OPINIóN
Asesinato de Fernando

Qué se esconde cuando usamos el término "manada" para hablar de delitos en grupo

Seguramente hubo conductas que debieron ser tomadas como una señal. Es importante estar alertas para poner en práctica mecanismos de prevención.

Familiares y amigos pidieron Justicia por Fernando Báez Sosa
Familiares y amigos pidieron Justicia por Fernando Báez Sosa | Cedoc

El brutal homicidio de Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en Villa Gesell nos conmocionó como sociedad y desató un fuerte debate mediático en el que hemos vuelto a leer y escuchar términos que ya se habían utilizado para describir otros crímenes similares, perpetrados también en grupo.

Se habla de “manada” cuando se hace referencia a los agresores que cometieron el asesinato, animalizándolos y produciendo, en consecuencia, un distanciamiento que los colocaría por fuera de la sociedad a tal punto, que el término no define el accionar “humano”.

Hablar de “manada” no sólo deshumaniza a los agresores, sino que además esconde que, si bien el acto que cometieron es inhumano, esta práctica delictiva fue llevada a cabo por varones que son parte de una cultura deportiva en la que la violencia, habilita un sentido de pertenencia. Es necesario que nos involucremos como sociedad. Y aquí también es donde surgen las preguntas que como adultos debemos hacernos para entender y prevenir: ¿Qué valores se promueven hacia el interior de sus núcleos familiares y en los distintos niveles educativos que transitaron? ¿Y en los clubes y organizaciones sociales de distinto tipo por la que alguna vez seguramente participaron?

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Fernando Báez Sosa: la tragedia anunciada

Seguramente, hubo conductas o actitudes que debieron ser tomadas como una señal que requería atención. Por ello, es importante estar alertas para poner en práctica los mecanismos de prevención.

Todos nos sorprendemos de este acto aberrante de extrema violencia cometido por un grupo de jóvenes. Ahora bien, la violencia está fuertemente arraigada en nuestra sociedad, y niñas, niños y adolescentes no solamente son espectadores y también víctimas sino que crecen en una cultura en la cual la violencia se naturaliza.

Al mismo tiempo, este homicidio no solo nos corrió el velo, sino que interpela a quienes somos adultos responsables de criar y de formar a niñas, niños y adolescentes y también nos convoca a los organismos del sistema de protección de derechos a actuar en pos de deconstruir estereotipos violentos.

Hablar de “manada” no sólo deshumaniza a los agresores, sino que además esconde que, si bien el acto que cometieron es inhumano, esta práctica delictiva fue llevada a cabo por varones que son parte de una cultura deportiva en la que la violencia, habilita un sentido de pertenencia.

Debemos insistir, una vez más, en la importancia de incorporar la perspectiva de género en todos los ámbitos de la vida. Fundamentalmente, es necesario aplicar la Ley de Educación Sexual Integral desde la primera infancia para eliminar las asimetrías de género, desarmar los valores que ponen en el centro la violencia machista y enseñar a niñas y niños nuevas y más respetuosas maneras de relacionarse y socializar.

Docentes, entrenadores, médicos, educadores, fuerzas de seguridad, dueños de boliches, medios de comunicación, funcionarios de la justicia, entre otros, debemos estar alertas, revisar y desandar prácticas cotidianas para formar niñas, niños y adolescentes -futuros adultos- más respetuosos de los derechos de otros. Solo de este modo podemos generar una sociedad menos violenta.

No hay que esperar a una muerte para intervenir


El asesinato de Fernando no constituye un hecho excepcional ni fue llevado a cabo por animales salvajes o monstruos, sino que es parte de una trama social violenta y machista que debemos no sólo repudiar sino erradicar definitivamente.