1. Cambiemos presenta buena parte de su pensamiento y su accionar como "desideologizado". Gobiernan "más allá" de las ideologías, con una supuesta "racionalidad" que se opone a la irracionalidad ideologizada de sus antecesores. El decreto que concede nuevas funciones a las Fuerzas Armadas es la más ideológica de las medidas desideologizadas de Mauricio Macri: un cambio de presunto "sentido común" que choca con una política de Estado, un consenso social, de los últimos 35 años de democracia.
2. El "sentido común" que pretende imponer el oficialismo en materias de Seguridad y Defensa prioriza el orden y la autoridad. El propio Macri y su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, encarnan esa doctrina, que anteponen a un hombre de paja garantista-zaffaronista. Construyen ese sentido común con enunciados como:
-La policía tiene que llevar armas y tiene que poder usarlas (Bullrich).
-Los agentes que luchan contra el delito cumplen con sus deberes (Bullrich).
-"Hay que volver a la época en la que dar la voz de alto significaba que había que entregarse" (Macri).
-"Nosotros no necesitamos pruebas, le damos carácter de verdad a la versión de Prefectura" (Bullrich).
3. Tema aparte: la idea de que el Gobierno "comunica mal" es un lugar común y desconoce que las políticas comunican por sí mismas, más allá de cómo se informen al público y a la prensa. Pero las fotos de Macri con un helicóptero a sus espaldas, y que la gacetilla previa anuncie la "reorganización del Sistema de Defensa Nacional", si no son intencionales, rozan la mala praxis comunicacional.
4. Cambiemos coquetea con la idea de incluir a las FFAA en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo desde 2016, y lo anticiparon en los medios varias veces para tantear el terreno. Lo anunciaron el lunes antes de publicar el decreto: eso también es ideología. El texto no cambia mucho: no se menciona la participación en seguridad interior, como prometen desde el Gobierno, pero deja lugar a cierta interpretación. La clave, a la larga, será lo que ocurra en la práctica.
5. Cristina tuvo a Milani y a Berni y puso a las Fuerzas Armadas en el Operativo Escudo Norte desde 2011, sí, pero con accionar limitado y colaborativo. Scioli y Massa prometieron en la campaña de 2015 incluirlas en la lucha contra el narcotráfico, también, aunque no sea lo mismo la demagogia electoral que la gestión efectiva. ¿Por qué se le reprocha la decisión a este Gobierno? La respuesta es política.
6. Es razonable que el Gobierno quiera reforzar la seguridad de cara a la cumbre del G-20, donde no puede haber margen de error. El problema viene después. ¿Qué impediría calificar como "terroristas" a los mapuches que protestan en la Patagonia? ¿Qué pasaría si se encuentra droga en un camión vinculado a los Moyano? ¿O si se repiten los incidentes frente al Congreso por la reforma previsional? ¿Un piquete de vecinos por un corte de luz atentaría contra la seguridad nacional? ¿De quién depende la decisión?
7. "¿Quién vigila a quienes nos vigilan?" es un problema que ningún presidente democrático desde 1983 pudo resolver del todo, de la "mano de obra desocupada" en el alfonsinismo a Luciano Arruga. La doctrina del orden de Cambiemos solo empeoró un drama preexistente: Rafael Nahuel en Bariloche, Facundo Burgo Ferreyra en Tucumán, los jóvenes perseguidos por Prefectura en Barracas. Sumar agentes de las Fuerzas Armadas mal pagos para colaborar en tareas para las que no fueron entrenados difícilmente mejore el panorama.
8. "Modernizar" las instituciones para acercarnos al "mundo" es otro de los ejes discursivos de Cambiemos. "Como en todo el mundo", es el mantra. Esa mirada sobre el globo parece ser estrábica: ignora por ejemplo que muchos países del G-20 legalizaron o despenalizaron el consumo de marihuana. O que comienzan a priorizar la reducción de daños antes que a la lucha contra el narcotráfico, mientras en Argentina se multiplican las causas por consumo personal. En el "mundo" de Cambiemos no existe el caso de México, donde la militarización de la lucha contra el narcotráfico se llevó la vida de decenas de miles de personas.
9. El "partido militar" fue el poder fáctico que desestabilizó la democracia argentina entre 1930 y 1983. Alfonsín lo enfrentó, lo juzgó y capituló. Menem lo contuvo gracias a la desfinanciación y a la autocrítica de Martín Balza. El kirchnerismo lo dominó con el decreto de 2006 y la reapertura de los juicios de lesa humanidad. Sería lamentable que la decisión de Cambiemos lo reactivara. Más aún en una región que en 2019 puede estar encabezada por un militar retirado que coquetea con el fascimo como Jair Bolsonaro.
10. A Macri no le gusta que le canten que es la dictadura, y tiene razón. Prefiere que lo comparen con Arturo Frondizi. Hace casi 60 años, y con el peronismo proscripto, el presidente desarrollista firmó un decreto secreto que habilitaba el accionar de las fuerzas armadas ante "la intensa agitación que perturba esenciales actividades de la vida de la República constituye un evidente peligro para las instituciones y el orden público". Bajo el llamado Plan de Conmoción Interna del Estado, los militares reprimieron entonces las protestas sociales, sindicales, y estudiantiles. En enero de 2008, poco después de asumir como jefe de Gobierno, Macri vetó una ley de la Legislatura porteña que ordenaba indemnizar a las víctimas sobrevivientes. Ojalá el decreto de hoy no obligue a los manifestantes del futuro a corear (en inevitable lenguaje inclusivo para ayudar a la rima): "Macri, queride, vos sos el plan CONINTES". Un canto menos pegadizo, pero más históricamente preciso.