OPINIóN
Análisis

El día después de las elecciones

Un nuevo gobierno fuerte con iniciativa importante en el Poder Legislativo frente a una oposición fuerte que también tendrá importante capacidad de control.

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Alberto Fernández. | JUAN VARGAS / NA

Después de una espera que pareció eterna entre el resultado post-PASO y el cierre de los comicios, Alberto Fernández es el nuevo Presidente de los argentinos. El binomio Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner (Frente de Todos) se impuso con el 48,1% de los votos (según el escrutinio provisorio) frente a la fórmula Mauricio Macri-Miguel Angel Pichetto (Juntos por el Cambio) que obtuvo el 40,4% de los votos. Lejos quedaron Lavagna-Urtubey (Consenso Federal con 6,2%), Del Caño-Del Plá (FIT, con 2,2%), Gómez Centurión-Hotton (Frente NOS, con 1,7%) y Espert-Rosales (Frente Despertar con 1,5%).

Una primera lectura de la elección evidencia que un escenario de hiperpolarización se consolidó y ha llegado para quedarse. Esto fue posible dadas las modificaciones que ocurrieron respecto a las PASO: Si bien Alberto Fernández potenció dentro de su fila de votantes la consolidación de un núcleo duro (lo cual es importante y ratifica el poder que emana de la unidad del peronismo), Macri pudo evaporar votos de fuerzas opositoras que habían quedado lejos en la instancia anterior y las acaparó a su favor. También cuentan dos datos clave: aumentó la participación de votantes, porque el porcentaje de votos emitidos respecto del total de padrón electoral había sido de 75% en las PASO y en estas elecciones generales subió significativamente a 80%. Y por otro lado, el porcentaje de votos en blanco bajó de 3,4% en las PASO a 1,50%.

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Aunque a Macri no le alcanzó, resulta evidente que la intensa campaña realizada para esta última instancia ilustró al futuro gobierno el peso indiscutible de la nueva oposición a partir del 10 de diciembre. Pero en Juntos por el Cambio hay otro detalle importante respecto a la distribución interna de fuerzas: el peso del radicalismo en la remontada de las provincias de Mendoza (Cornejo), Santa Fe, San Luis (Cacace), la consolidación de Córdoba (Negri) y la suma del radicalismo "rebelde" liderado por Lousteau en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien finalmente accedió a ser candidato a Senador porteño haciendo las paces con Rodríguez Larreta. La Unión Cívica Radical está en condiciones de ser gran protagonista en las negociaciones parlamentarias y en la toma de decisiones dentro de la oposición. Horacio Rodríguez Larreta logró una contundente victoria en primera vuelta para Jefe de Gobierno con el 55,90%  y se anota para ser la principal voz representativa del PRO en dicha coalición. Todo depende de una eventual continuidad sin fisuras de Juntos por el Cambio después del 10 de diciembre.

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Por el lado de los grandes ganadores de esta elección, quedó claro que hicieron los deberes obligatorios para la contundente victoria. Una palabra fue clave: Unidad. El éxito que fue bajando desde los diferentes elecciones provinciales proyectaban aires optimistas al peronismo unificado. La recuperación de la gobernación de una Santa Fe en manos socialistas después de 12 años fue el primer gran triunfo. La otra, lograr la unidad total en la Provincia de Buenos Aires, después de dos duras derrotas en las generales 2015 y las legislativas 2017. Sin PASO para gobernación conflictivas a la vista (como en 2015, Aníbal Fernández versus Julián Domínguez) y sin listas separadas (como la división tripartita en 2017 con Cristina Fernández de Kirchner por un lado, Massa por otro, y Randazzo liderando una franja díscola que le pedía PASO a la primera), se logró una fórmula para la gobernación única (Axel Kicillof - Verónica Magario) y el acuerdo entre Alberto Fernández con Sergio Massa, llevó a este último a liderar la lista de candidatos a diputados nacionales (después del efímero proyecto Alternativa Federal, que terminó en la nada).

El resultado: una aplastante victoria tanto en las PASO como en las generales (52,28% frente al 38,39% de Vidal-Salvador del oficialismo bonaerense Juntos por el Cambio) llevó a recuperar el perdido sillón de Dardo Rocha en 2015 (como le llaman a la sede de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, situada en la ciudad de La Plata). Una de las claves más llamativas: la ventaja que logró el Frente de Todos en dos secciones electorales donde Juntos por el Cambio (en ese entonces, denominado Cambiemos) había sacado una clara ventaja en 2017. En la primera sección electoral bonaerense (Campana, Escobar, Gral Las Heras, Gral San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, Luján, Malvinas Argentinas, Marcos Paz, Mercedes, Morón, Merlo, Moreno, Navarro, Pilar, San Fernando, San Isidro, San Miguel, Suipacha, Tigre, Tres de Febrero y Vicente López) el binomio Fernández-Fernández sacó el 52,20% de votos, mientras que Unidad Ciudadana (Cristina Fernández de Kirchner-Jorge Taiana para el Senado, apartados de Massa y Randazzo) en 2017 obtuvo 36,07%. Macri-Pichetto en dicha sección obtuvieron 35,44% de los votos frente al 41% que pudo sumar Cambiemos en 2017 (fórmula para el Senado Bullrich-González).

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En segunda sección electoral bonaerense también vale la pena situar la lupa. Conformada por los distritos de Arrecifes, Baradero, Capitán Sarmiento, Carmen de Areco, Colón, Exaltación de la Cruz, Pergamino, Ramallo, Rojas, Salto, San Andrés de Giles, San Antonio de Areco, San Nicolás y San Pedro, Fernández-Fernández lograron esta vez 46,60% de los votos frente al 30% obtenido por Unión Ciudadana (subrayemos otra vez, sin Massa y Randazzo). Allí Macri-Pichetto sumaron 42,53%, cifra considerablemente menor al 49% obtenido por Cambiemos en 2017. Esto permite reflejar que el éxodo de votos ha sido considerable en distritos de amplio peso electoral bonaerense respecto a elecciones anteriores.

Párrafo aparte el rotundo aplastamiento electoral del Frente de Todos en la tercera sección electoral (Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Berisso, Brandsen, Cañuelas, Ensenada, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, La Matanza, Lanùs, Lobos, Lomas de Zamora, Magdalena, Presidente Perón, Punta Indio, Quilmes y San Vicente) con un implacable 59,61% para Fernández-Fernández (44% en 2017 de Unidad Ciudadana) frente a un lejano 28,27% para Macri-Pichetto (35% en 2017 de Cambiemos).

A la espera del escrutinio definitivo, las cartas están echadas y son indiscutibles. Un nuevo gobierno fuerte con iniciativa importante en el Poder Legislativo frente a una oposición fuerte que también tendrá importante capacidad de control (sobre todo en la Cámara de Diputados). No hay una tercera fuerza nacional contundente que equilibre las negociaciones parlamentarias. Otra cuestión importante: la polarización está teñida por fuertes matices dentro de sus fuerzas. Frente de Todos y Juntos por el Cambio no son agrupaciones monocolor. Existe la posibilidad de un fuerte debate interno dentro del futuro gobierno y la futura oposición. Cristina Fernández De Kirchner se perfila como una figura fuerte dentro del Senado, a diferencia del resto de los vicepresidentes desde el retorno de la democracia. Queda saber quién será el Presidente de la Cámara de Diputados y la conformación de las diferentes comisiones en ambas cámaras, donde se prometen fuertes discusiones. Y la conformación del gabinete del gobierno electo. La transición ya comenzó.