“No pueden volver a salir”, exigen las mujeres de los hermanos asesinados hace una semana en Cañuelas. Se refieren a los dos detenidos que tiene el caso. Por primera vez desde que ocurrió el doble crimen, Beatriz Rincón –la esposa de Marcelo Massa– y Fernanda Inacio –la mujer de Leonardo– hablan con todo el dolor a cuestas, en una entrevista exclusiva con PERFIL.
Ayer, uno de los negocios de los hermanos Massa volvió a abrir. El otro, donde fueron asesinadas las víctimas, lo hizo un día antes. “Tengo que volver a trabajar para vivir, no me puedo tomar unos días porque mis hijos necesitan seguir con sus vidas. No nos podíamos tomar un descanso, aunque estar activas también nos ayuda”, confiesa Beatriz.
Desde jóvenes, Marcelo (39) y Leonardo (36) se dedicaron a la venta de frutas y verduras. Además de hermanos eran socios. En las calles Rivadavia y Acuña, y hace diez años, abrieron La Boutique de la Fruta. En diciembre pasado inauguraron el supermercado, que llamaron Doña Rosa en honor a la abuela de ambos. “Hoy me pregunto si fue una buena decisión haber abierto la verdulería, pero ya todo está hecho”, se lamenta Fernanda (35), la esposa de Leonardo, con los ojos vidriosos mientras Franco, el hijo de ambos, duerme en el cochecito. Entre las góndolas de ese lugar murieron su esposo y su cuñado. “Hoy por hoy tenemos que seguir con el negocio para que coman nuestros hijos”, confiesa con razón.
El domingo pasado, y según la hipótesis del fiscal César Robatto, Ignacio Chavero entró en el local con un arma nueve milímetros. Allí estaban trabajando Leonardo y Marcelo. El otro presunto delincuente, Fernando Marconi, esperaba en la puerta, arriba de una moto y con el casco puesto. Eran las 19.30. No robaron nada. Fueron a matar. Y les dispararon a los hermanos. “No se llevaron nada. Desde que nos enteramos de que Marconi había salido de la cárcel en marzo, Marcelo vivía con miedo. Nos había esperado en la puerta de nuestra casa el 30 de diciembre de 2004, cerca de las 23, cuando nosotros llegábamos de trabajar de la verdulería”, cuenta con bronca Beatriz.
En ese momento, Marcelo recibió un disparo en la cabeza y perdió un riñón. “Quería entrar a robar a nuestra casa, pero Marcelo forcejeó, le sacó la capucha y lo reconoció como el albañil que estaba trabajando enfrente de la verdulería y le pedía todos los días agua caliente para el mate”. Lo denunciaron, y Marconi fue condenado a 11 años de prisión; pero al cumplir los tres tercios de la pena quedó en libertad.