Cristina Fernández de Kirchner volvió, el pasado 14 de abril, al escenario de la política argentina con un tono de campaña, recargado y sin tapujos de miras a 2023.
Y es que, en las últimas demostraciones de poder de la Vicepresidenta, se encierran algunos de los enigmas que acosan con insomnios a algunos funcionarios del Frente de Todos.
La Vicepresidenta es totalmente consciente del efecto de sus palabras, particularmente en este momento de gran crispación interna dentro de una fuerza que reclama orden. Si bien en varias oportunidades la Dra. Kirchner afirmó que el poder formal de la Presidencia no necesariamente implica un poder real, hablar de que “no se hacen las cosas que hay que hacer” es demostrar nuevamente su disconformidad frente a las políticas que se están llevando a cabo.
Las dificultades experimentadas por el gobierno de Alberto Fernández para controlar la inflación, las diferencias internas y los pases de factura, dan a muchos la impresión que en el 2023 los destinos del país serán tomados por la oposición. Cosa que la Vicepresidenta, no está dispuesta a tolerar, perder en 2023 puede significar un retroceso del que sería muy difícil recuperarse. Ella eligió a su sucesor y, a diferencia de Perón o Hugo Chávez, vivió para verlo ejercer el poder.
Desde lo personal, perder tampoco es una opción. Cristina no puede volver a poner en riesgo su libertad personal ni la de sus hijos en un rally de causas que la convoquen desde Comodoro Py. Más allá de la percepción particular de cada lector respecto a la veracidad de dichas causas, el desgaste en su fuero familiar no puede volver a ser lo que fue.
Desde una perspectiva política, Cristina tampoco puede volver a arriesgar su capital político nombrando a alguien en su nombre. El solo hecho de proponer otro Presidente, que no ponga su impronta, o que perjudique su capital político, sobre todo tras lo vivido, es causa suficiente para descartar dicha posibilidad.
Por último, el año 2023 cuenta con la mística que Cristina Kirchner suele aprovechar para construir su relato político. El muy posible regreso de Lula Da Silva en Brasil, la reciente asunción de Boric en Chile y la conmemoración de 20 años de la asunción de Néstor Kirchner en 2003, actúan como la materia prima perfecta para la construcción de la narrativa cristinista. En el caso, obviamente de que efectivamente se presente a la elección.
En la Semana Santa de 1987, hace 35 años, el Raúl Alfonsín, sin la necesidad de obsequiar ningún libro, desactivó una insurgencia militar contra un gobierno democrático que se encontraba en una situación de fragilidad. Esperemos que, tras estas Pascuas, el orden llegue dentro de la casa del Frente de Todos.
* Tobías Belgrano. Lic. Ciencias Políticas (UCA) y Maestría en Gobierno (UBA). Profesor de Gobierno y Administración de la República Argentina (UCA).