En la tarde del 15 de febrero de 1996 un hombre fue golpeado por efectivos policiales que lo detuvieron en el Barrio Illia de Villa Soldati por "averiguación de antecedentes". Una vez en la comisaría 34, la misma de donde salieron los agentes que mataron al joven Ezequiel Demonthy, la víctima fue t ajeada con un cutter, momento en el que se desvaneció. Al despertarse, estaba en la letrina, todo sucio ya que habían metido su cabeza en el excremento. Luego, lo llevaron en un patrullero hasta un descampado donde lo abandonaron.
Pese a la brutalidad del comportamiento de los tres policías acusados por el hecho, la Justicia decidió absolverlos, ya que entendió que no cometieron "torturas", sino "severidades", una calificación menor que prescribe a los cinco años. Por eso, a más de diez años de los sucesos, el Tribunal Oral en los Criminal Nº 7 de la Capital decidió cerrar la causa sin aplicar ninguna sanción.
Según consigna esta mañana el diario Clarín, la víctima de los apremios es José Luis Ojeda, quien trabaja como empleado civil del Estado Mayor Conjunto. En el momento en el que fue detenido por la Policía se encontraba en una cancha de fútbol. Como se negaba a ir a la comisaría, el suboficial Víctor Pablo Barrionuevo le pegó una pata en la cara.
Mientras Ojeda era trasladado en el patrullero y pasaron frente al Riachuelo, uno de los policías le pregunto si sabía nadar, rememorando de esta manera el caso Demonty, obligado por policías a meterse en el contaminado curso de agua en donde murió.
En la dependencia policial, Ojeda fue separado de los otros detenidos. En el libro de ingresos figuró que fue detenido por "averiguación de antecedentes". Según su relato, el oficial Carlos Fabián Chávez y el suboficial Guillermo Fabián Morini. Lo llevaron a un calabozo, mientras le daban patadas.
Una vez allí, comenzaron a tajearlo con un cutter. En ese momento, se desvaneció. Cuando despertó, estaba sobre la letrina totalmente sucio porque los oficiales metieron su cabeza dentro de los excrementos como para asfixiarlo.
La perito que lo revisó constató que Ojeda sufrió al menos 16 cortes en los dos brazos, la mitad de ellos de mucha profundidad. Además, destacó que es muy difícil por la características de las heridas que se las haya infligido solo.
Pese a toda la brutalidad descripta, el Tribunal absolvió a los agentes. El juez Daniel Morin opinó que se trató de "torturas", pero los jueces Gustavo Valle y Juan Giudice Bravo lo tipificaron como "severidades" ya que entendieron que se trataba de castigos físicos menores. Uno de los argumentos que utilizaron es que no se encontraron rastos de sangre en el calabozo. Esa pesquisa fue realizada por la misma Policía Federal.