Recuerdo perfectamente el hondo impacto que me causó la noticia de la muerte de Néstor Kirchner: me avisó mi mamá, todavía vivía con ellos, y yo arrojé una taza contra una pared, de la bronca. No lo podía creer. Estaba leyendo un libro de Günter Grass, (El tambor de hojalata) tomando un café, en un escritorio grande, y mi mamá, que sabía de mi “afinidad” (que no comparte), entró al cuarto, para avisarme. Te quiero avisar que se murió Kirchner. Me quedé helado. Me enojé mucho. Revoleé la taza contra la pared. Mi mamá en cualquier otro contexto me hubiera dicho ¿qué haces? ¿Cómo rompes esa taza? Pero no lo dijo. Y no lo dijo porque sabía que mi bronca tenía un sentido humano. No era una actuación. No creo haber roto nunca nada. Pero tiré la taza contra la pared y proferí un insulto (que mi admirada Sonia Sánchez hoy me reprobaría con razón). Una actitud infantil ante la dureza definitiva de la muerte. Una actitud igual de pueril tuve cuando murió Eduardo Luis Duhalde. Para quien vive en una familia no peronista, estas muertes agravan mucho la sensación de soledad. Cuando Gelman murió Zaffaroni escribió una nota titulada Más solos. Así me sentí con la muerte de Duhalde.
Para quien vive en una familia no peronista, estas muertes agravan mucho la sensación de soledad
Recuerdo que ese mes de octubre de 2010 para mí fue un duro octubre. Porque ese mismo mes Vargas Llosa –a quien yo le había respondido en una nota titulada Los Heraldos Negros, en alusión al gran poeta peruano César Vallejo, para responderle sus criticas (desde Madrid) a la estatitzación de YPF, que él impugnó de un modo curiosamente vehemente y urgente, del lado del Rey Juan Carlos, su amigo (y Vargas Llosa había escrito un libro penoso, Diario de guerra en Irak, en el cual avisa que él es aun “un escritor que no ha ganado el Premio Nobel”, curioso libro, nadie se imagina a Borges o a Cortázar caminando entre las bombas… o a Symborska, a quien conocí en Cracovia, cuya dulzura es tan admirable como su poesía-, escribiendo algo así, elogiando las bondades del “libre tránsito”, de la “libertad” en una Bagdad desangrada, destrozada por la locura, pero uno sí debe imaginar a Vargas Llosa escribiendo un libro como ese, por encargo, libro que él ha hecho desaparecer de las librerías- finalmente ganaba el Premio Nobel de Literatura, al mismo tiempo, con pocos días de diferencia, que Obama ganaba, en Oslo, el de la Paz.
Fue un octubre complicado. Uno hubiera preferido el Nobel para Gelman o mi admirado Gianuzzi. Para Néstor Perlongher. Para Viñas. Pero no. El mundo no es tan sencillo. Cesar Vallejo era un gran poeta. Y tiene una gran prosa anti colonial. Por eso elegí ese título para responder a Vargas Llosa, peruano residente en grandes pisos de Madrid, sus críticas a un país latinoamericano, desde España. Nada menos. A un país que recupera sus recursos (su petróleo...). Que intenta recuperarlos de la extranjerización y la usura que muchos aun tienen el descaro de seguir llamando “progreso”. Nuestros pibes revolviendo la basura muestran otra historia sobre la "industria". Nuestros indios asesinados y tratados -ellos!- como "usurpadores". La OIT ha sido clara en su redefinición dinámica de territorio. El debate público es muy pobre. Tenemos que ver cómo lo mejoramos.
Chile no tuvo ambigüedad. Apuesta a desarrollar hoy la plurinacionalidad. Nosotros en cambio vimos como una constitución legítima desaparecía por un bando militar.
Chile terminó con la constitución de Pinochet. El debate constitucional chileno es mucho más rico y más honesto que el muy pobre debate constitucional argentino. Otra cosa para cambiar. Tal vez el camino de Chile nos sirva de ejemplo. Juan Guzmán Tapia, (amigo y ejemplo a quien admiro profundamente, hijo de un poeta y lector el de la poesía de Kipling) que procesó a Pinochet, pide que la nueva constitución tome en cuenta a los pueblos originarios y que Chile sea, como Bolivia, un Estado plurinacional. ¿Y nosotros? Chile es un espejo. Chile no tuvo ambigüedad. Apuesta a desarrollar hoy la plurinacionalidad. Chile tuvo la constitución (con reformas) de Pinochet. Nosotros en cambio vimos como una constitución legítima desaparecía por un bando militar. Y vimos cómo se bombardeaba a la población civil. En nombre de la República.
Creo que por eso rompí la taza.
Juan Guzman Tapia me llevó en su camioneta a comer a La veneciana, en el barrio de Bellavista, cerca de la Facultad de Derecho, donde –me contó- iba Pablo Neruda a comer y ellos, jóvenes abogados, los admiraban. Yo creo que esas personas, estos vínculos de fuego, (la poesía de Neruda, de Gelman, de Joaquín Areta, que Néstor eligió en 2005) como me dijo Duhalde una vez, “están”. No es que no “están”. Están. Adentro nuestro. Como fuera. Pero están. La poesía cuenta. Es como dejar una rosa en un altar. Una palabra que nos compromete con algo.
Néstor entendió que en la base de todo lo que hacemos está o debe estar la poesía
Nuestro país necesita recuperar la pasión política. Palabra no de marketing. Es la única forma de “frenar al dólar”. Néstor era un ser desgarbado. Cariñoso. (yo lo conocí en el salón blanco de la Casa Rosada, cuando era pasante "estrella" del equipo de Lavagna y de Nielsen, con quienes también aprendí mucho sobre deuda externa y finanzas públicas, sobre cómo defender los intereses de la Nación). Néstor entendió que en la base de todo lo que hacemos está o debe estar la poesía. Está la palabra sincera dicha con el corazón. No otro es el “regreso de la política”. Es el regreso de la palabra. Nadie es perfecto. Seguramente Néstor tampoco lo era. Pero encendió algo que estaba apagado en nosotros, como dice Yeats. En un mundo de seres que apagan, que renuncian, que agachan la cabeza, Néstor echó un poco de luz. Se le "soltó la cadena" más de una vez. Por suerte. Porque el problema son precisamente esas "cadenas". No queremos más políticos o presidentes "encadenados". Por eso cuando Sirven cuestionó a Alberto por su paso por una radio de Córdoba, diciendo "se le soltó la cadena", nosotros respondimos escuetamente: "cadenas no." No queremos más cadenas. No queremos más presidentes encadenados, subyugados, con miedo, que renuncian a defender, como Evo Morales, o Lula, a los olvidados de su patria. A esos que nunca aparecen. Que no tienen voz.
Néstor echó un poco de luz. Se le "soltó la cadena" más de una vez
Voy a contar una anécdota personal. En 2003 Kirchner le pide a Lavagna que rehaga un informe económico, el célebre Análisis II (sobre crisis de Deuda y FMI), porque el mismo no era lo suficientemente “duro” con la responsabilidad del FMI en la grave crisis argentina. Ese informe que Lavagna recibió con el pedido de correcciones y mejoras pasó a manos de Nielsen, lúcido secretario de Finanzas, que luego nos lo pasó a Sergio Chodos y a mí. Trabajamos un año entero con Sergio. Fue mi primera experiencia “de fuego” en la defensa firme de lo Nacional. Sigo en ese camino. Con humildad. Pero no sin convicciones.
El equipo de Guillermo Nielsen trabajó arduamente y con compromiso un año entero, en 2004, en el informe titulado Análisis II, el FMI y la Crisis de Deuda, que Kirchner le había pedido a Lavagna, expresamente, ante una primera versión demasiado “benevolente”, que “lo escribieran de nuevo”. Tenía razón Kirchner, que poco tiempo antes había puesto su avión provincial a disposición de un diputado que alegó “no tener cómo viajar” para votar en contra de la derogación de la ley de subversión económica, como exigía el Fondo (una vieja ley del Proceso, que el Fondo nunca había cuestionado, y que de repente pretendía derogar en medio de una crisis social sin precedentes, lo cual era claro sobre sus verdaderas "prioridades").
El desafío sigue siendo construir entre todos un país independiente y soberano en serio.
El mismo informe, pese al enorme trabajo que tomó su redacción (del que el autor de estas líneas fue pasante y con cuya redacción contribuyó significativamente, junto a Sergio Chodos), por presiones poco claras, y no todas externas (lo cual es aún más ilustrativo de cómo las lógicas subterráneas de la dependencia argentina aún cooptan a nuestro propio Estado Nación, están dentro del mismo!), nunca llegó a ser publicado. Estamos otra vez parados en el mismo lugar que decía Scalabrini Ortiz. Es triste verlo. Pero más triste es no asumirlo. Hay burocracias que no defienden el interés nacional y están sin embargo enquistadas desde hace décadas en el Estado Argentino. El desafío sigue siendo construir entre todos un país independiente y soberano en serio. Nivelando para arriba, y no cayendo en el falso dilema que nos proponen, de que masividad implica sacrificar excelencia. Se pueden las dos. Nos debemos ambas.