Amplias distancias culturales dificultan la comprensión de los observadores occidentales del ascenso chino y sus factores subyacentes. La influencia de valores ancestrales en la vida cotidiana y en la política pública chinas contribuye esa dificultad.
Confucio y sus discípulos creían que los mecanismos de mercado deben conciliarse con una significativa intervención del estado a partir de una burocracia meritocrática bien entrenada y educada en los valores de la solidaridad social. La satisfacción de las necesidades de las masas era elevada ala categoría de principio político-filosófico básico; la prosperidad económica se concebía como tributaria del funcionamiento del mercado. La USSR careció de semejante tradición filosófica.
Desde luego, se trata de un ideal. Es reconocido que la burocracia china, a la largo de su extendida historia, con frecuencia no satisfizo los elevados estándares de desempeño exigidos por el ideario oficial.
El “socialismo de mercado” no es una mezcla alambicada de conceptos marxistas y liberales a la Lange-Lerner, economistas neoclásicos del siglo pasado, sino que tiene raíces en el pensamiento ancestral chino. Lange y Lerner lo definían como una solución óptima en base a los principios de la economía neoclásica y su réplica en una economía de propiedad estatal. Pero Stiglitz ha mostrado que, en un mundo de mercados no competitivos, la intervención pública puede brindar una solución superior.
El capitalismo con características chinas en América Latina
El caso chino es compatible con este último enfoque. Así, se concibe el desempeño innovativo, especialmente en las industrias más dinámicas, como más importante que la estructura de la propiedad. La distinción entre socialismo de mercado y capitalismo de mercado hace esencialmente a la relación entre mercados y gobierno, más que a la sustitución de aquellos por este. Se descansa sobre la mano visible del estado por sobre la mano invisible del mercado como juez de última instancia que facilite conciliar el máximo crecimiento de la eficiencia con la mayor equidad alcanzable.
El enfoque recobró impulso después de Mao con el desarrollo gradual de la economía de mercado. Este debía ser reglado, no eliminado por el estado (Guan Zi), para asegurar su funcionamiento efectivo por medio de regulaciones pragmáticas e inteligentes.
Durante dos milenios la idea fue sujetar el mercado a los requerimientos de un estado responsable de la provisión de bienes públicos esenciales. En esta tradición, Deng Xiaoping promovió un enfoque pragmático y experimental de las relaciones entre estado y mercado. El mercado debía ser guiado pero, a su vez, el estado debía continuamente "buscar la verdad en los hechos". Deng: "Las relaciones entre el estado y la economía de mercado debían ser continuamente ajustados y perfeccionados de acuerdo con las condiciones vigentes". Según el Libro de los Ritos: "La prevalencia del gran principio asegura el bien común".
Comunismo y Peronismo: una mirada a partir de la numerología
La intelectualidad china ha prestado especial atención al hecho que Adam Smith, en su Riqueza de las Naciones, destacó la contribución de la mano invisible del mercado al progreso económico y social; pero en su Teoría de los Sentimientos Morales, también subrayó que, por sí mismo, el mercado produce resultados adversos tales como inequidad y trabajo insalubre. Desde 1978 la idea ha sido combinar la "'serpiente' de la regulación con el "erizo" de la competencia de mercado.
La experiencia del "rejuvenecimiento" chino ilustra lo dicho. Mientras que el mercado ejerce un papel central para el crecimiento económico, la regulación pragmática del estado busca asegurar que ello beneficie al conjunto de la población. Esa es la idea, a menudo no verificada en la práctica.
* Prof. de Políticas de Innovación Tecnológica y de Ciencia, Tecnología e Innovación en China, U.B.A.