Hace algunos meses atrás, me preguntaba en este mismo espacio cuáles son los efectos para la sociedad de que lo disruptivo, polémico o peligroso no puede debatirse. Hacía alusión entonces, a la decisión de los directivos de algunas redes sociales de censurar cierto contenido, las más de las veces por considerarlo dañino para la población, y prohibir de ese modo el debate sobre cuestiones sumamente sensibles con impacto directo sobre la sociedad global.
Si hay algo característico del momento actual, es que las distancias, medidas tanto en tiempo como en espacio, se han reducido al punto de transformar nuestra cotidianidad en una montaña rusa de vértigo absoluto. Sostengo esta afirmación porque sin haber mediado más que algunas semanas desde aquella nota, en los últimos días se han producido acontecimientos de profunda relevancia mundial, íntimamente relacionados con lo que allí planteaba.
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En este sentido, cabe recordar que quienes se atrevieron a dudar de la versión oficial del origen del Covid-19, se encontraron durante varios meses con la prohibición de publicar dichos interrogantes en una de las redes más populares y consolidadas del mundo. En consonancia con la posición editorial de varios medios internacionales, la famosa red azul catalogó las dudas del público como peligrosos mensajes sin fundamento, que debían censurarse para favorecer la calma en medio de la crisis provocada por la propagación aun no contenida de esa enfermedad.
Lo singular es que, en la última semana de mayo de este año, el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, volvió a plantear aquella cuestión originaria, y encargó a sus servicios de inteligencia una investigación más profunda, señalando, como paradójicamente hizo su denostado antecesor, Donald Trump, que debía investigarse si el Covid no fue producto, cuando menos, de la negligencia de laboratorios chinos, encubierta por el régimen de este país. Para sumar hechos polémicos, también para ese momento, la mencionada red social levantó la prohibición de debatir esta cuestión, casi en consonancia directa con la decisión política de Biden.
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Sin embargo, la controversia no se agota allí. En simultáneo, varios de los más prestigiosos medios periodísticos internacionales, se hicieron eco de una investigación encabezada por un grupo cuasi-anónimo y autoconvocado de investigadores profesionales y amateurs, que se denominan a sí mismos DRASTIC (Equipo Descentralizado, Radical y Autónomo por su sigla en inglés), que tras haber analizado durante meses millones de datos cruzados, en lo que parece un guion digno de película (lo cual sin duda terminará siendo tarde o temprano), han brindado públicamente evidencia creciente de que aquellas dudas consideradas por entonces arbitrarias, y las actuales del presidente Biden, son algo más que meras sospechas, y que el posible involucramiento de un laboratorio ubicado en Wuhan, debe ser dilucidado de manera urgente como parte de una estrategia fundamental para impedir que algo así vuelva a suceder en años venideros.
Si consideramos todo lo anterior, la crisis producida por la aparición del Covid-19, lejos de haberse terminado, se encuentra recién en sus etapas preliminares. Aun cuando la vacunación internacional aumenta y el ritmo de propagación de las consecuencias directas de la enfermedad parece disminuir, al menos en los países más desarrollados del globo, los efectos sobre el inestable escenario internacional y las ramificaciones potenciales que podrían producirse si se comprobasen las afirmaciones de DRASTIC, aún permanecen insospechadas. De todos modos, podríamos afirmar hoy mismo que cierto aprendizaje de la crisis ya es posible. Sobre todo, si consideramos los reparos planteados oportunamente, sobre los aspectos éticos e incluso útiles, de recurrir a la censura en instancias como las actuales, o de desdeñar las advertencias de pensadores como Karl Popper, Thomas Kuhn o Paul Feyerabend, sobre el proceso de descubrimiento de la ciencia y el consenso circunstancial de los científicos.
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En tal sentido, cabe rememorar una de las escenas más significativas de la versión original de Parque Jurásico, aquella película de vanguardia de Steven Spielberg de 1993, en la cual el Dr. Ian Malcolm, protagonizado por el entrañable Jeff Goldblum, sentencia: “La vida, uh, encuentra el modo”.
Quizá, como una ofrenda a la tan humana curiosidad de muchos, al coraje de otros tantos, y aún a pesar de los intentos de ocultamiento y censura, valga decir hoy: “La verdad también encuentra el modo”.
* Mauricio Alejandro Vázquez. Politólogo . Docente de Metodología de la Investigación.
Fuentes consultadas:
- https://www.washingtonpost.com/opinions/2021/05/30/beware-expert-consensus-covid-19-lab-leak-theory-shows-why/
- https://www.newsweek.com/exclusive-how-amateur-sleuths-broke-wuhan-lab-story-embarrassed-media-1596958
- https://elpais.com/tecnologia/2021-06-05/los-detectives-de-internet-que-han-sembrado-dudas-sobre-el-origen-de-la-pandemia.htm
- https://www.slowboring.com/p/the-medias-lab-leak-fiasco
- https://nymag.com/intelligencer/2021/05/lab-leak-media-liberals-covid-china-biden-fauci-investigation.html
- https://www.nationalreview.com/the-morning-jolt/the-circumstantial-evidence-at-wuhan-lab-keeps-growing/