El desbastador paso del Covid-19 sembró en todos los rincones del globo discusiones que solo unos pocos daban. El rol de los Estados vuelve a ponerse en relevancia, al mismo tiempo que la pobreza y la desigualdad ya no pueden esconderse debajo de la alfombra de la meritocracia.
El debate sobre la posibilidad de que los Estados implementen una renta básica es muy antiguo, para no irnos tan atrás vale mencionar que Alaska desde 1982 entrega a todos sus residentes un Ingreso Básico Universal anual de 2000 dólares u 8000 si es una familia con dos hijos. Ya en 1986 se constituía la Red Europea por la Renta Básica y en 2001 la Red Renta Básica española.
El gobierno de centro-derecha de Finlandia encabezado por Juha Sipilä (2015-2019) estableció un plan piloto que entregó una Renta Básica de 560 euros mensuales libres de impuestos durante 24 meses a 2.000 desempleados de entre 25 y 58 años, elegidos al azar entre los 175.000 ciudadanos del país que recibían algún tipo de subsidio por desempleo.
El 4% de los teletrabajadores tuvo ayuda de las empresas
La discusión cobró mayor notoriedad en esta coyuntura pandémica. Antes del Covid-19 la pobreza en nuestro país era del 35,5%, pero en los jóvenes ascendía al 50%, había un 40% de informalidad económica y 8 millones de argentinos recibían ayuda alimentaria. Evidente es que todos estos números se hayan visto afectados con el paso del Coronavirus, por ejemplo, los argentinos que reclamaron ayuda para comer pasó de 8 millones a 11 millones. Sin dudas habrá aumento de pobreza y de la desigualdad.
Este panorama es el que evidencia la necesidad de un elemento que pueda ser fundante en cuanto a la relación del Estado con los ciudadanos.
Argentina es un ejemplo en el mundo en cuanto a la cobertura social, somos un país donde hay una transferencia de ingresos muy amplia y ese es un consenso social envidiable, sobre todo cuando las mieles del liberalismo reinante no llegan a endulzar la dura realidad de muchos argentinos, empeorada por el Covid19.
Incumplimiento del pago de sueldos, la principal denuncia de trabajadores en cuarentena
En ese mismo sentido, nuestro país tiene dos políticas consagradas por propios y extraños. Una histórica, de una efectividad absoluta, la Asignación Universal por Hijo, que llega a 4 millones de chicos, a los cuales les asegura la comida y la escolarización, ni más ni menos. La otra es reciente, fruto de la pandemia, el Ingreso Familiar de Emergencia que llegó a 9 millones de familias. Con problemas, desprolijidades, pero de gran efectividad, además consiguió tener una base de datos de argentinos que siempre estuvieron fuera del sistema.
Estas dos políticas públicas, que nuevamente son admiradas en el mundo, deberían mantenerse, mejorarse, pulirse y combinarse con un país que tenga una mirada de generación constante de empleo. El desafío es, entonces, reconvertir la cobertura social en una renta única que dé un piso mínimo de derechos, al mismo tiempo en el que la generación de empleo en un norte irrenunciable. Claro, para todo esto es necesario reformular un vetusto, ineficaz y desigual sistema tributario.
El pago de impuestos y servicios seguirá operando con el protocolo actual
Los particulares tiempos que nos tocan vivir sentaron las bases para discutir este tema, no hay respuestas absolutas, estas deberán surgir del debate entre todos para conformar un acuerdo social amplio que sea el punto de partida contra la pobreza y la desigualdad de oportunidades.
* Economía – Diplomado en Adm Pub y Políticas Sociales. @leoanzalone