OPINIóN
Divide y reinarás

Las máximas maquiavélicas de Javier Milei

Javier Milei completó su gobierno apelando a otras fuerzas y dividiendo. Detrás de su “apertura” hay una notable debilidad legislativa: tiene menos del tercio necesario para bloquear iniciativas de juicio político y carece de mayoría para sancionar leyes. Tampoco sabe cuánto perdurará su apoyo popular post ajsute.

Milei, en el mítico balcón de la Casa Rosada
Milei, en el mítico balcón de la Casa Rosada | Télam

Javier Milei candidato quedó atrás el 19 de noviembre, y Javier Milei presidente electo el 10 de diciembre. Hoy ya tenemos a Javier Milei presidente. Los tres Milei muestran diferencias entre ellos: mientras el primero fue sumamente ideológico y confrontativo, el segundo fue conciliador y sumó a su armado a representantes de todos los sectores políticos.

Ex funcionarios del gobierno provincial de Juan Schiaretti en ANSES, Transporte y el Banco Nación; la fórmula presidencial de Juntos por el Cambio en Seguridad y Defensa; Daniel Scioli mantiene su lugar como embajador ante Brasil, así como el Jefe de Asesores de Sergio Massa, Leonardo Madcur, continuará prestando funciones por 90 días para facilitar el traspaso.

En INDEC continúa Marco Lavagna y en el INCUNCAI, aunque fue tema durante los debates presidenciales, continúa el mismo equipo de trabajo. Es decir, Javier Milei sumó representantes de las principales fuerzas políticas de la Argentina a su gobierno, aún a quienes había criticado públicamente.

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Las razones para explicar esto pueden ser variadas: completar todos los casilleros del gobierno nacional requiere una gran cantidad de personas capacitadas para ello, y no todos los partidos políticos cuentan con suficientes cuadros formados. También, es una forma de dividir a la oposición. Genera confrontaciones y ruidos internos, logrados a través de designaciones puntuales y cooptación de cuadros políticos, que generen tensión en las coaliciones opositoras, como lo hicieron las designaciones de Patricia Bullrich o de Scioli.

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Pero si hay que destacar un motivo, es la de la propia debilidad legislativa del flamante presidente: sólo 37 diputados y 7 senadores propios. Es decir, menos del tercio necesario para bloquear iniciativas de juicio político, y muy lejos de la mayoría necesaria para sancionar leyes.

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Entonces, la formación de una suerte de gobierno de unidad nacional, con el llamado a “todos aquellos (…) que quieran sumarse a la nueva Argentina los recibimos con los brazos abiertos” en su discurso político, es tanto una necesidad por sus propias limitaciones como una jugada estratégica para lograr mayores fricciones y divisiones en la oposición. Lo que aparenta ser un gobierno de unidad, podría también interpretarse como la máxima maquiavélica “divide y reinarás”.

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Además de las fricciones expuestas públicamente en Juntos por el Cambio, también podemos destacar divisiones dentro del peronismo: cuatro gobernadores, de Misiones, Salta, Neuquén y Río Negro, anunciaron que sus legisladores nacionales conformarán un bloque común, posiblemente perdiendo el bloque de Unión por la Patria, mientras que, en el Interbloque Federal, tras el apoyo de Schiaretti a Milei, Alejandro Rodríguez abandonó la presidencia del bloque.

La UCR tuvo su propia crisis, nombrando dos presidentes de bloque y dividiéndose, y el PRO parecía unificar su apoyo a Milei a través de Macri y Bullrich, para luego esta última renunciar a la presidencia del partido y llamar a elecciones internas, con un resultado que podría impactar en el gobierno de Milei.
Así, Milei logra dividir a su oposición en el Congreso, sumándola en parte al Poder Ejecutivo. El gran desafío que tendrá a partir de ahora será lograr que los espacios de poder cedidos a otros partidos en el Ejecutivo se reflejen en votos en el Poder Legislativo.

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También que las divisiones logradas en los bloques opositores se reflejen en la conformación del Congreso 2023-2025, logrando así negociaciones con bloques de poder relativo menor.

En caso de que Juntos por el Cambio y Unión por la Patria se mantengan unidos y se comporten coordinadamente en las votaciones, aprobar leyes para Javier Milei se volvería casi imposible. Todo parece apuntar a que Milei ya logró evitar ese escenario.

Cedidos lugares de poder en el Poder Ejecutivo y dividida la oposición en el Poder Legislativo, el tercer elemento que precisa Milei para negociar apoyo con bloques no propios será tener un marcado apoyo popular. Y en esa misión se embarcó el Javier Milei Presidente del 10 de diciembre: discurso ante la ciudadanía que se acercó al Congreso Nacional para mostrar apoyo y aplausos a su discurso de ajuste, salida al balcón de la Casa Rosada para reforzar el mensaje.

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Milei reforzará el apoyo popular logrado en el balotaje y ratificado el 10 de diciembre, porque es su arma predilecta para sancionar las leyes de reforma que su programa de gobierno demanda.

También este punto le presenta otro problema a Milei: hoy tiene el apoyo popular, mañana no lo sabe. Por este motivo la iniciativa de la “ley ómnibus” (o varios paquetes de reformas grandes) para hacer la mayor cantidad de reformas posibles, lo antes posible. Cuando la inflación del primer semestre de 2024 sea mayor al 10% mensual, el ajuste afecte a ciudadanos que votaron al gobierno creyendo que ellos no pagarían los costos del mismo, y los indicadores sociales empeoren por la estanflación, aunque Milei ya lo haya anunciado y avisado, es probable que el apoyo al gobierno merme.

Y en ese momento, Milei ya no podrá sancionar leyes de reforma profunda como lo puede hacer ahora. Siguiendo otra máxima maquiavélica, Milei hará todas las medidas impopulares juntas, en un corto plazo, un ajuste fuerte de shock. Y así luego quedará resistir y defender sus reformas, a la espera de los resultados que las mismas traerán, según el plan de Milei.

Las dos grandes dudas que nos quedan entonces son, ¿podrá Milei sancionar las reformas que necesita su gobierno? Y más importante aún, ¿podrá mantenerlas hasta que traigan los resultados esperados según sus previsiones?