POLICIA
declararon en la justicia entrerriana

El crudo relato de dos víctimas de otro sacerdote denunciado

En la mira. Marcelino Moya es conocido como “el cura payador”.
| Cedoc

Desde Entre Ríos

El tiempo no borra ni cura las heridas. Pasaron más de veinte años y recién ahora dos supuestas víctimas de otro presunto sacerdote abusador se animaron a contar un secreto que guardaron de su paso por la Parroquia Santa Rosa de Lima, en la localidad de Villaguay, provincia de Entre Ríos.
Un médico de 36 años y un estudiante de Derecho de 33 declararon ante el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, en el marco de la causa que investiga los supuestos abusos que habría cometido el sacerdote Marcelino Moya (47), conocido como “el cura payador”, entre los años 1992 y 1997.  

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“En ese momento, yo era un pibe, y a mí me hablaban de dogmas y de pecado, y el referente espiritual que yo tenía, que tenía mi familia, me practicaba sexo oral, me masturbaba. Era muy fuerte”, señaló el médico a la salida de tribunales. “Me inventaba tareas, para tenerme en la habitación de la Parroquia, escribiendo en la computadora. Incluso me daba dinero a cambio de esos trabajos, y eso también lo repetía con otros chicos. El estaba haciendo actividades en otro lugar de la parroquia y cuando se desocupaba ingresaba a la habitación, me abrazaba, me acariciaba y directamente me tomaba el pene para succionarlo y hacerme acabar. Nunca hubo otra cosa; jamás existió acceso carnal ni le di un beso en la boca”, reveló en una entrevista con la revista Análisis de Paraná, que denunció los casos.  

“Esa situación –agregó– se repetía por lo menos dos veces por semana, durante más de dos años, sin mediar palabra alguna. Siempre eran hechos concretos, en silencio y sin ninguna explicación. Siempre era en el mismo lugar, la parroquia. Cuando empecé a sentirme mal por eso que me hacía y me dejaba en la habitación a la espera, yo me masturbaba veloz y ansiosamente, para que cuando el cura llegara no tener ninguna erección y así no lo tenía a él encima. Era todo muy difícil y no entendía nada, porque por un lado en la Iglesia me prohibían que me masturbara, pero llegaba el cura y me succionaba el pene”.
La otra presunta víctima contó que cuando era muy joven, una tarde se quedó solo con el cura en la casa parroquial y que el sacerdote comenzó a tocarle la entrepierna. Salió corriendo y no pisó nunca más una iglesia. Desde entonces asegura que se convirtió en una persona solitaria y desconfiada.