Miguel Acevedo Barrionuevo, uno de los tristemente célebres "doce apóstoles" que encabezaron uno de los más cruentos motines de la historia durante la Semana Santa de 1996 en el penal de Sierra Chica, murió ayer tras ocho días de agonía en el policlínico San Martín de la ciudad bonaerense de La Plata.
El deceso de Acevedo Barrionuevo había sido internado el pasado 16 de abril tras ser herido de dos puntazos en el pecho y el abdomen durante una reyerta entre internos del pabellón 6, de la unidad penal 9 de La Plata.
Acevedo Barrionuevo integró uno de los equipos que participaron en el "Mundial de Presos" el año pasado y lideró meses atrás una huelga de hambre reclamando la aceleración de los procesos judiciales, protesta que días más tarde se extendió al resto de las cárceles de la provincia.
Su deceso, caratulado como "homicidio en riña", es investigado por la fiscal platense Ana María Medina, con intervención del juez de Garantías, Cesar Melazo.
Los llamados "Doce Apóstoles de la muerte" habían sido condenados a reclusión perpetua por el sangriento motín en el penal de Sierra Chica.
En octubre del año pasado, los jueces de Casación Carlos Natiello, Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargués aplicaron la inconstitucionalidad del artículo 24 del Código Penal y beneficiaron a los condenados Marcelo Brandan Juárez, Miguel Ruiz Dávalos, Miguel Acevedo Barrionuevo, Jorge Pedraza y Juan José Murgía Canteros al computarles dos días de reclusión por cada uno de prisión sin sentencia firme, reduciendo de esta manera a doce años y ocho meses las sentencias fijadas en el juicio celebrado en el 2000.
El caso. El motín del penal de Sierra Chica ocurrió el 30 de marzo de 1996 y comenzó alrededor de las 16 cuando un grupo de presos armados, liderados por Marcelo Brandan Juárez y Jorge Pedraza, fueron sorprendidos por el guardiacárcel Walter Vivas cuando pretendían trepar a una pared que comunicaba a un puesto de guardia.
Los cuerpos de los reclusos eran escudados por siete guardias que habían tomado como rehenes, por lo que Vivas intentó dar la voz de alto pero como respuesta sólo recibió disparos.
De inmediato, lo que había comenzado como una fuga desencadenó el más sangriento motín de la historia carcelaria argentina, cuyo saldo oficial fue de siete muertos, varios heridos, 17 rehenes, entre los que se encontraba una jueza y su secretario, un túnel a medio construir para la huida y un penal gobernado durante 8 días por los presos más peligrosos de la cárcel.
Tras el fallido intento de fuga y protegidos por una pistola 11.25 milímetros, el grupo inicial de presos redujo y tomó como rehenes a otras cuatro personas: el subalcalde Juan Piorno y tres pastores evangelistas que se dirigían hacia uno de los 12 pabellones de la unidad.
En pocos minutos, se produjo un motín del que participaron cientos de presos armados con facas y púas, los cuales tomaron el control del penal.
A las 18:50, la jueza María de las Mercedes Malere acudió junto a su secretario Héctor Torrens e invitó a los amotinados a redactar un petitorio con sus reclamos, el cual sería retirado por ella misma tres horas más tarde. Tal lo pactado, la magistrada y su asistente regresaron, pero cuando cruzaron los portones del penal fueron recibidos por dos amotinados y también fueron tomados como rehenes.
Durante el motín seis internos – que habían sido asesinados- fueron descuartizados y sus miembros, tras ser expuestos ante el resto de los presos, cremados a 700 grados en el horno de la panadería del penal.
El 2 de abril se produjo la última muerte en el campo de batalla de Sierra Chica cuando el detenido José Cepeda Pérez moría apuñalado.
Tras ocho días de negociaciones y al ver frustrados sus intentos de evasión, los amotinados pusieron fin a la revuelta y se entregaron el domingo 7 de abril.