OPINIóN
Análisis

El salario mínimo vital y móvil y su sentido en el marco inflacionario

El número que se terminó aceptando casi por unanimidad ni siquiera se acerca al necesario para ser indigente. De hecho en los últimos 5 años el salario mínimo vital y móvil perdió a valor constante más del 35% de su poder adquisitivo.

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mujer trabajando en una empresa metalúrgica | AGENCIA SHUTERSTOCK

Este martes formamos parte del Consejo Nacional del Empleo la Productividad y el Salario Mínimo Vital y Móvil, en representación del sector MiPymes.

En la práctica, solo fuimos espectadores de lujo, ya que participamos como suplentes, lo que significó que no pudimos estar en la mesa donde se discutía el número ni la política que este encierra.

Este hecho muestra cual es el lugar marginal que tenemos las PyMES hasta el momento en las mesas de discusión y decisión de los grandes temas y desafíos de la Argentina, pese a que somos el 95% de las empresa del país, que junto a nuestros trabajadores y trabajadoras producimos el 70% del PBI nacional.

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Analicemos por un instante el significado de tan grandilocuente título: el salario debe ser mínimo. Significa que ninguna persona puede ganar por debajo de esa cifra, pero se le agrega la palabra vital para señalar que ese importe le debe alcanzar para cubrir las necesidades básicas.

Debo reconocer que este no es el caso. El número que se terminó aceptando casi por unanimidad ni siquiera se acerca al necesario para ser indigente. Si bien es cierto que es móvil -para tener la flexibilidad de adaptabilidad al proceso inflacionario que sufrimos hace décadas- el 35% en 7 cuotas hasta febrero del 2022, solo hace que cubra los ajustes del año y se olviden de la inflación del 2020. De hecho en los últimos 5 años el salario mínimo vital y móvil perdió a valor constante más del 35% de su poder adquisitivo.

Los empresarios PyMES sabemos perfectamente, que es imprescindible la recuperación del poder adquisitivo de la población, no solo para mejorar el crecimiento económico, sino para poder disminuir la pobreza y la desigualdad. Lo del “Consejo” no va en este rumbo.

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El salario no debe ser una mala palabra para los empresarios. De hecho es como si le prestásemos la plata por un ratito al con-ciudadano y al cabo de este lapso nos la devuelve en consumo. Cuanto mayor sea esta movida, más se reactivara el mercado interno ya que su motor es el consumo de cada uno de nosotros. Es falso que el aumento de salarios provoque automáticamente inflación. El ejemplo más cercano es que previo a la pandemia, a lo largo del gobierno de Mauricio Macri tuvimos una inflación galopante con salarios en caída en términos reales.

Para combatir la inflación y permitir de verdad que el poder adquisitivo se recupere es necesario desacoplar los productos exportables de los precios internacionales y mantener un férreo control sobre los insumos difundidos para que a partir de allí permanezca quieta toda la cadena de producción.

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Por último y teniendo en cuenta que este enemigo feroz, llamado Covid-19 no irá rápidamente y que como mínimo tendremos que darle batalla todo este año y el que viene, el gobierno tendrá que adecuar la ayuda social a las necesidades propias de la población, ese es su rol fundamental, por lo tanto debemos re-programar los ATP el IFE  con valores que alcancen a cubrir las necesidades básicas y no una ayuda simbólica. Esto servirá para mantener unido nuestro tejido social que hoy se está resquebrajando con demasiada velocidad.


 

* Raúl Hutin. Empresario y Dirigente PyME. Secretario de la CEEN (Central de Entidades Empresarias Nacionales) y Miembro fundador de la MNUP (Mesa Nacional de Unidad PyME).