Fui testigo el domingo 15 de noviembre, de un hecho que no presentaría enorme relevancia si se tratara de un acontecimiento aislado de irresponsabilidad ciudadana, pero sí se vuelve preocupante cuando la realidad cotidiana nos muestra que esto que yo presencié en un club del barrio de Núñez de la Ciudad de Buenos Aires, no ocurre solo en este lugar, sino en gran parte del territorio argentino.
Desde fines de 2019 el mundo está padeciendo una pandemia por coronavirus, Argentina también. Diferentes naciones del mundo han planteado y formulado diferentes tipos de estrategias y planes para hacerle frente a la pandemia. Argentina eligió desde el día 20 de marzo, a través de un decreto presidencial, declarar un tipo de aislamiento social preventivo y obligatorio, lo cual implicó un tipo de cuarentena extremadamente estricta donde durante siete meses se prohibieron infinidad de actividades laborales y de esparcimiento, y en el último mes (en curso) comenzaron a aparecer mayores aperturas que continúan un camino hacia la flexibilización total de todas nuestras actividades.
Argentina fue el país con la cuarentena más larga del mundo, un tipo de cuarentena donde las prohibiciones fueron extremas y un tipo de cuarentena obligatoria (con fuerza de ley).
Argentina fue el país con la cuarentena más larga del mundo, un tipo de cuarentena donde las prohibiciones fueron extremas y un tipo de cuarentena obligatoria (con fuerza de ley).
A muchos nos cuesta entender, como luego de dos meses de haber logrado fortalecer el sistema de salud argentino, mientras nos contaban que llegaban millones de test para la detección del coronavirus, no pudieron ir flexibilizándose, con buenos protocolos, ciertas actividades que probablemente hubiesen impedido que nuestras economías domésticas se desmoronen y que nuestra vida social y familiar se viva de modo tan sufriente.
A muchos hoy nos cuenta entender que, al día 15 de noviembre de 2020, cuando ocupamos el 6to lugar en número de muertes por cada millón de habitantes a nivel global, las cuarentenas estrictas se hayan transformado en un “hago lo que quiero” individual y colectivamente, que nuestros gobernantes se hayan transformado, repentinamente, de amos y señores de nuestras vidas en personalidades ausentes que ni siquiera nos anuncian el estado de situación sanitaria, hoy preocupante en Argentina, porque si lo importante era como dijo el presidente Alberto Fernández, anteponer la vida ante todo, no la antepusimos ni un poco.
Cuestionamos tanto a Brasil, a Chile, al Reino Unido, a Estados Unidos, nos compadecimos tanto por Italia y Francia, les pusimos los puntos a Suecia. Hoy Argentina se encuentra en 6to lugar de fallecidos por coronavirus por cada millón de habitantes, Brasil, detrás de Argentina, ocupa el 7mo lugar en número de muertos, Chile ocupa el 8vo lugar, el Reino Unido el número 9, Estados Unidos el lugar número 10, Italia el número 13, Francia el número 15 y Suecia el número 20.
Por su parte, del otro lado del Plata, a pesar de un rebrote del virus que llevó a que Uruguay defina por el momento, el cierre de fronteras para la temporada de verano 2021, y que el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, anunciara hace escasos días que el plan es aumentar el número de pruebas diarias para la detección del virus, y pidió expresamente a la población que no descuide las medidas de protección personales y protocolos para controlar el coronavirus, la pequeña República ocupa muy por debajo de Argentina y del resto de las naciones mencionadas, el lugar número 141 en cantidad de número de muertos por coronavirus por cada millón de habitantes. Uruguay desde el comienzo de la pandemia, no implementó un tipo de cuarentena estricta y obligatoria, sino que exhortó a sus ciudadanos, para que de modo responsable cumplan con medidas de aislamiento físico, con los protocolos indicados para evitar que prolifere el virus, mientras utilizó (de verdad) la herramienta de testeo de modo masivo apenas arribó el virus a suelo uruguayo.
¿Qué paso en este club del barrio de Núñez en la ciudad porteña el último domingo 15 de noviembre? Pasó que más de quince chicos de un promedio de 10 años de edad, decidieron jugar a la lucha libre al aire libre, así jugaban tirándose encima unos de otros, con contacto físico permanente. Pasó que sus padres estaban todos sin barbijo en todo momento disfrutando del club, y pasó que alguien quiso ir a pedir a algunos de esos padres que conforman la comisión directiva del lugar, que por favor se cumplieran con los más básicos protocolos, porque, en un lugar donde transita una importante cantidad de personas (muchas adultos mayores), que más de una quincena de niños reunidos estén jugando uno encima del otro, no era lo más apropiado, cuando, repito, Argentina se encuentra entre los países con más muertes por coronavirus. La respuesta de los papás de estos niños que jugaban todos apilados, fue contundente, así, afirmaban, que al aire libre se pueden hacer deportes de contacto si se trata de un grupo de hasta 10 chicos (no estaban jugando deportes de contacto sino haciendo lucha libre uno encima del otro y eran más de 10 chicos).
Cuesta entender que nuestros gobernantes se hayan transformado, repentinamente, de amos y señores de nuestras vidas en personalidades ausentes que ni siquiera nos anuncian el estado de situación sanitaria
Cuando se le vuelve a reiterar a los padres miembros de la comisión directiva del club ¿por qué no intervienen para que los niños puedan jugar a algún deporte que no implique estar uno encima del otro? ¿y si la responsabilidad de cada socio no importaba para velar por el bien común del conjunto de los socios del club? La respuesta fue tan antipática como violenta, así, respondieron que al club no le importaba aquello que hiciera cada socio, si no adecuarse a la ley (aunque la ley no permite que más de diez personas jueguen al aire libre deportes de contacto y eran más de quince niños jugando lucha libre en ese espacio del club), y respondieron algo que me llamó poderosamente la atención, que no les importaba exhortar a ningún socio a que tenga mayores responsabilidades. Me sorprendió porque cuando escuchamos la palabra exhortación, enseguida se suele venir a la mente “Uruguay”, ya que el presidente Lacalle Pou repitió numerosas veces que en Uruguay no se obligó a los ciudadanos a encerrarse en sus casas o a no trabajar, sino que se los exhortó a que sean responsables con los cuidados y protocolos. No pude evitar preguntar a tamaña afirmación “¿quieren hacer lo contrario de Uruguay?” “¿quieren que se cierre todo como se cerró en Argentina por obligación y que, si se abre todo, se abra sin responsabilidad ciudadana?” Uno de los miembros de la comisión directiva respondió “no me importa nada Uruguay”, el otro me respondió agresivamente: “¿Por qué no te vas a vivir a Uruguay?”.
De tal manera, me encontré con la siguiente situación: si yo quiero, como queremos tantas personas, ser libres, dejar atrás las cuarentenas estrictas que nos reventaron económica y psicológicamente, pero quiero ser responsable para cuidarnos entre todos de un virus que hoy en Argentina arroja cifras escalofriantes, no puedo; parece que debería irme a vivir a Uruguay.
¿Por qué destaco estas respuestas violentas de estas personas que forman parte de una comisión directiva de un club? Porque esto no está pasando solamente en un club de la ciudad de porteña en el barrio de Núñez. Porque, lamentablemente, en muchos espacios, de muchas regiones y ciudades de Argentina, si pretendemos libertad, y pretendemos que un gobierno no nos siga tutelando de modo cuasi autoritario, no somos capaces de asumir las responsabilidades más básicas para cuidarnos y cuidar a los demás.
En Uruguay no se obligó a los ciudadanos a encerrarse en sus casas o a no trabajar, sino que se los exhortó a que sean responsables con los cuidados y protocolos.
Nuestros hijos no fueron durante un año lectivo a la escuela, pero ahora en un club, pueden más de quince niños hacer lucha libre y tirarse uno encima del otro y sus padres pueden permanecer horas sin barbijo, alrededor de personas adultas mayores de 65 años.
Nos quejamoss por meses porque nuestros gobernantes pretendieron dirigirnos y arruinar nuestras vidas cotidianas con prohibiciones espantosas, pero cuando podemos elegir, aparecen muchísimos ciudadanos argentinos que deciden no cuidarse y no cuidar al resto, ciudadanos encargados por ejemplo de la dirección de un club.
Parece que la libertad con responsabilidad no es cosa para los argentinos, por eso mis hijos no pueden jugar en un club sin asumir los mayores riesgos, y por eso me mandaron a vivir a Uruguay. Tristísimo.
*Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora (UBA) www.sandrach.com.ar