La violencia es ese vicio estructural y escurridizo que atraviesa generaciones y estratos sociales. Evoluciona como un virus que se replica y reaparece con nuevas cepas y mayor virulencia. Tan profunda pero abstracta, que es difícil diagnosticarla y tratarla.
Paradójicamente, como sociedad estamos en contra de cualquier cosa que genere o implique violencia pero, sin embargo, está cada día presente en todos los ámbitos diarios. Adultos mayores y jóvenes siendo sus víctimas y victimarios, visualiza una sociedad endémica en este sentido, que lejos está de poder controlarla porque se reinventa día a día. Es un poder autoritario que pretende anular, ridiculizar o ignorar lo ajeno de muy diversas formas, desde la verbal hasta la física o virtual, canalizadas en delitos, injurias, discriminación o acoso laboral y escolar, entre muchas otras.
A su vez, además de ser desmedida, tiene su fax emocional y abstracta. La violencia también es dolor, oscuridad y temor. Quien la utiliza suele sentirse en peligro en algún punto, se vincula desde el rencor y cae en la trampa de dañar para sentirse mejor, cuando en realidad ese accionar es tan destructivo como su resultado.
Empatía vs. violencias normalizadas
Bajar la violencia es tan complejo como necesario. Es responsabilidad del Estado y un desafío como sociedad, en donde no se puede ni debe mirar al costado, y debe ser trabajada desde la prevención, su asistencia y su castigo. Quien violenta muy probablemente cometa un delito, por lo que es importante el camino previo para prevenir, el durante para evitarla y el posterior para que se aplique la pena y/o enmiende el daño. Este accionar integral implica un debido e integral funcionamiento del Estado.
La empatía y la tolerancia de comprender que convivimos entre las diversidades debe ser el camino para sensibilizar a una sociedad que necesita políticas públicas en este sentido. Un lugar muy importante para trabajarlo es la escuela. Es fundamental la sensibilización desde temprana edad para promover la empatía. Desde brindar Educación Sexual Integral hasta talleres de convivencia escolar, resultan esenciales para la prevención y abordaje de una de las primeras violencias que se ejerce o recibe, que es el acoso escolar, también conocido como bullying.
En este sentido, la opinión pública también juega un rol muy importante en la debida desnaturalización de las diversas formas de violencia, desde la machista hasta las referidas, por ejemplo, a la imagen corporal. Los medios, las redes sociales, son vehículos masivos de comunicación que deben rechazar en forma contundente cualquier manifestación de intolerancia para que ninguna de ellas se vuelva normalizada y, peor aún, banalizada.
Que el árbol no tape el bosque
Claramente, el paradigma radica en pregonar una construcción ciudadana con intereses colectivos y no meramente individualistas. La solidaridad es un valor noble y muy valioso para una sana convivencia, y es uno de los ejes para una sociedad con empatía.
Es que, en definitiva, puede estar la norma, incluso el compromiso, del Estado, pero si no nos convencemos como sociedad es muy difícil hacer el cambio. Empatizar significa ponerse en la piel de quien tenemos al lado, sentir como siente y comprender su humanidad. Las diferencias no están mal ni son motivo de enemistad, pueden serlo de aprendizaje y se debe convivir con ellas.
Claramente, no se puede querer lo que no se conoce, pero tampoco puede ser un motivo para odiarlo o ser intolerante. Son reglas básicas de convivencia, de respeto y de comprensión que se deben desarrollar para vivir en comunidades. Su abordaje debe ser transversal e integral y se deben diagramar desde el Estado diversas estrategias de intervención para prevenir, concientizar y actuar contundentemente contra la violencia. La responsabilidad es colectiva e individual, cada quien desde su lugar debe ser un satélite dando el ejemplo, inspirando y actuando en consecuencia..
*Abogado y Director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.