—Desde los acuerdos de Bretton Woods de 1944, el Fondo Monetario Internacional fue presidido por un europeo; el Banco Mundial, por un norteamericano y el Banco Interamericano de Desarrollo por un latinoamericano. Donald Trump rompió ese balance, proponiendo a un norteamericano para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo, Mauricio Claver-Carone, con el argumento de que precisa equilibrar la influencia crediticia China en Latinoamérica. ¿Vuelve a ser el patio trasero norteamericano un territorio de disputa dentro de lo que sería una nueva forma de Guerra Fría?
—No creo que estemos frente a otra Guerra Fría. Durante la Guerra Fría, las armas nucleares estaban listas para actuar. Son simplemente dos naciones con intereses distintos. Una, Estados Unidos, es mucho más poderosa que la otra, e intenta usar su poder para obligar a China a alinearse con sus reglas y prácticas. Los Estados Unidos le dieron previamente a China libre acceso al mercado americano. En cambio, China no le brindó a los Estados Unidos libre acceso a su mercado. Como resultado, los Estados Unidos intervinieron a través de los aranceles. Y es una reacción normal entre naciones. Ahora bien, si se sale de control, si escalará, eso es otro asunto. Pero no creo que lo haga.
—¿Cambiaría la visión de los Estados Unidos sobre el peligro chino en su patio trasero si el presidente en 2021 en lugar de Trump fuera Joe Biden?
—Las discusiones comerciales con los chinos comenzaron en la administración Bush. Hubo serios conflictos entre la administración Obama y China. La diferencia era que ellos podían sostener que la situación continuara mientras mantenían negociaciones cada vez más serias con los chinos. Lo que Donald Trump hizo fue consecuencia lógica de esos antecedentes. No fue exclusivo de Trump. Pero solo hay un Donald Trump y no volverá a haber otro, estoy seguro. Lo que sucede en la actualidad es que China es absolutamente dependiente de las exportaciones. Tiene un poderío industrial demasiado grande para su propia economía. Y su mayor cliente es Estados Unidos. Al mismo tiempo no le puede brindar a los Estados Unidos acceso a su economía porque su economía efectiva no es tan grande como para consumir lo que llega de otro país. Son intereses muy divergentes que vienen en conflicto desde hace diez años. Y llegaron a un punto crítico en la gestión de Donald Trump. Sería un error pensar que la situación actual es solo responsabilidad suya. Sería olvidar los antecedentes.
“Solo hay un Donald Trump y no volverá a haber otro, estoy seguro.”
—El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se alineó automáticamente apoyando el pedido de Trump de que un norteamericano presida el Banco Interamericano de Desarrollo. ¿Es nuevamente Brasil, como al terminar la Segunda Guerra Mundial, el aliado estratégico de Estados Unidos en Latinoamérica?
—Los Estados Unidos tienen intereses en América Latina. Pero la decisión tiene mucho más que ver con la política interna de Brasil que con la relación entre los Estados Unidos y Brasil. Los Estados Unidos tienen problemas estratégicos, y esos son problemas que los afectan a ellos mismos. América Latina, para bien o para mal, tiene una incidencia marginal en los Estados Unidos. Es obvio que para Donald Trump es una muy buena noticia que Brasil diga lo importante que es Estados Unidos para ellos. Pero eso responde a lo que pasa dentro de Brasil. No creo que haya una relación especial entre ambos países.
—Hace una década, en casi toda Sudamérica había gobiernos antagonistas a Estados Unidos: Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, y tanto en Chile como en Uruguay gobernaba la centroizquierda. Hoy ese balance se alteró. ¿Tuvo Estados Unidos algo que ver en ese cambio de ciclo político sudamericano?
—Durante la Guerra Fría, la política de América Latina importaba mucho a los Estados Unidos. Cuba representaba un marxismo relacionado con la Unión Soviética. Esa amenaza ya no existe. Y por lo tanto los Estados Unidos tienen muy poco interés en lo que sucede. Se puede ver esto en Cuba: podrán mantener su política todo el tiempo que quieran. No nos importa. Lo mismo se da en Venezuela. Lo que es impresionante en Venezuela es lo poco que hemos hecho para tratar de desestabilizarla: se desestabiliza a sí misma. Pensar el tema latinoamericano en términos de izquierda y de derecha era lícito durante la época en que la Unión Soviética era poderosa. Esa situación obviamente no existe más. Estados Unidos no hace esfuerzos en ese sentido: esa decisión les cabe a los propios latinoamericanos.
“Venezuela se desestabiliza sola. Estados Unidos no hizo mucho por desestabilizarla.”
—¿Podría Trump invadir Venezuela antes de las elecciones para tener visibilidad como líder generando un nuevo eje de conflicto?
—La política de Trump consiste en concentrar nuestros intereses en los rusos y los chinos, y así maneja a las tropas del país. No es un gran logro invadir un país. Y nuestra experiencia en invadir países últimamente no fue satisfactoria. Donald Trump, incluso si lo hiciera, arriesgaría una gran cantidad de su popularidad en los Estados Unidos. La sociedad norteamericana evolucionó: no hay acuerdo mayoritario en enviar a nuestros hijos a la guerra e intervenir militarmente. Tengo hijos en el ejército y no quiero que vayan a la guerra innecesariamente. Es una posición que comparto con mucha gente.
—El presidente argentino, Alberto Fernández, considera como aliado natural al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dado que no hay ya un eje de centroizquierda en la región. Pero vio a López Obrador muy cómodo junto a Trump la semana pasada en Washington. Tanto que los analistas argentinos se preguntan: ¿realmente López Obrador podría tener una posición independiente de Estados Unidos en los asuntos latinoamericanos? ¿Es algo imposible por la dependencia comercial de México de los Estados Unidos?
—Para los Estados Unidos es imposible tener un lugar neutral respecto de México. Es uno de nuestros mayores socios comerciales. Canadá, Estados Unidos y México tienen juntos un PBI mayor que el de la Unión Europea, lo que constituye un bloque comercial enorme de beneficio mutuo. Para López Obrador es clave esa relación. Para México, tener malas relaciones con los Estados Unidos es económica y políticamente peligroso. Lo mismo para los otros dos países. Deberá ser más receptivo a los Estados Unidos y a los demás, y será en su propio beneficio.
“Las exportaciones chinas de bajo costo a los Estados Unidos causaron un desempleo masivo.”
—En Brasil y en Argentina se insiste en que Estados Unidos estuvo detrás de los juicios por corrupción contra los líderes populistas sudamericanos, en que lo que se llama “lawfare” es una forma de producir golpes blandos. ¿Qué opina usted?
—Habría que preguntarse cuál es la importancia de América Latina para los Estados Unidos. No estoy con el gobierno, pero puedo afirmar que no es tan importante. Ni el presidente ni el director de la CIA se levantan cada mañana preocupados por América Latina. Es algo muy diferente de lo que pasaba cuarenta años atrás. En ese momento, cualquier movimiento en Argentina y en Chile nos asustaba. Temíamos por lo que pudieran hacer los soviéticos. La época cambió y las prioridades son otras. La corrupción es algo condenable en todos los países del mundo. Pero los Estados Unidos no hacen nada en particular al respecto. Muchos en América Latina pueden lamentarlo, pero es una oportunidad para la región de tener libertad de operación, a diferencia de otras áreas donde los Estados Unidos están interesados. La situación es mejor para América Latina que para China.
—¿Es posible que los Estados Unidos utilicen la corrupción u otro tipo de derechos humanos como una fuerza o una herramienta contra sus enemigos? Donald Trump dice que su problema con China estará en el comercio. Pero si Joe Biden está en el poder, probablemente serán los derechos humanos. ¿Son los derechos humanos y la corrupción parte de la política de los Estados Unidos?
—Depende de dónde. Son herramientas maravillosas para usar contra los rusos o los iraníes. En el caso de China, el problema no es si Biden o Trump están en el poder. Las exportaciones chinas de bajo costo a los Estados Unidos causaron un desempleo masivo. Los trabajadores industriales desempleados fueron los que votaron a Trump. Biden no puede ignorarlos. Los chinos desean tener libre acceso al mercado norteamericano. Pero no quieren brindar derechos recíprocos. Es una realidad que tendrán que transitar tanto Biden como Trump. Los Estados Unidos usan herramientas como los asuntos de derechos humanos, como los asuntos de corrupción, para dictar sanciones contra países hostiles. Pero lo hace contra los países que importan. Es una utilización. Aunque todos los gobiernos son hipócritas en algún sentido.
—¿Después del coronavirus cambiará el equilibrio entre los Estados Unidos y China?
—El coronavirus nos afectó a todos. Todo el mundo sufrió desastres económicos masivos. A China le sucede lo mismo. Ahora afirman que ya no tienen el virus. Lo tienen, pero eso es lo que afirman. Los Estados Unidos están en plena crisis por la enfermedad. Y todo esto afecta la economía, pero la afecta por igual. Países como Nueva Zelanda, menos perjudicados, lo enfrentarán mejor. Pero estos son países menores, no son grandes jugadores.
—¿Estamos nuevamente en un mundo G2 en el que ahora Estados Unidos se enfrenta con China como antes lo hizo con la ex Unión Soviética?
—Hay una guerra de inteligencia que siempre está en marcha. Pero tenemos que hacer una diferencia. La Unión Soviética era una potencia muy seria. Los chinos no lo son. Parece que sí. Pero no son tan serios. En primer lugar, Estados Unidos es el país al que más exportan. Y entran en conflicto con su mayor cliente. No es algo racional, y no van a escalarlo. La potencia de los Estados Unidos es enormemente más grande que la china. Y los Estados Unidos tienen aliados en la región. Estamos aliados con Japón, relacionados con Corea del Sur, con Taiwán, y hasta cierto punto con Filipinas y con Indonesia. China no tiene un solo aliado en la región, excepto Camboya, que no es importante. Entonces, ¿cuáles son los elementos esenciales para medir el poder de una alianza? Los países que mencioné no están aliados con China porque no ven las ventajas de hacerlo. La relación con los Estados Unidos los beneficia mucho más. Cuando decimos que China se está levantando es cierto: se levantó de la catástrofe del maoísmo. Pero es un punto de partida débil. El problema central es que sigue siendo un país con una población pobre. Comparado con los países occidentales, el nivel aun de los sectores medios es realmente bajo. Incluso, más bajo que el de Bolivia, por dar un ejemplo. China es un país emergente que se presenta como una potencia mundial. Pero no tiene ninguna posibilidad de navegar en el océano Atlántico, de enviar allí una flota. Y hay una contraflota que se ha desarrollado entre Japón y los Estados Unidos, Australia e India, la Alianza Quad: el cuadrilátero que frena a China. Son cuatro fuerzas aliadas contra China. Todo esto la pone en un escenario muy difícil. China perdió la capacidad de ser un productor de bienes baratos. Quiere ser una potencia de alta tecnología. Y en eso se enfrenta a Japón, Alemania y Estados Unidos, entre otros países. Es un mercado muy difícil para competir. Es precisa una visión más racional de China como potencia significativa, pero de ninguna manera es comparable a lo que fue la Unión Soviética militarmente. Pero sí existe un enfrentamiento entre las inteligencias. Quieren robar nuestra tecnología. Y nosotros queremos robar la suya. Pero es poco probable un conflicto militar. Los Estados Unidos no están preparados para ir a la guerra con China. No podemos invadir China, porque hay mucha gente, y China no puede enfrentarse a los Estados Unidos en el mar. La escalada es más del discurso que lo que puede ser desde el aspecto bélico.
El puesto de presidente de los Estados Unidos es mucho más débil que lo que se cree.”
—En el pasado, siempre que a un poder geopolítico dominante le surgía un rival de rápido crecimiento la situación terminaba en guerra. Es lo que sucedió en 16 de los veinte ejemplos. ¿Podemos estar seguros de que no habrá una guerra real entre Estados Unidos y China en este siglo?
—Hay que distinguir entre dos cosas: el nivel de crecimiento, y si superan rápidamente a la otra potencia. Los chinos crecen con rapidez. Pero no están a punto de superar a los Estados Unidos: partieron de un nivel realmente bajo. También tienen tremendos problemas internos. Tenemos que recordar que China tiene un conflicto muy serio en Hong Kong, que tiene campos de concentración. En el Tíbet lucha contra India. Son problemas graves. Hay que considerar el tema cuando se hacen hipótesis al respecto: ver cómo se comporta China y lo grave que es el tema para ellos. Los chinos quieren controlar el Mar de la China Meridional, lo que es algo comprensible. Es lo que vienen diciendo hace diez años. Sin embargo, no hubo ningún progreso en esta dirección. Tienen muchas limitaciones para lograrlo. La conclusión es que es un país serio, importante. Tiene dimensiones admirables. Pero aún no ha llegado al punto de desafiar militarmente a los Estados Unidos. Lo mismo sucede con la economía. Necesitan a los Estados Unidos porque exportan el 20% de su PBI, y su mayor cliente es Estados Unidos. Algo que se aprende en los negocios es que si le vendés a alguien no debés pelearte con él. El cliente siempre tiene algo de razón. Y eso es lo que le pasa a China ahora.
“Hay mucha gente preocupada por el 5G. Pero nadie explica precisamente por qué es peligroso.”
—El Consejo de Seguridad Nacional del Reino Unido acaba de prohibir la tecnología de Huawei en su red 5G. ¿El 5G podría transformarse en un arma análoga a las de las bombas atómicas del siglo XX? ¿La información ocupa ese rol?
—La información es crucial. Tengo que confesar que no entiendo qué es el 5G. Es algo que a todo el mundo le preocupa, pero cuando pregunté qué hará, la respuesta es imprecisa. Teníamos previamente el 2G, 3G, 4G. Esta es una forma más eficiente de manejar la información. No transformará el mundo. Obviamente, todo el mundo quiere comercializarlo. Y obviamente una forma de evitar que los chinos consigan el mercado es decir que es una amenaza a la seguridad. Hablar de esas amenazas es algo habitual. Pero no entiendo cómo transformará el mundo el 5G. Nadie me dio un ejemplo concreto de la magnitud del cambio.
“Los gobiernos no saben qué están haciendo; están confundidos y asustados.”
—Estados Unidos presiona a los gobiernos latinoamericanos para no utilizar el 5G de China con el argumento de que ese país podría acceder a todas las comunicaciones de la región. El argumento es que las empresas chinas son estatales mientras que las norteamericanas son privadas y no pasan sus datos al Estado. ¿Son realmente independientes las empresas norteamericanas?
—Sí, lo son. Pero, al mismo tiempo, si el gobierno les diera un contrato para obtener tu información, la obtendrían. El problema con toda la informática es que no es segura. La información digital no es segura. Lo más seguro del mundo es el papel y el lápiz. Hay que aceptar el hecho de que cualquiera que sea el nivel en el que estés trabajando podrías ser interceptado. Los Estados Unidos fueron penetrados por Rusia, se las arregló para robar documentos importantes. Esto no se puede evitar. ¿Los chinos harían esto? Quiero decir, a los chinos ciertamente les encantaría obtener tu información. ¿Los norteamericanos querrían su información? Claro. Pero al final es algo que sucederá tanto con 4G como con 5G. Lo vulnerable es la tecnología.
“Hay una guerra de inteligencia que está en marcha entre Estados Unidos y China.”
—¿Estamos frente a la peor recesión de la historia ante el coronavirus, un escenario peor que el de los años 20?
—Aún no estamos en condiciones de saberlo. Hay que distinguir entre recesión, un proceso financiero propio del ciclo de los negocios, y una depresión. La depresión destruye elementos de la economía. En los Estados Unidos, por ejemplo, la industria de las aerolíneas se destruyó. Tal vez pueda resucitarse, pero llevará mucho tiempo conseguirlo: quizás un año o dos. De momento, lo que se percibe es una recesión enorme. Pero si esto continúa unos pocos meses, será una depresión en la que una generación entera tendrá dificultada su vida. Pero no estamos todavía en esa condición. No estamos todavía en la condición de 1920, 1922, pero nos acercamos a eso. No podemos negar que sea posible. No sabemos cuándo estará disponible la vacuna y tampoco sabemos si funcionará. Nadie lo sabe realmente. Pero si los trabajadores siguen confinados en casa estás destrozando negocios. Hay muchos que cierran en Estados Unidos. Es una situación muy peligrosa.
“Pensar América Latina en términos de izquierda y de derecha era lícito cuando la URSS era poderosa.”
—¿El coronavirus está produciendo un cambio en la ideología de algunas democracias? Estamos observando un nuevo paradigma económico en el que el liberalismo ha sido reemplazado por una especie de nuevo keynesianismo en el que los países gastan agresivamente e incluso la UE relaja las limitaciones de déficit y deuda. ¿El coronavirus va a cambiar la ideología económica?
—No es una cuestión ideológica. Los gobiernos no saben qué están haciendo. Están asustados. Están confundidos. Nunca vivieron esta situación. Hacen cosas que tal vez funcionen, pero no están seguros. Pero no siguen una ideología. Ni siquiera saben qué harán mañana. Este es el problema fundamental. Todas las ideologías son irrelevantes en este momento. Nunca enfrentamos el cierre global de las economías. Y la solución norteamericana consistió en poner cantidades masivas de dinero en el sistema. De momento, son 3 billones de dólares, pero seguirá. Los europeos fueron más moderados. Pero ni unos ni otros saben qué será eficaz.
—¿Cambiarán los hábitos de consumo?
—Los hábitos son menos importantes que las posibilidades en el contexto de negocios que se destruyen y no vuelven. La pregunta es qué pasará con todo lo que se cerró. Un ejemplo podría ser el siguiente: suelo viajar dos veces al mes en avión; y ahora hace seis meses que no puedo hacerlo. Normalmente, salgo a cenar. Pero ahora estoy en mi casa. Es un lugar confortable. Pero el verdadero problema no es la gente como yo, sino la gente que vive en pequeños departamentos con dos niños que tienen que ser mantenidos en casa. La presión social dentro de esa familia puede generar niveles de violencia. A eso se suma que se pueden perder años enteros de escuela. En las escuelas se hace más que aprender a leer y escribir. Aprenden a vivir con otras personas. Aprenden a comportarse. Incluso, a cómo discutir y pelearse. En las escuelas se aprende que no deben golpear a una niña. Y estamos frente a una generación que lleva seis meses sin ir a la escuela. Si sigue así, será un año. Se pierden años preciosos en los que se aprenden las lecciones más importantes. Y esto es lo que debe preocupar. Los niños que hoy no pueden ir a la escuela serán adultos muy diferentes.
“La polarización no es un fenómeno nuevo en EE.UU. Solo un 2% usó Twitter aunque sea una sola vez.”
—Si Joe Biden es elegido presidente, ¿puede haber en Estados Unidos un New Deal como después de 1929 con Franklin Delano Roosevelt?
—Trump hizo el suyo, con los billones de dólares que inyectó a la economía para detener el desempleo. Es de imaginar que suceda algo así. Pero no hay que olvidar que ser presidente de los Estados Unidos es el puesto más débil que existe. A diferencia de lo que sucede en otros países, tiene dos parlamentos con los que lidiar, cualquiera de ellos puede detener sus iniciativas. A eso se suma un sistema judicial que puede encerrarlo. En Europa, y también en América Latina, se presta demasiada atención a lo que es un tercio del poder. El presidente es el más visible. Establece el tono del país, pero su poder está severamente limitado. Por más que Donald Trump tenga una personalidad muy fuerte, el gobierno no siempre vota con él. Las decisiones de Trump, por sí mismas, no son suficientes, a diferencia de lo que pasa en otros países. Y cuando Biden sea elegido, tendrá dificultades. Hay un Senado republicano y una Corte Suprema que quiere ordenarle que haga cosas. No siempre hace la diferencia. Los extranjeros siempre miran al presidente como si fuera un emperador mientras que aquí en los Estados Unidos es más bien un símbolo.
—¿Cuál es su opinión sobre los niveles de polarización de la sociedad estadounidense?
—Es algo que sucedió antes. En los 60 se asesinó a Martin Luther King y Richard Nixon fue impugnado en los 70. Y vimos la crisis del petróleo, que llevó los precios del petróleo a niveles imposibles, y la inflación y las altas tasas de interés. Cada cincuenta años, más o menos, pasamos por procesos como este. El anterior fue en los años 20 y 30. Ahora estamos en esta situación. La actual sucede en dos conjuntos de divisiones. La primera es la oposición a la globalización. Considerar que nuestros puestos de trabajo son más importantes que la eficiencia de la economía. Detenga el mercado global y déjenos controlar la economía a nosotros. El segundo es un problema eterno en los Estados Unidos: la cuestión de los afroamericanos. Es un problema recurrente. Un pecado original que nunca se redime. Estará en el escenario durante los próximos siete u ocho años. Y volviendo a la fundación de la república, cada cincuenta años pasamos por una crisis masiva. Lo que emergió de la última crisis fue la presidencia de Ronald Reagan, el auge de la tecnología que enriqueció al país. Pero eso se terminó. Y tenemos este problema. Estamos entrando en un momento muy difícil, lo que complicará la situación de otros países, porque somos el máximo importador del planeta. Parecerá que nos desmoronamos, como cuando perdimos en Vietnam en los años 60, un momento en el que pareció que los Estados Unidos estaban acabados. Pero es un fenómeno más complejo, que tiene que ver con la forma en que hacemos las cosas.
“Donald Trump arriesgaría mucho de su popularidad si interviene militarmente en Venezuela.”
—En los años 60, el entorno de los medios de comunicación era mucho, mucho más pequeño que hoy. ¿Cuál es la influencia en esta polarización de medios como la NBC o Fox, por ejemplo? ¿Son causa o efecto?
—Ya Richard Nixon atacó a los medios de comunicación y dijo que fueron la causa de que debiera dejar su cargo. Los medios de comunicación atacaron a Franklin Roosevelt diciendo que era un comunista o socialista. Siempre hay medios de comunicación en eso. Siempre hay quienes se ganan la vida expresando su opinión. Y siempre tienen algún grado de influencia. Se habla mucho de Twitter, pero hay un estudio que afirma que en los Estados Unidos solo el 6% de la población usó Twitter aunque sea una vez. El porcentaje de personas en los Estados Unidos que han tuiteado alguna vez es un 2%. Twitter no representa nada más que a gente que tiene una cantidad extrema de tiempo o entusiasmo por algo. Pero este es siempre el problema de los medios de comunicación. Lo que dicen los medios siempre se magnifica una y otra vez.
—Twitter es solo el 2%, pero Google y Facebook concentran el 80% de la publicidad online global. Hace veinte años, Microsoft fue cuestionado por el Congreso solo por incluir en su paquete el Navigator. Ahora Google y Facebook no son cuestionados por el Parlamento. ¿Se regulará la actividad con alguna ley anti-trust?
—Lo primero que habría que preguntarse es si sobrevivirá este tipo de negocios. Los negocios van y vienen en los Estados Unidos, Apple está realmente luchando en ese rubro. Esa es la primera pregunta. Está bien, tienen este monopolio. Así que una de las cosas que sucede es que nacen empresas más eficientes. Para saber si habrá o no regulaciones hay que considerar que Estados Unidos está frente a un proceso electoral. No nos importa el resto del mundo y no tenemos tiempo para preocuparnos. Estamos muy ocupados insultándonos y diciendo que el mundo se acabará si no gana tal o cual candidato. Nos estamos dando el lujo de encerrarnos. Pero en el futuro, gane quien gane, habrá acciones antimonopolio. Creo que no son tan sólidos en términos de su base de clientes, pero sí en materia de publicidad.
“En Estados Unidos, la industria del fracking está en crisis: los precios actuales son insostenibles.”
—Argentina tiene el segundo yacimiento de energía obtenida a través del fracking. El coronavirus cambió los precios generales del gas y del petróleo, ¿cuál es su opinión sobre el futuro de la energía en la cuestión estratégica global?
—Los recursos petroleros impulsan la economía. Siempre será así. Es bueno contar con ellos. La pregunta sería cuál será su precio futuro. El problema actual es que hay dos países, Arabia Saudita y Rusia, cuyas economías son absolutamente dependientes de las exportaciones de petróleo y son capaces de aprovechar cualquier aumento de los precios para sumar divisas. La industria del fracking está en crisis en los Estados Unidos porque con los precios actuales no se puede sostener. En mi análisis observo dos cosas. Primero, los precios del petróleo, comparados con los de los años 70, bajan constantemente, en parte debido a la demanda en relación con otras cosas, pero también en parte debido a la disponibilidad. Pero el problema real es cómo crear métodos de producción rentables a precios más bajos. Eso será difícil. Eso es lo que los norteamericanos hicieron con el fracking. Necesitamos bajar ese costo porque los rusos y los saudíes pueden ponerse de acuerdo con los precios.
—La única guerra de los últimos años que tuvimos en nuestro continente fue la de las islas Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña, en 1982. ¿La salida de Gran Bretaña de Europa por el Brexit puede hacer que cambie la posibilidad de Argentina de recuperar las islas?
—No creo que cambie nada. No hay ningún beneficio para Gran Bretaña con dejarlas. Argentina demostró que su poder militar es insuficiente. Es posible que Gran Bretaña esté abierta a alguna negociación. Pero no veo por qué las dejaría. Le ocasionaría un problema político interno, y no lo hará. El Brexit no tendrá incidencia en eso. La solución final estará seguramente vinculada con la posibilidad de una propiedad conjunta con gestión compartida.
—Hace diez años le pregunté a un ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Iván Ivanov, que había sido ministro de Defensa antes, sobre el concepto de Bric, Brasil, Rusia, India y China. Su respuesta fue que Rusia, India y China en el futuro serían potencia, pero no Brasil, porque no tiene armas atómicas. Para ser un jugador importante en la guerra es necesario tener una fuerza militar competitiva. ¿Coincide con ese análisis?
—Lo primero que diría es que ni Rusia ni China hicieron las cosas bien, a diferencia de India, que lo hace mucho mejor. Muchos negocios se van de China a India. Brasil se convirtió en una potencia económica. La importancia de ser una potencia militar viene de Europa. Se considera que siempre hay amenazas. Y si no tienes la capacidad de contrarrestarla, no eres una gran potencia. Brasil no tiene amenazas. Su mayor amenaza es él mismo. Si pudiera organizarse para ocupar su rol en América Latina podría ser una fuerza económica muy poderosa. Para ello no necesitaría tener una fuerza militar, porque invadir cualquier lugar de América Latina es muy difícil.
“Trump ya inició una suerte de New Deal con el dinero que inyectó para frenar el desempleo.”
—¿Estados Unidos seguirá siendo el país más poderoso en la guerra durante el siglo XXI tal como lo fue en el anterior? ¿Seguiremos con una gran potencia global?
—Antes de la crisis sanitaria Estados Unidos tenía un PBI de 22 mil billones de dólares. China es el segundo, muy lejos. Además, es el mayor importador del mundo. Si dejara de hacer negocios con algún país, este se encontrará en problemas. Los Estados Unidos controlan los océanos Atlántico y el Pacífico a través de su armada. Fuerzas que pueden actuar en todo el mundo, a diferencia de cualquier otro país. Parte de su poder consiste en que comparte un territorio de una isla inmensa con solo otros dos países, con los que se lleva habitualmente bien. Lo conseguimos en ambas direcciones. Y nadie puede atacarnos. Habría que preguntarse quién puede llegar a tener semejante poder, quién podrá construir una economía en base a las importaciones, la armada y el poder militar en general. Tal como pasó antes con Gran Bretaña, podría haber muchos retrocesos y muchas crisis internas. Pero ese tipo de poder tarda mucho tiempo en colapsar, no es algo que desaparezca en diez o veinte años. Los Estados Unidos emergieron, como China, en el camino que va desde los años 80 a los 20 del siglo pasado. En ese momento, producía la mitad de los productos manufacturados del mundo. Al final de la Segunda Guerra Mundial controlaba todos los océanos del mundo. Así que ha estado emergiendo durante un siglo. Veremos los efectos del coronavirus, pero potencias como Roma en la Antigüedad o Gran Bretaña al principio de la época moderna tienden a preservarse porque el costo de enfrentarlas es muy alto.