“El se define de la misma manera que lo hace la familia: como un tipo bonachón. No es infantil ni rústico. Se muestra como un hombre común. Es educado, colaborador. Por ahora, no tenemos elementos para pensar que tiene un cuadro psicopático de base”, explica la psicóloga Marcela Diodati, quien junto al psiquiatra Adolfo Méndez, fueron los primeros profesionales en tomar contacto con Jorge Mangeri. A pedido de los abogados Miguel Angel Pierri y Marcelo Biondi, el domingo pasado lo visitaron en el penal de Ezeiza.
En una entrevista con PERFIL, los peritos de la defensa delinearon algunos rasgos de la personalidad del portero del edificio de la calle Ravignani 2360. “No podemos dar detalles, pero su historia evolutiva es lo que uno espera para alguien de su edad y de su clase social. Tiene una actitud adaptativa a la situación. Asiste a terapia todos los días, está muy contenido. Como es una persona que tiene buen trato, lo tratan con afecto. Esto hace que esté más tranquilo. No toma medicación y puede dormir bien”.
A diferencia de su declaración como testigo, en su primera reunión con los peritos, Mangeri no parecía nervioso. Los especialistas creen que la serenidad del encargado en el penal se debe a que “la recepción de los internos fue contenedora. Los compañeros le cambian de canal cada vez que aparece el caso porque esto incide. La exposición mediática lo afecta muchísimo. Entiende que es un escarnio”, dice Méndez. Sin embargo, es su familia, especialmente su mujer Diana Saettone, lo que más preocupa al encargado de Ravignani. Teme que la lastimen o que la agredan en la calle.
En la primera entrevista con los especialistas, el portero no habló del homicidio. Tampoco mencionó a Angeles. Pero en su declaración testimonial Mangeri se refirió a la adolescente asesinada con familiaridad: la llamó “Mumi” y admitió que no asistió al velatorio ni dio el pésame a su familia. Dijo, además, que el día que la víctima desapareció “bromeó” con ella. “Se le cayó la carterita y se la volví a tironear para que se le cayera de vuelta”.
Antes de ingresar al penal de Ezeiza donde se encuentra alojado, el cuerpo médico forense examinó al portero. Según se desprende del documento al que accedió PERFIL, “su desarrollo neurológico fue normal. Padeció las enfermedades comunes de la infancia sin complicaciones y negó traumatismos de cráneo con pérdida de conocimiento”. Según el propio Mangeri, no es fumador ni bebedor. Tampoco consume drogas ni medicamentos. No tiene antecedentes y se presentó “correctamente vestido y aseado, con actitud de colaboración. Su estado de conciencia es lúcido y su aspecto es tranquilo. Su atención es correcta y estable”.
Ante la fiscal Paula Asaro, Mangeri incurrió en continuas contradicciones, al punto de llegar a autoincriminarse. El portero lo notó y se atajó: “No miento, tengo mala memoria. Soy un desastre con eso”. Sin embargo, los peritos del cuerpo médico forense notaron que su memoria “se encuentra sin fallas globales”.
Para los peritos de parte, las lagunas que tuvo frente a la fiscal tienen explicación: “Se muestra temeroso en cuanto al caso, en relación a los apremios ilegales que habría sufrido. Cuando nosotros lo vimos, ese miedo y ese pánico que él tenía se estaban empezando a diluir. En la cárcel se siente más seguro que en la calle”, apunta Méndez. “Se siente amenazado y ahí pierde su libertad interior. Nosotros lo percibimos y vimos los golpes que todavía tiene”, agrega Diodati.
“Como en el caso de todos los detenidos, Mangeri padece angustia persecutoria. Se siente perseguido. El no tiene una historia vinculada al delito, no sabía con lo que se iba a encontrar en la cárcel. Los compañeros lo recibieron bien, la gente del servicio penitenciario lo trata muy bien. Me llamó la atención que es una persona formal, está consciente de la situación, por ahí más lúcido en algunas cuestiones que algunos miembros de su familia. Parecen más shockeados los familiares que él mismo. Mangeri es más mesurado y racional”, indica la psicóloga.
El ánimo del único imputado por el crimen de la adolescente no es el mejor. “Está en un lugar donde la gente lo trata de animar, pero contento no está”, dice Diodati. Operado de meniscos en ambas rodillas, rechazó las invitaciones de sus compañeros para jugar al fútbol. “Mangeri –continúa– está tratando de adaptarse con la esperanza de que su situación cambie favorablemente. Aunque tenga la preventiva, todavía es inocente”.