OPINIóN
Economía sustentable

Bonos Sociales: un nuevo desafío para las finanzas

Triple bottom line (triple resultado final), el concepto surgió hace más de un cuarto de siglo, y la pandemia y sus consecuencias sociales y económicas lo devuelven a los primeros planos.

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Economía | Nattanan Kanchanaprat / Pixabay

El concepto surgió hace más de un cuarto de siglo, y la pandemia y sus consecuencias sociales y económicas lo devuelven a los primeros planos. John Elkington acuñó el triple bottom line (triple resultado final) en 1994, tomando cierta distancia de la fría lectura de un balance cuyo resultado final puede ser positivo o negativo según el signo de su última línea. Advirtió que podría contener (o esconder) mucha más información, al incorporar otros aspectos. La referencia a las “3 P” (en la lengua anglosajona) contempla, además de las ganancias (profits), otras dos P: personas (people) y planeta (planet). Esto, en el entendimiento de que sólo aquellas empresas que contabilicen las 3 P estarán considerando los costos totales de sus acciones, al involucrar no solo los intereses de sus stockholders, sino también de otros stakeholders, incluyendo entre estos últimos a sus colaboradores, el planeta, la comunidad. Con los años, esta mirada más holística, integradora y transparente, ha ganado terreno, si bien difícilmente pueda traducirse en el corto plazo en hechos concretos en la mayor parte de las industrias y latitudes. Esto aplica también para momentos como el actual. Un escenario ideal para el planeta sería cambiar, en poco tiempo, la matriz energética global basada en combustibles fósiles hacia una en la cual predominen las energías limpias. Aún en este caso, resulta crítico considerar las otras dos P. Por el lado de los profits, la vertiginosa caída de los costos de producción de varias de las energías renovables va en ese sentido, reafirmando la falsedad del dilema rentabilidad – sostenibilidad. La restante P (personas), constituye un tema más delicado. Cabe preguntarse, en ese caso, ¿cuál sería el destino laboral de las personas que trabajan en empresas que actualmente perjudican el ambiente? Es preciso encontrar una solución acorde.

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Así es como aparece otro concepto en el horizonte. Para “no dejar a nadie atrás” (trabajadores que quedarían sin empleo, en este caso), es necesario que la transición desde una economía como la actual hacia una economía baja en carbono sea justa. El sector financiero puede ser clave en esto.

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Uno de los problemas que enfrentamos está dado por el hecho de que esperar a que ese cambio se produzca de manera ‘natural’, paradójicamente, ya no representa una opción viable. El Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático advirtió en octubre de 2018 acerca de la necesidad de acotar el incremento de la temperatura media (respecto de la era preindustrial), incluso por debajo de los 2°C que había establecido el Acuerdo de Paris en 2015.

El Covid-19 plantea un inconveniente adicional. Ante la emergencia, parte de los ya insuficientes fondos para luchar contra el cambio climático, podrían ser reorientados (en buena hora) a atender las consecuencias inmediatas de la pandemia.

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Ante este panorama, el sector financiero en sentido amplio es decisivo, tanto por la urgencia como por la cuantía de las necesidades financieras. Pre-Coronavirus, se estimaba que el gap anual de financiación para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel global equivalía a unas cinco veces el PIB de Argentina.

Los mercados de capitales internacionales habían encontrado en los Bonos Verdes un instrumento de renta fija capaz de generar un rendimiento (profits) contribuyendo al mismo tiempo a fondear proyectos amigables con el ambiente (planeta). Los insuficientes USD250.000 millones de Bonos Verdes emitidos a nivel global en 2019 contrastan con los escasos USD20.000 millones de Bonos Sociales (destinados a salud, vivienda, empleo, educación) colocados el mismo año. Una mirada más amplia permite incluir USD65.000 millones en Bonos Sostenibles, cuyo destino es tanto proyectos verdes como sociales. Frente al Covid-19, el sector reaccionó rápidamente, a punto tal que este año los volúmenes emitidos de bonos sociales crecieron de manera exponencial. Con relación a los emisores de Bonos Sociales, visualizo que i) los gobiernos, en sus diferentes niveles, serán protagonistas; ii) se mantendrá o incrementará el papel de los bancos, y iii) habrá una mayor presencia de los multilaterales.

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Así como la transparencia de los reportes y las métricas son fundamentales para asegurar el impacto y evitar el greenwashing en los bonos verdes, lo análogo será exigido de manera creciente por los inversionistas para impedir el socialwashing. La definición de la taxonomía así como el rol de consultoras verificadoras, serán vitales en este sentido.

Los efectos de la pandemia demandan hoy fondos de emergencia. Pero también demandarán financiación durante los próximos semestres para la reconstrucción del tejido social y de las economías. Esto significa que los Bonos Sociales no serán un fenómeno pasajero. Junto a los Bonos Verdes y Sostenibles, tendrán el desafío de convertirse en el nuevo normal de las finanzas para que ninguna P quede atrás.

 

* Economista Focal Point de Finanzas Sostenibles, Fundación Vida Silvestre.