OPINIóN
Encuentro Felipe Solá - Jair Bolsonaro

Diplomacia no es moda

El gobierno argentino movió las piezas con inteligencia estratégica, en el tablero de ajedrez mundial.

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El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, recibió al canciller argentino, Felipe Solá. | Cancillería

Henry Kissinger, el artesano de la “política de distensión” que implementaron los Estados Unidos con la Unión Soviética y China, definió la diplomacia como “el arte de relacionarse entre Estados por acuerdo en vez de a través de la fuerza”. Los modos de ejercerla han mutado acorde a las singularidades de cada tiempo. Es una actividad que ejercen los Estados —o sujetos especiales de derecho internacional público, como La Soberana Orden Militar de Malta y la Santa Sede— que tiene como objetivo el relacionamiento internacional usando medios pacíficos. La diplomacia debe despojarse de todo espíritu de cruzada. Se concentra en maximizar las ganancias mínimas y minimizar las máximas pérdidas de un actor estatal. El Realismo Político considera que la fuerza es un elemento importante en las relaciones de poder internacionales, pero también reconoce que la política exterior de un Estado no puede basarse exclusivamente en hipótesis de conflicto militares. Para esta perspectiva, la guerra es un instrumento de la política exterior, pero no es el más importante.

La moda y el glamour, que algunos gobiernos mezclan erróneamente con la diplomacia, nada tiene que ver con las cuestiones de Estado, que se caracterizan por la sobriedad. Lo cool y la política internacional no van de la mano. Banalizar e impregnar las cuestiones de Estado con elitismo, es sinónimo de carencia de vocación pública, falta de respeto institucional y desconocimiento de lo que implica el relacionamiento interestatal.

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Antes de las elecciones de octubre de 2019, en otra columna expresé que había que minimizar los desencuentros verbales que mantuvieron Alberto Fernández y Jair Bolsonaro, porque en el plano internacional, los intereses nacionales están por encima de las palabras de las personas. Más aún, por tratarse de dos Estados que se necesitan recíprocamente. Son los socios más grandes del Mercosur. Brasil es el principal destino de las exportaciones de la Argentina y ésta es el tercer destino de las ventas 'verdeamarelas' al exterior.

Bolsonaro propone a Alberto reunirse el día de la asunción de Lacalle Pou

Actualmente, la diplomacia está inserta en una era compleja, en la que conviven múltiples actores interdependientes que establecen un nuevo statu quo global. Como bien afirmó en una entrevista, el flamante embajador de la Argentina en Chile, Rafael Bielsa, “el rol de la diplomacia no consiste en la ingesta de canapés”. El ajuste de diferencias mediante el diálogo es la función fundamental de la diplomacia. El gobierno argentino movió las piezas con inteligencia estratégica, en el tablero de ajedrez mundial. Primero logró el apoyo de Israel y EE.UU. para la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Recordemos que estos sujetos de derecho internacional, son actores internacionales a los que Bolsonaro presenta con ardua frecuencia, como aliados de Brasil.

Hay Moro en el horizonte brasileño

El canciller de la Argentina, Felipe Solá, el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, y el embajador en Brasil, Daniel Scioli, visitaron al presidente de Brasil y buscaron puntos de encuentros. Lograron un importante paso para las relaciones bilaterales: Bolsonaro manifestó que evaluará apoyar a la Argentina en la negociación con el FMI y además coincidió en la importancia de fomentar el Mercosur. También quiere reunirse con el presidente Alberto Fernández. Este encuentro en principio se concretará en Montevideo, el 1 de marzo, cuando ambos mandatarios viajen a la asunción de Luis Alberto Lacalle Pou, como presidente de Uruguay.

El pragmatismo de ambos jugadores logró que la racionalidad prevaleciera y fuera el eje de la reunión. Es evidente que a ambos les conviene normalizar las relaciones bilaterales y que a ninguno le favorece profundizar los desencuentros ideológicos en desmedro de los intereses nacionales. Los aires de distensión que aportó el reciente contacto intergubernamental argentino- brasileño lleva unos gramos de tranquilidad a los industriales y a los trabajadores de ambos países, que se preocupan por el fuego cruzado que había llenado los titulares de los diarios, desde hace unos meses. La Argentina pareciera tener claro que lejos de nuestro socio mayor, el destino global será mendigar. Tal vez por esto movió bien las piezas en el proceso de devolver a la Argentina al mundo para afrontar la deuda externa. Lo hizo aplicando diplomacia, no con fotos propias de eventos de moda, que nada tienen que ver con el deber gubernamental ni con los objetivos estratégicos de una Nación.

*Analista internacional, Director de Gestión de Gobierno en la Universidad de Belgrano, autor del libro Postales del Siglo 21.