Lo recuerdo muy bien. El año pasado, estábamos en el Village de Adrogué, esperando que terminara la clase de fútbol de nuestras hijas, contando anécdotas de nuestra infancia.
Mariano Galván (papá de una defensora aguerrida que suele proyectarse al ataque como sólo lo hacía Daniel Passarella) contó con lujo de detalles el día que, siendo muy pibe, encontró en la calle cien dólares (sí, cien dólares). Recordaba perfectamente que, con ese dinero, se compró una bicicleta.
Ante esa historia, en forma muy espontánea, le pregunté: "¿Qué tipo de bicicleta era?". Me respondió lo que sospechaba: "Una común".
Pocos días antes de esa conversación, yo le había comprado una bici playera (o sea común) a mi hija menor, la que estaba en ese momento jugando (una delantera que privilegia la rapidez por sobre la precisión como sólo sabía hacerlo el Piojo López) y me había costado $20.000.
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Si uno dividía esa cifra por el cambio del momento ($200 aproximadamente) el resultado era asombroso. Cuarenta años atrás una bicicleta salía u$s 100... ¡Y ahora también!
En esa comparación de precios de bicicletas (reales, no financieras) está una de las mejores síntesis que conocí sobre la reputación del dólar en nuestra querida Argentina.
Porque la reputación no es lo que dice Arjona en su canción. La reputación es la acumulación de imágenes (positivas o negativas) a través del tiempo. Puede ser sobre una empresa, una marca, un producto, un país, un político o, en este caso, una moneda.
Y en la moneda, como en todos los casos, la evaluación se hace por comparación. La remanida frase "no sube el dólar, baja el peso" es tal cual. Mientras que año tras año, históricamente, el peso argentino vale cada vez menos, el dólar vale casi siempre lo mismo. Y contra eso no hay con qué darle. Una mala reputación acumulada durante décadas sólo puede ser revertida con un trabajo serio de muchos años y, por lo que lo que vemos, Argentina no sería el caso.
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Alguno podrá decir "pero en tal período el dólar quedó retrasado", "en tal otro los plazos fijos rindieron más", "ahora el dolar está bajando", "tal criptomoneda es mejor negocio", "en el corto plazo, quien compró dólares meses atrás perdió", etc.
Sí claro, todo eso es verdad. El dólar no garantiza ganancias, el dólar lo único que garantiza es cierta estabilidad.
Veamos. Los dos componentes más importantes de la reputación son la credibilidad y la confianza. El primero tiene que ver con creer que algo es verdad (componente racional) el segundo con adherir a esa verdad (emocional).
Los argentinos creemos y confiamos en la moneda norteamericana. Hace años que muchos productos tienen "precio dólar". En algunos casos eso está camuflado por el peso y en otros, como el mercado inmobiliario, directamente está "blanqueado".
¿Y por qué creemos y confiamos tanto en el dólar? Sencillo, porque no creemos en el peso argentino; desconfiamos de él. La reputación, como decíamos, siempre se mide por comparación y, en este caso, la comparación de ambas monedas es definitivamente odiosa. Porque, aún muy lejos de ser una opción "perfecta", el dólar siempre sirvió como valor de referencia y para atesoramiento. Y el peso no.
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Para terminar, les hago una confesión: no sé nada de los aspectos más duros de la economía y las finanzas. Pero como consultor en relaciones públicas, vivo analizando temas de comunicación y la comunicación es muy importante de ambas.
De esto puede dar cuenta el presidente Alberto Fernández, que el martes 15 de marzo dijo que tres días después comenzaría "la guerra contra la inflación". Con eso generó una expectativa de medidas que hizo que muchos empresarios, "por las dudas", subieran los precios (lo anticipé ese mismo día en Twitter), provocando la inflación mensual más alta en muchos años (6,7%). Por comunicar mal generó exactamente lo contrario a lo que buscaba.
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Con el dólar sucede algo parecido. Cada vez que un gobierno, con bajo índice de credibilidad, hace declaraciones subestimando a esa moneda ("el blue es un mercado marginal", "el aumento en la cotización del dólar no debería trasladarse a precios", "el que apuesta al dólar pierde", etc.) logra exactamente lo contrario.
Es así nomás. La única verdad es la realidad. ¡Felices Pascuas!