La aceleración inflacionaria que experimenta Argentina no es un fenómeno inescindible del contexto global, más allá de que ese contexto opera sobre un cuadro local ya de por sí crítico en materia de precios. Partiendo de pisos más bajos, desde 2021 la mayoría de los países del mundo se encuentran atravesando un proceso similar, que también tendió a intensificarse en los últimos meses.
Ello coincide con el incremento sostenido de los precios que están experimentando buena parte de las commodities, impulsado primero por la paulatina salida de la parálisis que indujo la crisis sanitaria, y más recientemente por el estallido del conflicto bélico en Ucrania, dada la condición de grandes jugadores de los países involucrados en la determinación de la oferta global de alimentos, gas y otros insumos relevantes como fertilizantes (Gráfico 1).
La pregunta clave, que sirve además para echar algo de luz sobre las particularidades del caso nacional, es a través de qué canal el incremento en el precio de las commodities afecta la evolución del nivel general de precios de una economía.
La suba generalizada de los precios no afecta del mismo modo la macro del país.
Obviando por un momento el debate sobre la causa última que determina la existencia de un proceso inflacionario persistente como el que vive Argentina, es factible asumir que el precio de cualquier bien o servicio que no se encuentre regulado por el Estado debiera reflejar los costos en los que se incurre al producirlo, más el margen de ganancia de quien compromete capital para que ello sea posible. Luego, una suba en el precio de cualquiera de los factores que conforman los costos de producción inevitablemente conducirá a una suba en su precio, al menos en tanto los restante componentes del costo –o el margen de rentabilidad– no se reduzca lo suficiente como para compensarlo.
Por eso, dado que el índice de precios al consumidor no es más que un número sintético que refleja cómo evoluciona en el tiempo el valor en moneda nacional de una determinada canasta de bienes y servicios –y su variación da cuenta de lo que comúnmente llamamos tasa de inflación–, éste debiera reflejar, en última instancia, la evolución del valor de todos aquellos ítems que conforman los costos de producción de esa misma canasta de bienes y servicios.
En nuestro país hay cuatro variables clave que afectan la evolución de los costos de los bienes y servicios: el precio de los insumos y materias primas –en su mayoría bienes commodities o transformaciones de estos–, la trayectoria de los salarios –dado que constituyen la remuneración de las horas de trabajo que conlleva la elaboración de esa canasta de bienes y servicios–, las tarifas de los servicios públicos y el tipo de cambio, que determina el valor en moneda local de todos aquellos bienes y servicios –finales o intermedios– que se adquieren en el exterior o bien que, aunque se producen a nivel local, su precio se fija en línea con el que rige más allá de las fronteras nacionales. Cualquier incremento persistente en estas variables clave, siempre que las restantes no actúen en espejo como ancla, inevitablemente conducirá a una aceleración de la inflación.
La experiencia de las últimas décadas sirve para ilustrar el punto. Entre 2003 y 2006 la tasa de inflación anual rondó el 10%, con alzas de salarios y precios internacionales bastante por encima y tipo de cambio dólar y tarifas fungiendo como ancla. En los siguientes siete años la inflación anual rompió la barrera del 20%, dado que a la continuidad del crecimiento del salario real se sumó una mayor presión cambiaria, en parte compensada por el menor dinamismo de los precios internacionales. Desde entonces y hasta 2019 se alternaron años de fuerte aceleración inflacionaria (2014, 2016 y 2018-2019), alimentada principalmente por escaladas abruptas en la cotización del dólar y ajustes tarifarios, con los salarios actuando como semi- ancla. Finalmente, tras el atípico 2020 la nominalidad volvió a escalar, dado que la desaceleración cambiaria fue insuficiente para contrarrestar las presiones vía precios internacionales y salarios.
La suba generalizada de los precios no afecta siempre del mismo modo la performance macro y socioeconómica de nuestro país. Eso depende, principalmente, de qué variable lidere el proceso inflacionario y cómo éste eventualmente se traslade al resto de los componentes de los costos. El punto no es menor si se lo analiza desde el prisma de las PyMEs, cuya producción tiene por destino principal el consumo doméstico, particularmente sensible a los vaivenes del salario real.
Todo indicaría que para que la contención de la inflación no resienta el necesario proceso de recuperación en curso sería deseable abstenerse de utilizar los salarios como ancla y, en línea con los ejemplos de otros países, recurrir (aunque sea transitoriamente) al ancla cambiaria y tarifaria, al menos hasta que decante el shock de precios internacionales. Pero en Argentina las cosas nunca son tan sencillas.
Por una parte, la ecuación que sugiere el párrafo anterior, implica una cota a los márgenes de rentabilidad que en el caso de las PyMes puede resultar muy difícil de absorber; y frente a lo cual no tengan posibilidades de defenderse, dada su debilidad relativa en las cadenas de valor como formadores de precios. Por otra parte, el insoslayable acuerdo con el FMI y la realidad de nuestras cuentas externas impone un límite a la posibilidad de utilizar estas herramientas. A modo de ejemplo: a diferencia de Brasil, Argentina no puede hoy apreciar con más fuerza su moneda, dada la escasez de reservas y la necesidad de cumplir con las metas en la materia acordadas con el Fondo. En la misma línea, tampoco puede hacer demasiado desde lo fiscal para absorber los mayores costos de la energía vía subsidios, más allá del debate en torno a sus implicancias en materia de justicia distributiva.
Para contener la inflación habría que abstenerse de usar los salarios como un ancla.
Por todo lo anterior, el desafío para el Gobierno se torna mayúsculo: ¿cómo encontrar un ancla a la suba de precios que respete el acuerdo con el FMI y que no se realice sobre la capitulación del mercado interno y su recuperación?
*Director del Departamento de Estudios Económicos de CAME.