Una familia ensamblada, a la vista de todos, disfuncional. Ricardo Klein (54) y Miriam Kobalczuk (50) desaparecieron de la vista el primero de septiembre. Vivían con Karen (22), hija de Ricardo, y Leandro (25), hijo de Miriam. Nadie se imaginaba que los padres estaban muertos y que sus dos hijos, y también pareja, serían los principales sospechosos de los escabrosos asesinatos.
Las primeras hipótesis de los investigadores son las peores. Todo parece indicar que Karen y Leandro conspiraron de una forma salvaje por “codicia y odio” hacia sus padres, que cartoneaban para poder mantener la casa. Y lo hicieron de una forma sangrienta: Ricardo fue ejecutado de un balazo mientras dormía, su mujer fue baleada mientras bajaba la escalera.
Lo peor llegó después. Para ocultar la masacre, los hijos cortaron los cuerpos de sus padres y los prendieron fuego, según relató el periodista especializado, Mauro Szeta. Para limpiar la escena y borrar todo tiempo de huellas, sacaron todos los muebles de la habitación de sus padres y limpiaron con lavandina.
El intenso humo que desprendía el fuego en el que eran consumidos los cuerpos de las víctimas llamó la atención de todo el vecindario, en la localidad bonaerense de Pilar. Sin embargo, el que hizo la denuncia fue el tío de los asesinos.
“Cada vez que iba a la casa de mi sobrina y de su novio no me podían dar respuestas lógicas de dónde se había ido mi hermano, por eso decidí ir a hacer la denuncia por averiguación de paradero”, contó Klein.
Con el primer allanamiento quedó claro que su hermano no se había ido a Uruguay, como decían los asesinos. "Un canibalismo que es un asco. Tenían miembros y piernas en la terraza. La saña parece que era más con mi hermano (Ricardo Klein) que con la mujer. No tenían buena relación. Le preguntaría a mi sobrina por qué lo hicieron, si somos humanos. Aunque todos tengamos errores, incluso mi hermano", dijo.
Una semana antes, los ahora detenidos por el doble homicidio habían radicado una denuncia en el juzgado de familia, al advertir que sus padres maltrataban a los mellizos de 11 años con los que vivían, hijos biológicos de la pareja. Ahora están en un hogar de menores.
La situación familiar, según cuentan testigos, era desastrosa. “Vivíamos como ratas, ¿a ustedes les parece?”. Eso es lo único que se le escuchó decir a Leandro, ahora detenido por el parricidio. Y le dio la pista a los investigadores que los homicidios se cometieron por odio y resentimiento.
Pero hay una hipótesis más. En la casa había ahorros por 8 mil dólares, con los que los asesinos se quedarían en caso de que el plan a ejecutar les salga bien. Según contó Szeta en el canal C5N, Leandro era fanático de River y soñaba con viajar a Japón a ver la Copa Intercontinental.