“Lo más triste es que no volvió y no va a volver”, dice con un nudo en la garganta Dominga Torres, la mucama de la familia de Angeles que el lunes 10 de junio trabajó en su casa por última vez. Ese día la chica de 16 años fue vista con vida por última vez. Ayer recibió a PERFIL en su casa de González Catán. “Todavía no caigo, no reacciono. Me parece mentira que la Mumi no esté entre nosotros.”
—¿Qué recuerda de ese día?
—Yo había llegado a las 8:45, entré con mis llaves y me puse a cocinar. En la casa sólo estaba Axel (N. de R.: el hermanastro de Angeles), que dormía en su cuarto con la puerta cerrada.
—¿Escuchó algún ruido o algo que le llamó la atención?
—No, en absoluto, todo estaba muy tranquilo. Cuando se hicieron las 10.30 me pareció raro que Angeles no volviera de su clase de gimnasia. Me preocupé un poco, pero como no tengo el celular de los padres, no podía llamar para avisarles o preguntarles si sabían algo.
—¿Encontró alguna pertenencia de Mumi?
—No, limpié su habitación pero en ese momento no vi el uniforme del colegio, ni la mochila ni tampoco sus llaves. Ella siempre que llegaba de la escuela abría la puerta con sus llaves y solía encerrarse en su cuarto con los auriculares. Era muy reservada.
—¿Cuando se enteró de que estaba desaparecida?
—Esa misma noche me llamó Jimena, su mamá. Quería saber si la había visto volver del colegio, pero le dije que no. Al día siguiente, cuando abrí el diario, supe de la desgracia.
—¿Cómo era su relación con ella?
—Mumi era un amor de criatura, una chica muy tranquila y bonita. La conozco desde que tenía 10 años. Compartí con ella parte de su infancia y adolescencia. Yo la quería mucho y siempre la aconsejaba como lo hace una madre. Le decía que prestara atención al cruzar la calle y también que se cuidara con los chicos, en todo sentido.
—Con respecto a la familia, ¿alguna vez presenció alguna discusión?
—La relación era muy buena, ella era muy compinche con Axel aunque también algo solitaria. Yo trabajaba cuatro horas, tres días a la semana. Por lo general, cuando iba los padres no estaban. A veces aparecía Sergio, el padrastro, tipo 10 de la mañana pero los horarios eran cambiantes. Lo mismo pasaba con la mamá.
—¿Conocía al portero? ¿Tenía algún trato con él?
—Siempre que llegaba a la mañana solía verlo en la puerta. Pero apenas lo saludaba con un “buen día” y enseguida entraba al departamento. A la esposa me la crucé muy pocas veces.
—Cuándo tenía que sacar la basura, ¿cómo hacía?
—Lo hacía antes de terminar mi horario. Sacaba la bolsa y la dejaba en el hall, al lado del departamento del vecino. Después el encargado se ocupaba de eso.
—¿Tenía la llave del sótano?
—No, jamás la tuve.
—¿Tiene alguna sospecha?
—No tengo la menor idea. Nada justifica semejante aberración. Cuando leí en los diarios que la familia estaba bajo sospecha, pensé que eso era imposible. Ellos son muy buena gente.
“Extraño a todos”
Dominga Torres destaca el vínculo que tiene con sus patrones y aprovecha esta entrevista para enviarles un mensaje. Aclara que no volvió a verlos después de la tragedia y enseguida suelta: “Me gustaría decirles, a través de ustedes, que los quiero mucho y además los extraño”.
Torres explica que está tranquila por lo que declaró. Y que no siente miedo porque no tiene nada que ocultar. “Hice mi declaración como corresponde, soy una persona libre y por eso decidí hablar con los medios”. Para cerrar, pidió que “se haga justicia”. “La verdad, estoy destrozada. Por eso ya ni miro los noticieros, me mata la angustia de ver la foto con su cara”.