El ejercicio de la abogacía se encuentra inmerso en un proceso de redefinición de los procedimientos y modalidades de trabajo que son fuente de fortalezas y debilidades para el profesional del derecho.
El avance de la tecnología y el uso de nuevos formatos digitales marcan un escenario de cambios no exento de incertidumbre sobre lo que sucederá en las relaciones laborales en general y el ejercicio de la abogacía no está ajeno a estas transformaciones.
La irrupción de la pandemia con la consiguiente emergencia sanitaria impuso la digitalización de los procesos, como salida idónea para la continuidad laboral. Sin embargo, permanecen fijos muchos obstáculos administrativos que complican nuestro quehacer profesional.
Cómo será la normalidad post-pandémica
Las estructuras burocráticas y la lentitud de la justicia para resolver implican a diario esfuerzos adicionales que muchas veces afectan la eficiencia económica en el ejercicio profesional, encareciendo costos e insumiendo actividades no remuneradas.
La mayor satisfacción que nuestra profesión nos depara consiste en reparar una injusticia y mejorarle la vida a una persona o una familia. Para ello, deben cesar los maltratos a que nos someten reiteradamente los juzgados degradando nuestra condición de trabajadores de la Justicia.
La carga temporal injustificada y las energías adicionales desplegadas afectan gravemente no sólo nuestra labor sino –lo que es peor– la atención que todo ciudadano merece.
Abogacía: opciones de reinvención para la carrera más elegida
La innovación tecnológica, y en especial la inteligencia artificial, están transformando transversalmente todo el mercado de trabajo sin distinción de oficios y profesiones. La aparición de los consultores informáticos, como el programa llamado Watson, desarrollado en Estados Unidos, cada día cobra mayor relevancia en su implementación. Este dispositivo funciona como herramienta de consulta jurídica respondiendo inquietudes a potenciales clientes y con un bajo margen de error.
Entonces cabe preguntarnos: ¿Qué políticas públicas proyectan las instituciones, tanto oficiales como de otros sectores, con respecto a la introducción de este tipo de tecnologías que amenazan nuestra profesión tal como la conocemos? ¿Qué políticas de capacitación y transformación del conocimiento están diseñando antes de que la realidad se imponga?
Ser abogado implica un gran compromiso social. A través de la defensa de una persona se pueden modificar muchos aspectos de la realidad individual, pero a la vez contribuir a vivir en una sociedad mejor. Desde el punto de vista institucional tenemos un rol fundamental, especialmente a través del control sobre el funcionamiento del Poder Judicial, pilar esencial del Estado de Derecho.
Necesitamos una nueva Ley de Ética y prácticas, y funcionarios con integridad
Por todo ello, debemos trabajar en conjunto para ser reconocidos y jerarquizados en nuestra noble tarea.
* Rubén Ramos. Abogado UBA – Titular de la Asociación de Abogados del Estado.
