OPINIóN
Política en crisis

El PRO quiere parecer radicalismo, pero es peronismo

El PRO (para muchos una suerte de prolongación del peronismo de los 90) gobernó y pretende volver a gobernar hegemonizando poder, pero con relatos que reproducen más el estilo radical, destacando los valores republicanos y la educación como divino tesoro.

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El Jefe de Gobierno porteño y el diputado nacional de Juntos por el Cambio compartieron hoy una actividad en Vicente López junto a Miguel Ángel Pichetto y Florencia Arietto. Esta tarde, en la localidad de Vicente López, Larreta, Santilli, Pichetto y Arietto se reunieron con vecinos y comerciantes. Es la primera actividad que realizan con vistas a fortalecer el armado nacional y provincial de Juntos por el Cambio de cara al 2023. | NA

El PRO, desde que se configuró Cambiemos en 2015, constituido también por la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica-ARI (CC), se apropió de una retórica que coloca en alto los estandartes radicales, como los de enaltecer las instituciones de la república, brindarle a la educación un lugar primordial generador de ascenso social, una clara pretensión de una sociedad donde predominen las clases medias, una cultura política donde las libertades políticas nos guíen.

Previo a las elecciones generales, en 2015, Mauricio Macri ganó la interna a sus socios de la coalición y más tarde fue el presidente de la nación, y como todos conocemos, durante los cuatro años de mandato, el macrismo(el PRO) gobernó mientras los otros dos partidos acompañaban.

El PRO se creó en octubre de 2005, la CC celebró hace apenas meses sus 20 años de vida, y la Unión Cívica Radical o radicalismo nació en junio de 1891. Por su parte, el peronismo o Partido Justicialista (hoy rebautizado como Frente de Todos) tuvo su génesis en noviembre de 1946.

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Durante nuestra historia argentina hubo varios gobiernos radicales, que tuvieron serias dificultades al momento de gobernar donde no faltaron los boicots por parte de sectores conservadores, militares o peronistas y sindicatos afines.

Sin embargo, a pesar de movimientos desestabilizadores que llevaban a gestiones radicales con interrupciones, el partido centenario lograba mantenerse en pie. En un momento, sí se puso en jaque la estabilidad/integridad del partido centenario, en diciembre de 2001. El antecedente de esta crisis fue una década de peronismo neoliberal y corrupto, que pudo estabilizar la economía a costa de implementar medidas que llevaron a un proceso demoledor sobre la industria y el empleo, lo cual desembocó en un proceso demoledor que incrementó la pobreza, la indigencia y la exclusión social. Durante esa década peronista neoliberal gobernó gran parte de la cúpula del partido que hoy conocemos como PRO; la historia lo testifica.

Sigamos con el radicalismo. Pasada la década de peronismo neoliberal corrupto, un gobierno fracasó rotundamente, la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, conformada por el radicalismo y el Frente País Solidario, gobernada por el presidente radical Fernando De la Rúa. Entre los numerosos errores cometidos por tal gobierno, probablemente el peor haya sido prometer algo imposible de cumplir: mantener la Convertibilidad luego de diez años de apreciación monetaria, de ser el país menos competitivo del mundo y permanecer recontra súper endeudado. Las condiciones financieras locales e internacionales, y la gestión económica de la Alianza resultó en un fiasco de dimensiones extremas sucumbiendo el gobierno en apenas dos años. Saqueos, heridos, muertos y un presidente que se escapó en un helicóptero fueron parte de este fatídico final. 

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Así, gran parte del radicalismo y del no radicalismo comenzaron a considerar que había llegado el ocaso del partido centenario. Y así, cuando luego de tres gobiernos peronistas kirchneristas (desde 2003 hasta 2015), vuelve el Radicalismo a las pistas junto a la CC y al PRO, el radicalismo y el no Radicalismo comenzaron a considerar que el Radicalismo podía volver a relucir, pero no tanto.

Cuando gobernó Cambiemos, o hablando con propiedad impropia, el PRO, el nuevo gobierno heredó severos desbarajustes económicos, una inflación que escalaba, una cuestión social apremiante, donde la pobreza ya golpeaba al 30% de la población y una trama de corrupción obscena (el legado del último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner). Pero el PRO en gestión, profundizó el decadente legado, y los desbarajustes económicos se pronunciaron (con deuda externa escandalosa asumida con el FMI incluida), la inflación ganó en inercia y la cuestión social apremiante continuó en declive, dejando un saldo donde la pobreza escaló aun 5 puntos más. Durante el gobierno de Macri también se recortó el presupuesto destinado a Educación en un 35%, y el ministerio de Salud pasó a transformarse en Secretaria. La pobreza, la indigencia y la desigualdad crecían. El Estado de bienestar no parecía ser prioridad para el PRO, mientras repetía sin pausa que tenían que terminarse los privilegios y penurias que nos había legado un kirchnerismo que apestaba de corrupción.

El peronismo histórico y el nuevo peronismo, gobernaron una y otra vez con discursos y relatos fantásticos sobre la importancia de la equidad y la justicia social, manteniendo siempre una retórica que pocas veces ocultó las ansias de monopolizar poder y despreciar al adversario político, y priorizando la acción, sin importar si en el camino había que llevarse puestas hasta las mismas instituciones de la república.

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El PRO (para muchos una suerte de prolongación de uno de estos peronismos, el de los noventa) gobernó y pretende volver a gobernar también hegemonizando poder, pero con discursos y relatos que reproducen más el estilo radical, destacando los valores republicanos y la educación como divino tesoro. El PRO mantiene un relato que enaltece el respeto a las instituciones, el equilibrio de poder, la alternancia del poder, mientras en acción, los llamados “halcones” y “palomas” se reúnen con ese pragmatismo tan pero tan peronista, para seguir conspirando contra una verdadera posible coalición donde el poder esté realmente distribuido al interior de ésta.

Patricia Bullrich junto a Mauricio Macri, tan peronistas como se puede ser, invitan a un libertario de tinte fascista, que puede atraer votos de la derecha más extrema, porque atraer votos es lo que cuenta, a como de lugar. Jorge Macri aterriza en el gobierno porteño y junto a Rodríguez Larreta manifiestan abiertamente que el tronco de la coalición opositora debe seguir siendo el PRO y que en todos los distritos clave hay que seguir acumulando poder. Y con un estilo bien peronista, el PRO también se “apropia” de espacios en medios de comunicación, apelando a imágenes sesgadas que nos muestran mapas pintados de amarillo, luego de que elecciones legislativas nacionales y provinciales nos revelan mapas pintados fuertemente de morado.

EL PRO es estratega y acciona, y si tiene que llevarse por delante a un partido centenario que le otorgó territorialidad en cada municipio de cada provincia del país para atraer electorado más allá de la General Paz o del Puente Pueyrredón, lo hace, lo hizo. Mientras tanto, el PRO continúa pregonando conmovedores relatos republicanos, que enaltecen las instituciones y glorifican la educación. Una educación que viene en decadencia, donde también en la ciudad porteña, luego de 14 años de gobierno macrista/larretista faltan insumos de todo tipo para preparar a nuestros niños del futuro. El PRO quiere parecer radicalismo, pero es peronismo.

 

* Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora (UBA). www.sandrach.com.ar