
Una vez que se creó un sistema estructuralmente completo y cerrado (paradigma a lo Kuhn), el cual consiste en muchos detalles y relaciones formadas, tenderá a ofrecer una resistencia sólida a todo tipo de novedades o contradicciones.
Una contradicción a lo imperante, parece impensable; lo que no encaja en el sistema permanece invisible o si se nota, se conservará en secreto o se harán esfuerzos para explicar o relativizar todas sus excepciones (historia del tabaco, la talidomida, el Viox, la ranitidina, el talco mineral, etc. etc.).
Estos epistemólogos destacaron que la vigencia de estas coincidencias sería seguido por un segundo período, en el que “aparecerían nuevas ideas muy por delante de su fundamento e independientemente de él”, para Fleck excepciones; o a lo Kuhn, que no fueron definidas por su “elástico” significado de paradigma) y comienzan a pasar a un primer plano (anomalías según renombra Kuhn) con contradicciones con el sistema, (contextualizando: eventuales nuevas teorías clínicas y protocolos alternativos de tratamiento, nuevas moléculas, etc.).
Un nuevo paradigma (o quizás producto) será generalmente resistido, reforzando las posibles conveniencias de mantener lo ya conocido; pero si la comunidad científica decidiera adoptarlo, se configuraría entonces una revolución científica (con el reemplazo total o parcial de un paradigma vigente). No es un proceso de selección en el sentido teórico del término (ni hay un algoritmo establecido para tal cambio), aunque deberían existir buenas razones para que estos cambios operen.
Visualizando el campo biomédico
Las vacunas, la insulina, la penicilina, la ecografía, la resonancia magnética, las cirugías trans laparoscópicas, representaron ciertamente revoluciones científicas memorables. En esta era, las células pluripotenciadas y la edición genética CRISPR, luchan por ocupar el lugar central que debieran; sin embargo, su aplicación es corrida y relativizada a roles secundarios para promover e impulsar moléculas farmacéuticas a valores impagables.
El recientemente aprobado Casgevy, una terapia génica desarrollada mediante CRISPR para la anemia falciforme y la beta talasemia, se comercializa al “módico” precio de U$D 2.2 millones por dosis.
En el año 2019 presentamos públicamente, la información completa respecto a la cura total de dos personas con cánceres terminales. El primero fue Emily Whitehead una niña de 6 años con leucemia linfoblástica aguda y resistente (16 infructuosos meses de quimioterapia), a la cual en el 2012 se la trató con sus propios linfocitos T genéticamente editados. No obstante, la “tormenta de citocinas” posterior, el cáncer desapareció totalmente y ella creció como gimnasta olímpica logrando ganar varias medallas.
En el segundo caso, Judy Perkins tuvo una recidiva de cáncer de mama metastásico después de 10 años. Para tratarla se observaron cuidadosamente las células inmunes de su cuerpo, identificando aquellas que reconocían de manera única y precisa su tipo de cáncer, las cuales se cultivaron en laboratorio y reinyectaron logrando una remisión total y absoluta.
Esta edición genética CRISPR implicó también borrar el gen PD1 el cual actúa como freno a las defensas del sistema inmunológico. Desde el año 2016 en que fue tratada, no ha tenido ninguna reaparición desarrollando una vida deportiva y muy activa.
Frente a todo esto, la industria farmacéutica ha financiado investigación adaptando tecnologías para desarrollar moléculas coadyuvantes, tal el monoclonal Keytruda y también los denominadas CAR -T o antígenos quiméricos “universales” con los cuales se propone “entrenar” a los linfocitos T de cada paciente.
No se puede cuantificar ni identificar totalmente el número de mutaciones para cada tipo de cáncer (se estiman 1000 solo en cáncer de pulmón), por lo que el término quimérico elegido por la industria (aquello que se propone como verdadero sin realmente serlo) parece muy acertado.
Otras “resistencias” implican forzar la aplicación de precios muy elevados a los insumos para CRISPR cuando se trate de uso terapéutico, frente a un costo relativamente bajo para su uso en investigación. De este modo un tratamiento integral que debiera costar pocos miles de dólares, principalmente por tiempo médico, de biólogos y biotecnólogos - junto con uso compartido de infraestructura adecuada- se transformará en algo ilógicamente millonario.
El futuro debería volver a ser medicina traslacional y personalizada. El Dr. Steven A. Rosenberg que curó a Perkins en el NCI de Maryland declaró: “Estábamos concentrados en los poquísimos linfocitos que reconocieron las mutaciones de su tumor canceroso. Los reprodujimos para tener más de ellos y tratar así a Judy con sus propias células antitumorales, reafirmando en el 2016 que este sería uno de los campos más prometedores de la investigación en inmunología”.
Esto es totalmente cierto, pero para que así suceda, no debería ser la industria farmacéutica la que fije la agenda, ni tampoco la oportunidad de investigación y organización en los Sistemas de Salud; adultos formados y “no financiados” deberían ser quienes establezcan objetivamente el conjunto de estas prioridades.