OPINIóN
Salud mental

Coronavirus, qué es todo esto que estamos viviendo

El miedo se contagió mucho más rápido que el virus por la confusión y la incertidumbre que existe y por las consecuencias que trae para la salud mental y la economía.

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Amenaza. Estaremos golpeados en nuestra psiquis más allá de la cuarentena y hay que prepararnos para el duro camino que vendrá. La salud mental será clave. | Pablo Temes

Frente a la realidad que nos toca atravesar y a la altura de los hechos en la que nos encontramos -más de ciento veinte días cuarentena-, perece difícil no preguntarse ¿qué es todo esto que estamos viviendo?. Es indudable que el miedo se contagió mucho más rápido que el virus del COVID-19, no sólo por el riesgo real que representa la enfermedad, sino por la confusión y la incertidumbre que existe en torno a ella, y por las consecuencias que trae para la salud mental y la economía.

Pero a este miedo pareciera sumarse algo más: el hecho de que nos encontramos sumergidos en un clima “de locos” que nubla aún más la posibilidad de divisar una luz de esperanza ante tanto malestar. Es que tal vez nuestra manera de reaccionar a la pandemia puso en primera plana dificultades y formas de pensar que nos afectan. Por eso, tener un poco más claro el panorama en el cual estamos envueltos podría ayudar a salir del desconcierto.

Casi a diario recibimos noticias e información sobre tratamientos, acciones preventivas, síntomas, tasa de mortalidad, estadísticas, nuevas vacunas, etc., a una velocidad que resulta imposible de procesar y que sólo llegan a despertarnos estados emocionales-como tensión, ansiedad, etc. Además, mucho de todo lo que nos llega resulta contradictorio con lo que hasta el momento creíamos válido, o suele estar basado en supuestos que no fueron contrastados, pero que se presentan como verdades que repetimos sin cuestionar -quizá porque ello nos ahorra el esfuerzo de pensar críticamente, o porque coincide con lo que preferimos creer-.

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Si tomamos en cuenta los avances de la ciencia y la medicina, veremos que son enormes las inversiones realizadas en investigación y desarrollo, y también los progresos logrados. Sin embargo, paradójicamente, ante la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra la sociedad existe poco consenso respecto al accionar del virus y algunas medidas para el cuidado de la salud. Tal vez, la demanda de respuestas urgentes para paliar la situación lleve a la búsqueda de soluciones rápidas que no llegan a cumplir los plazos necesarios para su correcta definición, elaboración y proyección.

Lograr un equilibrio entre factores sociales, económicos y el cuidado de la salud,es sin duda una difícil tarea. En este sentido, el tiempo que llevamos de cuarentena sacó a relucir, cada vez más, que el intento de aunar realidades y necesidades tan disímiles indudablemente genera serias contradicciones y discordias que crispan los ánimos de aquellos que se sienten perjudicados, o no se ven representados. Todo esto, además, se potencia con la falta de coherencia que muchas veces vemos entre lo que piden y hacen - con o sin intención- los encargados de gestionar la crisis.

La situación sanitaria se entremezcla, también, con cuestiones que nada tienen que ver con la salud de las personas. Intereses creados y pujas de poder llegan a contaminar todo a su paso, y encuentran la motivación por ayudar no en el interés genuino, auténtico, sino en intereses espurios. Es que pareciera que la necesidad de “ganar”, o la necesidad de tener la “razón” sobre lo que “hay que hacer”, se ha convertido en un fin en sí mismo que hay que sostener a toda costa, alejándonos así de la búsqueda del bienestar compartido.

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Cada vez cobra más fuerza el hecho de abordar las dificultades desde una perspectiva dicotómica que concibe sólo dos caminos y limita la solución a la elección de uno de ellos. Un ejemplo,bastante actual, para esto podría ser la división que se establece en torno a las medidas sanitarias vigentes, donde además todo aquel que comulgue con alguna idea en apoyo o en contra de la cuarentena es incluido y asociado por completo a una forma de pensar que probablemente exceda su verdadera opinión.

Esta visión dual y simplista de concebir la realidad lleva a caldear las aguas del malestar individual, acrecentando y profundizando a su vez el malestar social. Si bien esto no es nuevo, vemos que cada vez más se generan acalorados debates que buscan dejar “humillado” al otro, produciendo rispideces entre seres queridos o, incluso, una profunda intolerancia hacia quienes no piensan exactamente igual.

Al no poder concebir e integrar distintas realidades y visiones el distanciamiento social, que busca evitar el aumento del contagio, se transforma en un distanciamiento que nos deja cada vez más desolados del entorno que nos importa. Ya no se trata solamente de no salir y quedarnos en casa para cuidarnos entre todos. Empezamos a ver que el “no poder” pareciera que cada vez se transforma más en un “no querer” por la dificultad que conlleva el encuentro con otros.

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Por lo tanto, asistimos a un momento en el cual la falta de claridad, la incertidumbre respecto al futuro, la desconfianza en relación a los intereses en juego, la ausencia de diálogo constructivo, la lucha por no ser el humillado o derrotado y la irritabilidad de los ánimos,complica aún más todo.

Este contexto,que disocia el espíritu  social y nos aleja cada vez más de la salud, es caldo de cultivo para un clima “de locura” y desconcierto que aumenta el padecimiento, el desánimo, el desinterés, la anomia, y favorece el aislamiento “voluntario” que incrementa la desolación. Tener esto consciente, por  lo tanto, quizá sea una oportunidad para apartarnos de un camino que cuando se recorre sostenidamente en el tiempo, ya no hay posibilidad de dar marcha atrás.